jueves, 15 de septiembre de 2011

La Lluvia (part21)

<< CUERPO GENERAL DE LA POLICÍA CIENTÍFICA
Después de realizar las comprobaciones pertinentes, sobre las huellas enviadas
por el Medico Forense  D. Roberto Moguer Castillo, sobre el caso 22454/08.
Hemos concluido que dichas huellas pertenecen a D. Sergio Varela Garrido, con DNI
08452102, domicilio Pl. Nicaragua nº38 2ºA. En la hoja de antecedentes podrán comprobar que
fue acusado  de falsificación de documentos  y delitos informáticos en 1999, desde entonces
no se tiene constancia de ningún delito e infracción cometidos por este hombre.
Les saluda cordialmente
Fdo Jefe del CGPC >>
Este fax, lo leyó en voz alta el comisario delante de todo el equipo. Repartió fotos a todos los que participarian en el dispositivo que se desplegaría en la dirección indicada, seguidamente ordenó ponerse en marcha para detener al presunto asesino.
Dos vehículos camuflados de la policía, más el coche que conducía el inspector Tejada, se presentaron en la Pl. Nicaragua, las sirenas y las luces de emergencia anunciaron su llegada ante el asombro de los viandantes. Rápidamente entraron en el portal de el edificio y subieron las escaleras haciendo el menor ruido posible, un vecino abrió la puerta de su domicilio en el primer piso para ver que pasaba, le pidieron que no saliera del mismo hasta nueva orden, escuchara lo que escuchara no debía abrir la puerta ni estar pegado a la mirilla para observar, el inquilino cerró tan rápido que casi no le dio tiempo al agente a terminar sus indicaciones. Una vez en la segunda planta, cada uno tomó la posición planeada, Tejada se situó al lado derecho de la puerta e hizo sonar el timbre, varias veces tuvo que repetir esa acción sin un resultado positivo. El ambiente estaba cargado de una gran tensión, pegó la oreja en la puerta para intentar escuchar si había alguien en el interior, por última vez volvió a pulsar el timbre y cinco segundos después daba la orden para que dos agentes armados con un ariete derribaran la puerta. Necesitaron varios golpes para hacer ceder la cerradura, pero cuando la puerta se abrió los agentes entraron al grito de -¡¡Polícia, que nadie se mueva de donde este, las manos donde podamos verlas!!-
No encontraron a nadie en el interior de la vivienda, ni siquiera señales de que alguien estuviera allí viviendo, lo que si se podía ver es una gruesa capa de polvo que cubría el suelo y los muebles, las ventanas y persianas también indicaban lo que se estaba temiendo. El dueño de aquel piso hacia mucho tiempo que no pisaba su interior. Registraron de arriba a bajo el domicilio, pero no encontraron ningún documento ni nada que les sirviera, para saber donde se podría encontrar a la persona que debían detener. El comisario Salcedo no pudo ocultar su decepción al ser informado por el inspector, la frustración era doble ya que el equipo encargado de buscar desde la oficina pistas sobre el sospechoso tampoco había encontrado nada, era como si tuvieran que localizar a un fantasma.
Alberto se presento en casa de su cliente media hora después de lo que dijo, tuvo problemas en el almacén de carpintería donde compraba los materiales y se retrasó. Después de la disculpa, entró con sus herramientas hasta donde tenia que trabajar, se encontraba un tanto incomodo ya que Hector no se movía de su lado en ningún momento, no le gustaba trabajar observado. Para quitarse de encima la mirada vigilante, decidió acercarse a un bar para comer un bocadillo, a Hector le pareció bien que lo hiciera y no puso ningún pero. Estaba claro que no deseaba dejar solo al carpintero en su cuarto, tenia y escondía demasiadas cosas que nadie debía ver, pensaba que si le dejaba a su aire, pudiera ser que en algún momento tuviera la intención de curiosear dentro de la habitación, así que mejor se quedaba junto a el para evitar que esa idea llegara a la cabeza de Alberto. Mientras esperaba su llegada, la mente de Hector se dedicó a jugar con aquel número 4, a buscarle algún sentido a ese dígito. Su madre mientras tanto veía las noticias en la televisión, en una de ellas recordaban la desaparición de Diana nuevamente, lo hacían de cuando en cuando. Francisca siempre se santiguaba pidiendo que apareciera pronto, Hector observaba a su madre, al mismo tiempo que se interesaba por lo que decían sobre el caso  apoyado en el quicio de la puerta. Alberto regresó de su pequeño descanso, al llegar junto a la puerta la encontró entreabierta, cosa que le extraño un poco. La empujó suavemente con dos dedos, dejando la abertura justa para poder mirar sin ser visto, pudo adivinar la silueta de Hector al final del pasillo, estaba oscuro pero allí estaba. Situado a un lado de la entrada al salón como si no quisiera ser descubierto, miraba furtivamente hacia el interior de la estancia. Alberto dio n paso hacia atrás, carraspeo fuertemente y comenzó a silbar para que advirtieran su llegada, no habían pasado ni diez segundos desde que viera a Hector apostado al final del pasillo, pero cuando abrió la puerta del todo ya no estaba. Cerró la puerta tras de si y se dirigió a su zona de trabajo, sus pasos eran mas bien cautelosos, le había entrado un poco de miedo por aquella situación, cuando estaba apunto de alcanzar la escalera escuchó a Hector hablarle por la espalda –Ya estas aquí Alberto- dijo saliendo de la cocina. El susto que se llevo el carpintero le hizo girar sobre si mismo casi de un salto.
