lunes, 22 de agosto de 2011

La Lluvia (part20)

La chica se acerco con aire distraido, como si no hubiera visto las indicaciones de aquel cliente. Se sentó en la silla de al lado y rozó su codo con el brazo de este.
-Disculpe usted, no ha sido mi intención molestarle- dijo la meretriz de ojos rasgados.
-No se preocupe, no me ha incomodado ¿quiere tomar algo?
-Un batido de vainilla estaría bién- contestó mientras miraba al camarero haciéndole un guiño.
La conversacion que ambos mantenían no iba más allá de las preguntas normales, cuantos años tienes, hace mucho que trabajas en esto. Hector notó como en algunas de las respuestas, la chica mentía mecánicamente, como si le hubieran redactado un guión que tuvo que aprenderse previamente. Las copas y las horas iban cayendo, la muchacha se estaba cansando de invitarle, previo pago, a subir a una de las habitaciones del prostíbulo. Solo logro sacarle dos batidos de vainilla, con eso no hacia caja, además estaba perdiendo el tiempo con ese cliente habiendo otros muchos, que seguro estarían encantados de contar con sus servicios
-¿Tu venias buscando sexo o un psicólogo?-dijo ella con algo de sarcasmo-
Hector la miró de arriba a bajo con una seriedad que asustaba- Eres una puta insolente- le espetó volviendo la cara hacia otro lado-
-Que te jodan- replico ella y se largó en busca de otro cliente.
Si por el hubiera sido, esa china habría recibido un lección que no olvidaría nunca, así aprendería a tratar a los clientes. Pero esto no quedaría así, hablando con el camarero se enteró de que algunas de las chicas no pernoctaban en el club, muchas de ellas tenían casa y algunas incluso familia. Se vieron casi forzadas por su situación económica o por ser madres solteras sin recursos a ejercer el oficio más antiguo del mundo. Apuró el ultimo trago de su décima copa en la noche, se despidió amablemente del barman y salió del burdel de carretera dando varios traspiés. Se acomodó en el asiento de su coche, miró el reloj, marcaban las tres en punto de la madrugada. El local como mucho se mantendría abierto hasta las seis de la mañana, así muchas de aquellas chicas que tenían que regresar a casa podrían coger el primer autobús, que paraba al otro lado de la carretera. Esperaría lo que hiciera falta, a que la ojos rasgados saliera.
Francisca no podía pegar ojo, había intentado dormirse pero la voz de mujer que estaba segura de haber oído en  aquel sótano la tenia intranquila. Se levantó de la cama, se puso las zapatillas y bajó despacito hasta la puerta de esa estancia. A oscuras y guiándose por el tacto de las yemas de los dedos notó lo que era la puerta misteriosa, pegaba el oído intentando contener la respiración todo lo que podía, para captar algún sonido pero sin fortuna. Lo que si escuchó fue acercarse un coche, pensó que su hijo llegaba y si la encontraba justo allí, en aquella puerta podría enfadarse mucho. Apresuró el paso hacia su cuarto, el corazón latía muy rápido y la respiración era fatigosa pero  ascendió las escaleras hasta su cuarto como nunca pensaría que llegara hacerlo a su edad. Intentó recuperar el resuello  apoyada de espaldas a la puerta dentro de la habitación, luego  de recuperarse un poco entreabrió un poco la puerta para mirar si su hijo subía por las escaleras, pero no había llegado, cosa que en parte la alegró. La vida de Francisca fue muy dura, se quedó viuda muy joven y con un hijo, su marido falleció trabajando en Francia donde estaban exiliados, después de aquello se vio forzada a volver a España donde no la esperaba nadie. Estaba sola, sin recursos para sacar a su hijo adelante, en medio de una posguerra que hacia aun las cosas más dificiles y todo ello bajo el puño opresor de la dictadura de Franco.  Con mucho esfuerzo, consiguió sacar a su hijo Hector adelante, un chico que era buen estudiante pese a lo precario de su vida familiar, cuando alcanzó la edad de incorporarse al servicio militar, su madre le aconsejo que lo mejor para el era seguir en el ejercito una vez acabada su obligacion de servir a la patria como soldado. El chico hizo caso a su madre y se reengancho en las Fuerzas Armadas en el Ejército de Tierra, hasta convertirse en Sargento de su unidad. Para disgusto de su madre, se presentó voluntario para las labores humanitarias que iba a realizar España en la zona de los Balcanes, en Kosovo concretamente, ella le pidió de rodillas que no fuera pero la respuesta de su hijo fue- Es mi deber madre-. Semanalmente recibía una carta y fotos de los sitios donde su hijo prestaba ayuda a los mas desfavorecidos de aquella cruenta guerra, durante cuatro meses seguidos estuvo recibiendo aquellas misivas, hasta que un semana dejo de recibir carta de su hijo pero si llegó una del Estado Mayor del Ejercito.
