miércoles, 5 de octubre de 2011

La Lluvia (part24)

Aparco el coche cerca del edificio donde residían Germán y Diana, durante un rato estuvo observando desde el interior del mismo a las personas que paseaban por las inmediaciones, los que salían o entraban del bloque de viviendas. Después de un rato decidió salir y dirigirse hacia el portal, caminaba cabizbajo para que nadie se fijara en su rostro cuando se cruzaba con algún vecino camino de la entrada, pulso un botón del portero automático al azar y espero a que le contestaran.
-¿Quién es?-contesto una voz masculina con desdén
-Cartero comercial señor ¿seria tan amable de abrirme?-respondió Hector con amabilidad fingida.
-Deje lo que sea en el buzón que tiene a su izquierda- dijo de malas maneras y colgó el auricular
Un pequeño contratiempo con el que no contaba, le hubiera gustado tener enfrente a ese hombre para enseñarle a contestar a las personas, pero no era posible. Mientras pensaba en como se las haría pagar, vio a una mujer que se disponía a  salir con su perro del edificio y muy habilmente hizo que hablaba con alguien –ya me abren gracias- y sin dejar de mirar hacia el portero automático esperó a que la señora saliera para entrar el. Aprovecho que el ascensor se encontraba en la planta baja para subir al piso que iba, en el camino sacó una llave maestra que Alberto le enseño uno de los días en los que estuvo en su casa. Le dijo que aquella llave habría cualquier puerta y cuando se le ocurrió pasarse por ahí, la sustrajo de la caja de herramientas, en un principio pensó en devolverla a su lugar en cuanto pudiera, pero  maduró ese pensamiento y ya no tenía intención de deshacerse de ella. Era un instrumento muy valioso para utilizar en muchos casos.
Cuando salió del ascensor, llave en mano fue directo hacia la puerta, la introdujo y giró suavemente, la puerta de abrió. Imposible dejar escapar  aquella pieza metálica que podía abrirle las puertas del mismísimo infierno, cerró tan suavemente como había abierto y se quedó con la espalda apoyada en la puerta escuchando. Luego se dedico a vagar por el interior de la vivienda, llegó hasta el dormitorio, miro las mesillas y se acerco hasta la que tenía una foto de Germán, no la eligió sin pensar en lo que hacia, supuso que ese sería el lado donde seguramente dormía Diana. Abrió los cajones uno por uno, tuvo entre sus manos prendas intimas de la muchacha, se recreaba en la clase de braguitas y tangas que la chica usaba, nunca se paró a pensar en eso cuando la tenía delante, pero ahora empezó a sentir excitación entre sus piernas imaginandose a Diana con aquellas prendas puestas. En otros cajones encontró prendas menos interesantes, calcetines, camisetas y un par de pijamas. Se levanto y abrió el armario, prendas de la pareja colgaban de las perchas, en las gavetas había más ropa pulcramente doblada. Ya en el salón se sentó cómodamente en el sofá, miró a su alrededor y descubrió varios álbum de fotos, se incorporo para hacerse con todos y se volvió a sentar para mirar su interior tranquilamente. No llegó a terminar el segundo, le aburría tanta foto, lo dejo en el mismo sitio de donde los había cogido y entró en otra habitación donde estaba el ordenador, eso ya era otra cosa. Encendió el aparato y abrió todas las carpetas que encontraba a su paso, tenían de todo allí metido, películas, fotos, juegos, archivos con cuentas de gastos y cosas varias, en una de ellas encontró una subcarpeta que le interesó muchisimo. Unas imágenes en las que salia la pareja en actitud algo más que erótica, sacó su inseparable pendrive del bolsillo, lo metió en uno de los puerto usb y transfirió esa carpeta, a quien se le ocurría tener aquello en un ordenador, pensó, cualquier desalmado podía colarse en su sistema y robarlas. Eran un par de centenares de fotos, todas del mismo estilo, que sorpresa se llevaría Diana esa noche cuando el llegara para enseñarle lo que tenía en su poder, quizás la “invitaria” a posar para el como en aquellas imágenes.
Francisca miraba nerviosa su reloj, deseaba que los carpinteros se marcharan de casa y así disponer de  más tiempo para llevar acabo su plan, na eterna hora tuvo que esperar a que sus deseos se hicieran realidad. Se despidió de los chicos desde el salón disimulando la tensión que estaba viviendo en esos momentos, en cuanto oyó cerrarse la puerta se incorporo trabajosamente del sofá y pasito a pasito llegó hasta la cocina. Cogió el manojo de llaves y se colocó delante de la pequeña puerta del sótano, una a una probaba las llaves en la cerradura, en más de una ocasión se le resbalaron de las manos cayendo al suelo, lo que lograba con aquel temblor de manos por los nervios era que debía casi volver a empezar por que no recordaba por la llave que iba. No encontraba la llave que necesitaba y la tensión la atenazaba cada vez más los dedos de las manos.
Alberto dejaba a su hermano en su casa y se despedían hasta el día siguiente, no había querido tomarse una cerveza con el por que estaba cansado y tenía ganas de ducharse. Pasó delante del coche de Hector, pero ni se fijó por que tampoco sabía que coche tenía, entro en el portal y llamó al ascensor mientras buscaba las llaves de su casa en la bandolera que llevaba. Cuando el elevador llegó, de su interior salió un vecino que le saludó y le preguntó por su novia.
-Hola Germán ¿se sabe algo sobre tu novia?
-Hola Manuel, pues hasta ahora nada nuevo, seguimos a la espera de alguna información.
-Que injusta es la vida amigo, sabéis que aquí estamos para lo que necesitéis.