-Si, acabo de llegar- dijo conteniendo el aliento
-Siento haberte asustado, estaba en el garaje y no te escuche llegar.
-Tranquilo, voy a seguir con la faena.
Hector espero a que se perdiera escaleras arriba para meterse de nuevo en la cocina. Alberto por su parte sintió deseos de abandonar en ese mismo instante la vivienda, no entendía por que le mintió Hector, pero de lo que estaba seguro es aquel hombre no era trigo limpio.
La policía no tenía datos de Sergio Varela Garrido desde 2004, revisaron todo lo concerniente a este hombre, movimientos bancarios, visitas a la seguridad social, compras o ventas que pudiera haber realizado, pero todo sobre el desaparecía sin dejar rastro en aquel año. El comisario hizo llegar a todas los medios de comunicación una nota de prensa y una foto adjunta, solicitaba la colaboración ciudadana para encontrar alguna pista fiable del paradero de aquel individuo. Todos los medios se hicieron eco de aquella noticia, y durante un par de días no dejaron de difundirla varias veces a día.
Amanda era amiga y compañera de Jan Li, no sabia de ella desde hacia un par de días, no contestaba a sus llamadas ni mensajes y decidió acercarse a su casa.  Hizo sonar varias veces el timbre de la puerta que había en la verja, pero nadie salió a abrirla, recorrió de lado a lado el vallado de la casa intentando ver si había alguien en su interior. Nerviosa trepó por el cercado, de un salto se encontró en el jardín, tocó la puerta pero seguía sin obtener respuesta, rodeo la casa mirando por todas las ventanas hasta que encontró la del baño abierta. Empujó la hoja  despacito, sintió que algo no iba bien, se lo pensó dos veces antes de saltar por la ventana hacia el interior de la vivienda, solo alcanzaba a escuchar los fuertes latidos de su corazón. Intentando no hacer ningún ruido salió del baño, casi de puntillas y pegada a una de las paredes del corredor el miedo que sentía casi la estaba paralizando, llegó a la puerta del dormitorio de su amiga pero no se atrevió a mirar de inmediato. Contuvo la respiración y casi a cara lenta fue asomando la cabeza por la puerta, primero vio los pies de su amiga mientras seguía con la vista su cuerpo, al verle el rostro dejó escapar un grito de terror y retrocedió hasta el corredor de nuevo. Jan Li estaba tumbada boca arriba, con los ojos muy abiertos, una expresión de pánico había quedado para siempre marcada en su rostro, Amanda no atinaba con el teclado del móvil, los nervios atenazaban todo su cuerpo y sus dedos estaban casi rigidos, solo tres números debía marcar pero era incapaz. Varios intentos después lograba ponerse en contacto con el servicio de emergencias.
Diana recibía la visita de Hector con la comida, no le resultó fácil entrar en el sótano por que el carpintero andaba de acá para allá, y no quería ser visto accediendo a esa parte de la casa. Sin pronunciar una sola palabra, depositó la bandeja encima de la cama y con la misma rapidez que había aparecido volvió a desaparecer escaleras arriba. La chica no entendía el por que de aquella forma de actuar de Tomás, pero prefirió no comerse la cabeza pensando más de lo que lo hacia ya y se dispuso a disfrutar del menú.
Hector notó que algo había cambiado en el trato y la forma de actuar de Alberto hacia el, procuraba disimular su mal estar por aquella impresión, supuestamente era el carpintero el que debería darle alguna instrucción, sobre la tarea que creía que alguien le estaba encomendando. En varias ocasiones sacaba conversaciones en las cuales dejaba caer aquel numero cuatro que le tenia obsesionado, pero Alberto no cogía esas indirectas como era lógico, pero le resultaba extraño que le comentara tantas veces algo sobre ese dígito. Un tanto desesperado por no recibir la respuesta deseada, tuvo la tentación de hablarle claro para ver si así podía obtener una pista más sobre su misión, pero contuvo esas ganas. Continuara…