El comisario Salcedo y el inspector Tejada estaba reunidos, esperaban que llegara el fax donde les comunicaran el nombre de la persona a que pertenecían las huellas, encontradas en el cuello de la camisa del cadáver del descampado. Según le dijo el forense al comisario las tendrían por la tarde, pero ya eran más de las ocho y no habían recibido notificación alguna.
-Esta espera me come por dentro- le dijo al inspector
-No te preocupes, ya sabes como van aveces estas cosas. Lo mismo les ha entrado algo más importante y han ordenado hacerlo antes.
-Puede ser, pero para mi importante es eso, lo que necesiten otros me la suda- contesto ofendido por aquella posibilidad. Voy a llamar a Roberto, quizás el sepa algo del asunto.
Marco el numero de la oficina de su amigo, con la puntas de los dedos golpeaba impacientemente sobre la mesa esperando a que descolgaran el teléfono.
-Oficina del medico forense Don Roberto Moguer, soy su secretaria ¿en que puedo ayudarle?-
-Buenas tardes, soy el comisario Salcedo de la Policía Nacional de Móstoles ¿está Roberto?
-Pues en estos momentos no se encuentra aquí señor comisario, no creo que tarde en volver ¿quiere que le deje algún recado?
-Solo digalé que le ha llamado Salcedo y que necesito hablar con el sobre el caso de Móstoles.
-Bien, yo se lo digo en cuanto venga no se preocupe.
Salcedo colgó el aparato muy despacio, quitandose así las ganas de haberlo hecho bruscamente. Se marcharon los dos a tomar un café, no sin antes dejar avisado que si recibían lo que estaban esperando se lo comunicaran urgentemente.
Diana estuvo hasta bien entrada la madrugada urdiendo un plan, con el que poder utilizar el arma que se había fabricado con el cede de su artista favorito, según iban avanzando sus guiones más propios de películas que de la realidad que vivía, más le aterrorizaba la idea de fracasar en su intento por escapar, sabia de más lo que la esperaría. No tenia intención de matarle, aunque si fuera necesario no lo dudaría, estaba en juego su vida y era una apuesta a doble o nada.  Se quedó dormida apretando los dedos contra su pequeña arma debajo de la almohada, después de tanto pensar con ella entre las manos no se acordó de guardarla bajo el colchón como había hecho cuando partió el disco.