A Hector se le había ido el santo al cielo, las horas se le estaban escapando sin darse cuenta, el registrar la casa lo tenía ensimismado, entusiasmado y no reparo en la hora.
-Te lo agradezco en el alma Manuel, si necesitara alguna cosa te lo haré saber.
-Si necesitas que Amparo baje a tu casa y hacer alguna tarea del hogar no dudes en avisarnos.
-Gracias de verdad, pero por ahora no es necesario. Hasta luego Manuel-se despidió  Germán.
Mientras subía en el ascensor, sonreía con el ofrecimiento de su vecino, no esperaba que quedaran personas así en el mundo. Abrió la puerta de su casa y entró, dejó las llaves en la cocina y fue hacia su cuarto para buscar ropa limpia para cambiarse después de ducharse. Hector se escondió en tras la puerta del cuarto donde estaba el ordenador, se dio cuenta en el instante que escuchó la puerta que había cometido un grave error, si lo encontraba tendría que matarlo para que no lo delatara. Vio pasar a Germán hacia el dormitorio y volvía a salir de el para entrar en el baño, espero a ver cual era el siguiente movimiento del muchacho. El sonido del agua salir de la ducha y el bufido de satisfacción de Germán al entrar en contacto con el liquido elemento, le dio la señal para salir de su escondite y abandonar la casa sin más contratiempos, paso de puntillas delante del servicio, la mampara del plato de ducha impedía que pudiera ser visto, llegó hasta la entrada, abrió la puerta con sumo cuidado y se marchó de allí. La adrenalina corría por sus venas a borbotones, estaba eufórico por esa sensación que nuevamente afloraba en su interior, hasta ahora solo la había experimentado cuando mató al borracho y a la puta de ojos rasgados, esa excitación le duró hasta varios minutos después de abandonar el lugar en el coche. Necesitaba tomarse una copa, el momento vivido le había secado la garganta y además necesitaba celebrar que no lo hubieran descubierto.
Germán disfrutaba de su baño sin ni siquiera imaginarse todo lo que había estado pasando en su casa. Una vez que se hubo duchado y cambiado de ropa, llamó a su suegra para interesarse por ella y saber si tenían alguna noticia del comisario Salcedo. La respuesta a esta pregunta era la que sabia pero en su interior no quería, Carla sosegó a su yerno, estaba segura de que su hija aparecería y por ello rezaba todos los días. Germán no tenía fe en aquel dios al que rezaba Carla, no entendía como ese ser supremo que se suponía que velaba por los que eran sus hijos pasaran por aquel trance, se despidió de ella y colgó. No le apetecía hacer la cena, prefirió pedir una pizza para no cocinar, buscó junto al teléfono algún folleto de los que llegaban como publicidad pero no encontró ninguno, recordó entonces que los había dejado en la habitación del ordenador y fue a cogerlos. Al entrar en el cuarto, se quedo inmóvil con la sangre helada, estaba paralizado por lo que acababa de ver y todo su cuerpo le pesaba una tonelada.
Hector cambió de idea en cuanto a la copa se refería, pensó que mejor sería tomársela tranquilamente en su casa para disfrutar de aquella pequeña victoria conseguida, sin que ningún borracho patoso se la amargara. Así después podría bajar a visitar a Diana y compartir juntos el secreto que había descubierto de ella y su novio. Nada ni nadie podría estropearle su gran día, conducía sonriente y mas amable de lo normal, cedía el paso, se apartaba cuando pretendían adelantarlo e incluso respetaba el limite de velocidad. Casi llegando a casa una imagen salto en su cabeza, las alarmas se encendieron de repente haciéndole cambiar su buen humor, había olvidado una cosa muy importante en la casa del carpintero.
Francisca continuaba con aquella yinkana de llaves, solo le quedaban tres por probar, abajo Diana escuchaba como manipulaban la cerradura sin conseguir abrirla, sabía que no era Tomás, intuía que alguien venía a rescatarla y lloraba de impotencia por no poder hacer nada. Le era imposible gritar o hablar por el estado de su mandíbula, permanecía tumbada mirando hacia la escalera, los dolores que sufría también le impedían poder ponerse en pié. La mujer probó otra llave más del manojo, ya solo le quedaba una si es que aquella no abría la puerta, efectivamente tampoco se equivocó con su predicción numero veintiuno, la que hacia la vigésimo segunda era su ultima oportunidad. Se santiguó mirando al cielo y se dispuso a introducir la llave, escuchó entonces el sonido eléctrico de la puerta del garaje y el motor del coche entrando en el, rápidamente se dio la vuelta para entrar en la cocina y simular que buscaba en la nevera algo de beber, colgó las llaves en su sitio y abrió el frigorífico justo en el mismo instante en que Hector hacia acto de presencia en la estancia. Se quedó mirando a su madre que estaba cogiendo un brik de zumo, cosa que le pareció extraño ya que nunca lo tomaba entre horas, pero se limitó a saludarla solo.
-Hola mamá.
-Hola hijo-contestó ella con una sonrisa nerviosa.
No dijo nada más, salía de la cocina cuando se percato de que el llavero que colgaba de una alcayata junto a la puerta, se movía de lado a lado, giró la cabeza hacia su madre que estaba de espaldas a el, pero tampoco la dijo nada. Al pasar por la puerta del sótano, puso uno de sus dedos en la cerradura y comprobó que desprendía un leve calor, sus sospechas se terminaban por cumplir, su madre había estado intentando abrir la puerta. Intentó respirar hondo y calmarse, pero era imposible, entre el fallo cometido en casa de Diana y la curiosidad de su madre por saber que tenía ahí abajo lo estaban sobrepasando, apretó los puños y continuó andando hasta su cuarto. Continuara……