viernes, 19 de agosto de 2011

La Lluvia (part19)

Los clientes del bar, se agolpaban en la puerta y en las cristaleras, no daban crédito a lo que estaba ocurriendo desde que el hombre, que tomaba café corriera hacia la calle acercándose a un coche que arrancó súbitamente cuando este llegaba junto a el, les parecía estar viendo una película. Germán se quedo  plantado en medio de la calzada, con los brazos en jarra y mirando como se alejaba el vehículo, trataba de memorizar la matrícula –GYP 25502- se repetía un y otra vez intentando dejarla grabada en su cabeza. Cuando ya le perdió de vista, se dirigió al portero automático del edificio donde residían Carla y Jose.
-¿Si?- contestó el marido-
-Hola Jose, soy Germán.
-Ahora mismo estaba marcando tu número mi mujer. Los invitados acaban de subir al ascensor, los veras salir. Espera un segundo.
-Carla, no le llames que ya está aquí- se le oyó gritar-
-Enseguida bajamos Germán.
-Está bien Jose, aquí estaré.
Nada más colgar el telefonillo, del portal salía una pareja, tenían más o menos la misma edad que los padres de Diana. La mujer iba cogida del brazo del hombre, Germán conocía a la pareja por fotos que había visto en varios álbum, al parecer eran amigos y su amistad duraba hacia muchos años, según le contó su novia en una ocasión. Al poco rato los que aparecieron fueron Carla y Jose, Germán estaba de espaldas con los brazos cruzados, mirando a ambos lados de la calle esperando volver a ver al sospechoso coche gris.
-Ya estamos aquí Germán- dijo Carla-
-Hola, siento mucho haberme presentado así, pero no os vais a creer lo que me ha sucedido viniendo hacia aquí.
-¿Te encuentras bien?, estas pálido- pregunto la suegra-
-Si, ahora si. Vayamos a un sitio tranquilo donde poder hablar.
-Vale, cojeremos el coche e iremos a una cafetería que han puesto en el polígono.
Durante el trayecto no hicieron comentario alguno, Jose observaba por su espejo  retrovisor a Germán, le veía mirar hacia atrás continuamente como esperando que algo sucediera. Aparcaron el coche frente a la cafetería-pastelería, había montada una terraza con varias mesas, aprovechando el buen tiempo que reinaba esa tarde, se decidieron por la que más apartada de los clientes estaba y allí se sentaron. Miraron la carta y le pidieron a la camarera unos cafés y unos bollos, les costó hacerse entender un poco ya que la encargada de atender las mesas era de nacionalidad Polaca y acabaron por escribir ellos mismos la comanda. Mientras daban buena cuenta de aquellos dulces rellenos de nata y chocolate, Germán les contaba lo sucedido cuando se dirigía al domicilio de ambos. Le escuchaban atentamente con gesto de asombro y con las comisuras de los labios adornadas con restos del relleno bolleril.
-La policía está encima de mí, me vigilan constantemente, por eso mis dudas de entregar o no el móvil de Diana.
-¿Y no crees que si te vigilan como tu dices, no lo sabrán ya?- pregunto Carla-
-Puede ser, pero ¿Por qué no han venido a por el?
-Quizás estén esperando que seas tú el que lo entregues en comisaria, nunca se sabe. Creo que en este tema no hay discusión ni medias tintas, tenemos que entregarlo si o si, puede que encuentren en el algo beneficioso para Diana, para nosotros mismos. Cualquier cosa que pueda acabar con la pesadilla que estamos pasando.
Germán agachó la cabeza asintiendo, ya le había dejado claro que irían a presentar una posible prueba a comisaria pese a los temores que el tenia. Después de ese pequeño lapsus, les empezó a contar como encontró el móvil, como la casualidad de que comenzara a llover fuertemente hizo que de entre la arena seca, convertida en barro saliese parte del móvil con el que se tropezó, entretanto ellos miraban con el rostro apenado el teléfono. Ahí moría la conversación y era el momento de hacer lo que decía Carla, el por su parte no tenia ninguna gana de volver a enfrentarse a la mirada inquisitoria del comisario Salcedo, pero no había otra salida. La decisión no era negociable y se dirigieron hacia la comisaria.
Hector le daba vueltas a ese numero cuatro que tanto le resonaba dentro de su cabeza, quería despejar aquella incógnita que le había planteado aquel que le guiaba sus pasos. -La respuesta la tendría que tener el carpintero, seguro que el la sabe- decía en voz alta mientras se afeitaba. Cuando se pasaba la maquinilla por la cara optó por un cambio de look, se dejó el bigote y una linea de vello desde el centro del labio inferior hasta la mitad de la barbilla. Le daba un aire de mosquetero que le agradó. Quiso enseñale a Raquel esa nueva imagen de espadachín del siglo XVI, así que aprovechando esto le bajó la cena.
-Buenas noches Raquel, aquí tienes tu cena- dijo el alegremente-
-Hola Tomás, ya iba teniendo hambre gracias- contesto ella mientras bajaba la música de Sergio Contreras.