Los clientes de club iban abandonando el mismo poco a poco, entre ellos también salia alguna que otra dama del sexo que había terminado su jornada. Hector observaba impasible a todas las mujeres, buscaba con la vista perjudicada por el alcohol a su asiática, a la putita que le ofendió con sus palabras de incivilizada. Practicamente se marchó de las últimas, hacia rato que ya no salían clientes, los gorilas del local también se habían ido, con lo cual pocas personas quedarían en el “Land of Women”. Por suerte para el, la chica no cogería el autobús, disponía de vehículo propio lo cual dejaba mucho más a su favor el asunto de la asignatura de educación que tenia pendiente con ella. Sin percatarse de nada la muchacha dejó atrás el aparcamiento habilitado junto al local y se incorporo a la vía de servicio, seguir a vehículos se había convertido en algo natural y hasta divertido para Hector, así que mantuvo esa distancia que el consideraba de seguridad para no ser visto. En un par de ocasiones perdió las facultades necesarias para llevar un vehículo, haciéndole pegar algún que otro volantazo. La chica asiática tomó un desvío dirección Villaviciosa de Odon y unos kilómetros después giro a la izquierda  entrando en la urbanización Pinares Llanos. Aparcó el coche delante de un chalet pequeño, de aspecto más bien antiguo, rodeado de un cercado de ladrillo y una barandilla encima de ese muerete, muy fácil de saltar. La luz exterior era escasa, a la derecha de la vivienda había un pequeño jardín seco y a la izquierda una piscina tapada con una lona.
Hector llego al lugar justo en el momento que ella entraba en la casa, desde fuera vio encenderse la luz de lo que parecía ser el salón, apago el motor del coche y se bajo del mismo. Se quedó mirando alrededor asegurándose que ningún vecino estaba asomado a las ventas de los chalets colindantes, pese a lo sencillo de la maniobra de saltar por encima de la valla, Hector lo tuvo más complicado por su estado ebrio, pero al fin estaba dentro. Rodeó la casa comprobando si alguna ventana estaba abierta, empujando una a una despacio sin hacer ruido, cuando se disponía a presionar una de ellas, una luz ilumino la habitación que había tras ella, por suerte los vidrios eran traslúcidos y no pudieron verle desde el interior cuando se apartaba de ventana. Unos minutos después la luz se apagó, durante ese tiempo se había escuchado el agua correr, no cabía duda de que se trataba de el baño, entonces abrieron un poco la ventana para que se fuera el vaho. Sin querer la muchacha había invitado a Hector a entrar. Espero un tiempo prudencial por si la chica volvía por allí en busca de algún cosmético o algo que necesitara, después se deslizo a su interior como una serpiente, todo estaba en silencio y oscuro, de puntillas avanzaba por la casa, guiándose por los pequeños ruidos que hacia la chica mientras se acomodaba en la cama.
Al entrar en el dormitorio pudo ver a trasluz que la muchacha estaba de lado, sobre su costado derecho mirando hacia la ventana, estaba agotada pero el día no había terminado para ella. En el momento que se disponía a cambiar de postura para ponerse boca arriba una mano tapó su boca y otra apretaba su cuello.
-Buenas noches psicóloga de burdel-dijo Hector susurrandole al oído. No luches, no grites todo se acabó para ti.
La chica pataleó intentando zafarse de aquel hombre, la voz le resultaba muy familiar pero la falta de oxigeno no la dejaba pensar con claridad, en el ultimo aliento que le quedaba arañó a Hector en los brazos, pero solo logró que apretara todavía más sus manos contra cuello y boca, unos segundos después todo se volvió negro para ella y sintió como su alma se separaba de su inerte cuerpo. Hector en su enajenación beso su frente y la dijo-Felices sueños ojos rasgados, me hubiera encantado hacérmelo contigo pero fuiste una mala chica-. Volvió a salir por donde había entrado, el subidon de adrenalina que experimentó mientras ahogaba a la chica lo tenia eufórico, podría seguir matando en ese mismo instante para no perder aquella sensación de poder que le había dado su segunda víctima. Para no olvidar aquel momento se llevo como trofeo una pulsera que había encima de la mesita de noche.
Salcedo había terminado su turno, se disponía a salir de la comisaria hacia su casa, no acabó de sentarse en el coche cuando un agente le llamaba desde la entrada- ¡Comisario, comisario tiene una llamada!- Volvió al interior del edificio, cogió la llamada en la misma recepción para no hacer esperar a su interlocutor. La persona resultó ser su amigo Roberto.
-Salcedo al habla ¿digame?-
-Que serio estás comisario- dijo el forense
-Hola Roberto, pues un poco si. No he recibido el nombre de la persona a la que pertenecen las huellas de las que hablamos, se suponía que lo iba a recibir esta tarde.
-¿No lo recibiste? Se suponía que la orden estaba clarisima, voy a enterarme de por que no se ha cumplido. Te llamo en diez minutos.
-Esta bien, pero hazlo a mi móvil, he acabado mi turno y marcho para casa.
-Entendido, hasta ahora- se despidió el forense con celeridad.
Mandó a su secretaria que le comunicara con el laboratorio de la Policía Científica, la administrativa se puso en contacto con quien su jefe le había mandado y le paso la llamada a su despacho.
-Buenas tardes ¿en puedo ayudarle?
-Buenas tardes soy el medico forense Roberto Moguer. Quisiera hablar con Ángel Garcia Losada.
-Un momento que le paso.
Mientras Roberto se desesperaba escuchando la musiquita que tenían para las esperas, la telefonista informaba a la otra persona de la llamada que tenia y de quien estaba interesado en comunicarse con el. Al oír el nombre dijo que recibiría la llamada.
-Hola Roberto, se por que llamas seguro- afirmó
-¿Cómo es que no tenemos todavía el nombre que pedí para esta tarde? Me ha llamado el comisario pidiendo explicaciones, tenía varios hombres preparados para organizar su detención antes de la noche.
-Lo siento Roberto, hemos tenido un problema informático y nos ha retrasado todo el trabajo, todo iba bien hasta que ha pasado. Pero no  contéis con ese nombre hasta mañana.
-¿Mañana? Solo espero que sea a primera hora, no quiero tener otro encontronazo con el comisario. Si tienes que dejar una persona más trabajando en eso la dejas pero a las ocho quiero tengan un nombre, ahora mismo informare al comisario y le pediré disculpas, Ángel, la próxima vez hacerme saber si hay algún problema.
-Tienes razón Roberto, te pido disculpas y hazlas extensivas al comisario, a primera hora tendréis el nombre.
El forense le comunico a su amigo Salcedo el porque no tenia todavía el nombre que buscaba, no pareció muy contrariado ya que el problema fue técnico y no por dejadez. Aunque le dejo más tranquilo el hecho de que a las ocho dispondría del nombre.
Hector llegó a casa satisfecho de la noche que había tenido, para el matar no suponía cargo de conciencia alguna si su víctima lo merecía, tenia un criminal sentido de la justicia, pero no le había dado rienda suelta a ese sentimiento hasta hacia unos días. Su desequilibrio estuvo refugiado en su mente, alimentandose de todas las malas experiencias vividas para crear el monstruo en que se había convertido, aprendió con el tiempo a mostrarse nada compasivo  ante todo aquel que le hacia mal. Para el mundo se mostraba como un ser sensible y educado, pero toda su vida era una gran mentira, esa sensibilidad en realidad era rabia contenida y su educación era el arma con la que acercarse a la gente y estudiarla, un alma oscura que no escondía nada bueno, pero con una fachada de ángel celestial.  En pocas horas debía estar en píe para recibir al carpintero, así que se duchó e intento conciliar el sueño pese a que las imágenes de la chica oriental surgían como destellos en su mente.
A las siete y media de la mañana, el comisario reunió a todo su equipo, quería dar las instrucciones que seguirían en cuanto tuviese encima de su mesa el nombre del presunto asesino, primero localizarian su domicilio y se desplazarían hasta allí. Otro equipo recopilaria toda la información posible del sospechoso, lugar de trabajo, cuentas bancarias, todo lo relacionado con el. El inspector Tejada sería el encargado del equipo de campo, llevaría todas las iniciativas en el arresto, seis hombres estarían bajo su mando en el tiempo que durara el proceso, no quería el más mínimo error que pudiera echar por la borda la operación. Continuara….