Como siempre dejó la bandeja sobre la cama, Diana la colocó sobre sus muslos y comenzó a cenar, como si estuviese sola. Hacia caso omiso a la presencia de Tomás en aquella habitación, sus sentidos estaban puestos en la comida.
-¿No me has notado diferente?- pregunto el un poco serio-
-La verdad es que no me he fijado, perdona Tomás- dejó de comer y miró al hombre- ¡Vaya! Te has dejado bigote y perilla- exclamó Diana como dándole importancia a esa nueva imagen que presentaba, aunque la verdad es que no la importaba lo más mínimo.
-¿crees que me favorece, estoy mejor?
-Claro Tomás, mucho mejor. Te hace como mas importante- Diana buscaba adularle todo lo posible, para que así el confiara un poco más en ella.
Pero Hector notó algo raro en el tono de voz de la muchacha, apretó los puños dentro de los bolsillos de pantalón- creo que me está vacilando- pensó. Se iba a poner frente a ella para comprobar si sus palabras eran ciertas haciéndole otra pregunta, si no le satisfacia la respuesta o el tono, tendría que castigarla para que aprendiera a ser educada. Cundo se disponia a formular la pregunta trampa escucho a su madre llamarle-Hijo ¿Qué haces ahí abajo?- Hector le hizo un gesto a Diana de que se mantuviera en silencio, se había olvidado de cerrar la puerta-La maldita vieja metiendo las narices donde no la llaman- murmuro.
-Nada mamá, no bajes que puedes caerte. Estaba ordenando las herramientas un poco, ya subo.
-Es que había oido como si hablaras con alguien, no tardes que la cena está lista.
Al escuchar Diana las palabras de la mujer, quiso abrir la boca para advertirla de que la tenían allí abajo encerrada, pero Hector adivino sus intenciones y rapidamente la tapó la boca con la mano –Os mato a la dos si dices algo- y dejandole libre los labios salio disparado hacia arriba. Un sudor frio recorrio el cuerpo de Diana, había visto  esos ojos que la miraban fijamente mientras era amenazada, una furia apunto de desatarse y el blanco del globo ocular se había sustituido por un rojo sangre. De haberlo intentado estaba segura que por sus palabras, no hubiera tenido el más mínimo reparo en asesinarlas. Necesitaba hacerse con algun tipo de arma para una posibe defensa, los cubiertos de plastico no podia hacerlos desaparecer, debian estar allí cuando el regresara a por la bandeja. Miraba a su alrededor, el hambre se le había pasado por completo, entonces se fijo en uno de los cedes de música, se levantó y cogió uno. Lo partió por la mitad, el filo que había quedado en una de las partes parecía suficiente como para seccionar, no profundamente pero si algun punto importante, un ojo por ejemplo. Con las mismas, guardo la parte mas roma en el estuche que le correspondia y la otra la puso bajo el colchon, en una parte donde no lo aplastara.
Hector tenia el rictus serio, mientras cenaba no miraba a su madre, estaba disgustado por el fallo cometido y por la indiscreccion de la señora. De haber sido unos años mas joven seguro que hubiera bajado sin decir nada, descubriendo así a su “invitada”, pero le salvó el que la mujer no caminaba bien y menos por escaleras, mas sus demencias puntuales que gracias a eso el estaba con ella. Después de cenar se iria a tomar una copa, no tenia ganas de estar allí con ella. Cuando recogian la mesa, el teléfono de la casa sonó, Hector soltó lo que tenia en las manos y descolgó el aparato.
-Si ¿Quién es?- contesto de malos modos.
-Hola buenas noches Hector, soy el carpintero.
-Hola, que deseas.
-Ya tengo el presupuesto listo a falta del modelo de tarima. Si lo teneis decidido ya me lo dices y ahora mismo te doy el presupuesto. Aunque luego te lo entregaria por escrito claro.
-¡Ah bien!, dejame que coja el muestrario y te digo. Pues creo que el que más nos gusta es el numero cuatro.
- ¿El cuatro? perfecto, aunque lo veo un pelin oscuro ¿no?
-No, ese esta bien ¿a cuanto asciende la suma total?
- A ver, el total son mil seiscientos euros. Va incluido el IVA tambien.
-Entonces deacuerdo, ¿cuando podrias empezar?
-Si no te viene mal mañana mismo puedo ir a por la puerta e instalarla, de camino pido la tarima para que la tengan cuanto antes.
-Por mi está bien, te espero mañana ¿sobre que hora estarás por aquí?
-Tengo que ir al almacen a por la puerta y a por la herramienta, sobre las once más o menos.
-Deacuerdo, hasta mañana.
-Hasta mañana.
Alberto se frotaba las manos, le había salido un dia redondo, tres presupuestos aceptados. Y eso que es este ultimo se pasó un poco en el precio final, pero como el cliente dijo que por dinero no había problemas aprovechó.
Hector se cambió de ropa y se dispuso a salir a despejarse un rato en algun club de carretera que encontrara. No le dijo a su madre que se iba ni a donde lo haria, salió por la puerta hacia el garaje, arrancó y se marchó. Francisca se cercioro de que su hijo no se encontraba en el chalet y pegó la oreja a la puerta del sotano, estaba segura de haber escuchado una voz de mujerque conversaba con su hijo, pero no logró oir nada. En esas estaba cuando sonaron como introducian las llaves en la puerta principal, en ese momento apareció su hijo, ella disimuló haciendo que iba a la cocina apoyandose en las paredes. Hector se quedó mirando sin decir nada pero diciendo todo con la vista – se me ha olvidado la cartera- dijo mientras pasaba junto a su madre. Por el rabillo del ojo vio que se metia en la cocina y el inspecciono la puerta del sotano por si le había dado a su madre por intentar abrirla, todo estaba bien. Fue a su cuarto, cogio la cartera y se marcho sin decir nada nuevamente. Francisca sentia curiosidad por aquella puerta pero no se la volveria a jugar, nunca se sabia como podria reaccionar su hijo – desde que regresó de la guerra no es el mismo- dijo casi entre lagrimas.
Germán, Carla y Jose, entraban en comisaria, el iba tras ellos. Carla pidió educadamente poder ver al comisario Salcedo –tenemos algo importante que decirle y enseñarle- le dijo al agente de la entrada. Germán notó como su estomago se hacia un nudo y le dieron ganas de vomitar allí mismo, los nervios estaban intentando superarle una vez más. Salcedo salió al encuentro de los tres visitantes, con la mano les indicó el camino a seguir. Esta vez no serian recibidos en su despacho, pero si en una pequeña sala de juntas que había al lado, tomaron asiento colocandose frente a ellos  y esperando que alguno iniciara la conversación. Pero el tuvo que ser el que rompiera el hielo.
-¿Y bien? Ustedes diran, estoy un poco liado con un caso y no tengo demasiado tiempo.
- No le robaremos demasiado comisario- contestó Carla- Germán estuvo ayer en el parque donde desapareció mi hija.
-Si, estoy informado de ello- respondió Salcedo mirando a la cara a Germán.
-¿entonces seguro que sabe que pasó despúes?- replico de nuevo Carla- quería ser ella la que mantuviera el pulso con el comisario y que este dejara de contestar mirando al muchacho.
-Bueno quien sabe, alomejor si o alomejor no.
-No creo que sepa nada comisario, de haberlo sabido ya nos lo hubiera hecho saber, apuntarse tantos es algo que les encanta. Como le decía Germán estaba en el parque y en el mismo banco donde se supone que Diana estuvo sentada, de pronto una tormenta descargó y mi yerno al marcharse del lugar tropezo con algo.
-Si, tambien se que se puso a diluviar en cuestión de segundos. Y ¿con que tropezo?
Germán sacó de su bolsillo el móvil envuelto en la bolsa y se lo mostró al comisario. El extendió la mano para que se lo dejara ver. Aun coservaba algo de barro en la carcasa y en su interior.
-¿Estan totalmente seguros que este teléfono pertenece a Diana?
-Si señor, esa de que cuelga del móvil es de Diana-contesto esta vez Germán-
-La de de Diana. ¿Y por que no puede ser la de de Debora o Daniela?
-Por que esa misma letra se la regalé yo, al igual que ese teléfono- volvio a contestar firmemente Germán.
-Muy bien, lo mandare analizar como prueba del caso, veremos que huellas encontramos en el- dijo Salcedo mirando de nuevo al muchacho.
-Otra cosa comisario- dijo Carla. Le rogaria que dejasen de seguir a Germán, el no tiene nada que ver con la desaparición de mi hija.
-Creo que ya hemos tenido esta conversación otra vez, solo hacemos nuestro trabajo ¿tambien estan seguros de que somos nosotros los que vigilamos al novio de su hija?- dijo este poniendose de pié.
-Seguros no, pero suponemos que es así.
-Entonces solo lo suponen, bien. Siento no estar más tiempo con ustedes pero tengo otros asuntos que atender, ya les informaremos de lo que encontremos en el móvil. Buenas tardes.
-Buenas tardes- contestaron los tres al unísono. Y los dejó allí sentados con un plamo de narices.
Abandonaron las dependencias policiales, casi tan rapido como se marcho el comisario de la sala de juntas, en el coche comentaban la conversación que habian tenido con el simpatico comisario, llegaron a  la conclusión de que esa pose que tomaba lo hacia para hacerse el tipo duro y aunque lo clavaba no le pegaba nada.
Hector detuvo su coche en un club de carretera llamado “Land of Women”  debía  ser nuevo ya que el no lo conocía y tenia recorridos casi todos los de la zona, nunca buscaba sexo con las chicas que allí trabajaban, solo se limitaba a tomar unas copas y a marcharse, pero esa noche tenia ganas de más. Entró en el local, no tenía mucha luz pero la suficiente para saber moverse por el interior y ver bien a la chicas, las había de todas las nacionalidades pero las que más abundaban eran suramericanas. La primera que se acerco a el mientras pedia un Gin-Tonic fue una con acento de europa del este, no le agrado el olor del perfume así que no la hizo caso. Pero si se fijó en una que parecía asiatica, la unica que vió  y la llamó con el dedo pidiendo que se acercara. Continuara…

La Lluvia (part19)