domingo, 24 de julio de 2011

La Lluvia (part13)

Germán conducía dirección a su casa, seguía pensando en lo que le dijo el comisario, ya estaba avisado de que seguían sus pasos. El saberse vigilado provocó en el un sentimiento algo paranoico, observaba por su retrovisor en busca de algún vehículo sospechoso. Pero era demasiado complicado, había un tráfico denso al ser fin de semana.
Una vez en casa decidió bajar las persianas totalmente, a si estaba seguro de no ser vigilado por los ojos indiscretos, de la persona encargada de observarle. Dejó la luz de una pequeña lampara, que utilizaban para los ratos de lectura, más que acomodarse en el sofá, se hundió en el  tratando de ocultarse, buscando camuflarse con el entorno como si de un camaleón se tratase. Casi no se atrevía ni a respirar, pensó que quizás pudiera hasta haber micrófonos ocultos en la casa, nunca se sabia hasta que punto podría llegar la policía en su afán de vigilarle. Tenia la necesidad de hablar con la madre de Diana, quería contarle lo sucedido en la comisaria, pero le asalto una nueva duda-¿tendran pinchado también el teléfono?-pensó, aún asi debía correr el riesgo, alargo el brazo para coger el inalámbrico y marco el número.
Francisca preparaba las maletas con ayuda de su hijo, en principio solo preparo equipaje para unos días,  pero Hector le indicó que pasarían fuera una larga temporada. El sabía de más que quizás ya no podrían volver nunca. Una vez acabada la tarea  la madre estaba cansada y e dispuso a dormir, Hector en cambio se quedó navegando por Internet antes de desmontar el equipo y embalarlo.
Diana ya no tenía hambre, esa sensación ya había dejado de agobiarla, por el contrario la sed se acrecentaba cada vez más. Sus labios estaban resecos e intentaba humedecerlos constantemente con la poca saliva que podía generar, el cansancio acabó por hacer mella en su ya de por si maltrecho cuerpo y se durmió casi sin darse cuenta.
Para Germán el domingo no sería diferente del día anterior, el nudo que le formaba su estómago continuaba ahí, apretando un poco mas que desde la fecha de la desaparición de su novia, esa sensacion de vértigo se acrecentó desde que Salcedo le había dicho sutilmente que estaba siendo observado por ellos. El suponía que la policía estaba de su parte, pero ese supuesto se vino abajo como un castillo de naipes después de sus palabras. Apenas había logrado dormir cuatro horas seguidas, a las nueve de la mañana ya estaba en pié y no sabia en que invertir las siguientes cinco horas que tenia por delante, antes de ir a comer con Carla y su marido. Deambulaba por la casa sin rumbo fijo, de habitación en habitación con  la mente disparando imágenes de lo que llevaba pasado hasta entonces. Pareció detenerse en las palabras que le dijo su hermano Alberto, sobre lo de incorporarse al trabajo para pensar menos en lo sucedido, aunque fuera por unas horas-creo que será lo mejor para mi, si no me volveré loco- dijo en voz alta, mientras miraba su rostro demacrado frente al espejo del baño. Mañana volvería a hablar con Alberto del tema. Con tiempo más que de sobra, decidió ir a casa de los padres de Diana dando un paseo tranquilamente, el día era soleado, se puso las gafas de sol y comenzo a caminar. Con sus ojos ocultos tras las lentes oscuras de las Ray-Ban, podía observar su entorno e intentar averiguar si alguien le seguía, en un par de ocasiones le asaltaron las dudas con dos personas diferentes, cambió de acera aminorando el paso y mirando el reflejo de los individuos en los escaparates. Esperaba a que se adelantaran a el y los observaba inquisitoriamnete, pero el resultado de sus recelos fueron los mismos en ambas ocasiones, la persona en cuestión doblaba la esquina perdiéndose por la calle que habían tomado, falsa alarma. Una vez en le portal de la vivienda de los padres de su novia, llamó al portero un par de veces, no encontró respuesta verbal en ninguna de ellas, a la tercera la respuesta llegó en forma del sonido característico de la apertura de la puerta. Antes de cruzar el umbral de la entrada, giró sobre si mismo poniéndose de frente a la calle sujentando la puerta con la mano derecha, quería cerciorarse de que  había vigilado bien sus pasos y nadie le seguía, solo vio a una chica sentada en un banco de espaldas a el hablando por teléfono móvil. Todo estaba bien.
Mientras en la comisaria de la Policial Nacional  se daba cumplida notificación del punto exacto donde se encontraba Germán. A las once de la mañana Hector salía de su domicilio acompañado de su madre y cargado de bultos, parte la carga la metió en el maletero y lo demás en los asientos traseros del vehículo. Una vecina que paseaba su Yorkshire se acerco hasta la ventanilla del asiento del acompañante, golpeo el cristal con los dedos llamando la atención de Francisca.
-Francisca, ¿te vas de viaje?- pregunto la señora sonriendo. La madre de Hector abrió la puerta y se bajo del vehículo
-¡Como estas Manolita!- contesto ella cariñosamente. Nos vamos a pasar unos días fuera, lo decidimos anoche y no he tenido tiempo de despedirme de nadie. Dame dos besos que tenemos prisa.
A Hector no le gustó demasiado ese encuentro, no esperaba ver a nadie ni que nadie les pudiera ver marchándose. Puso en marcha el motor del coche, mientras Francisca se despedía de su amiga con la mano, pensaba que pronto sabrían todas las vecinas y amigas de su madre que se habían marchado, la policía lo averiguaría rápidamente en caso de que fueran a buscarlo. No deseaba dejar ese cabo suelto pero no tenia tiempo de solucionarlo y para cuando pudiera el problema habría crecido, asi que continuó su camino para desaparecer de allí cuanto antes.
En la habitación de “invitados” no parecía amanecer nunca, Diana se había despertado como se durmió, sola y a oscuras. Pese a no haber bebido nada en muchas horas tuvo la necesidad de orinar, pero no había nadie para ayudarla en su necesidad fisiológica, normalmente Hector la dejaba una cuña de hospital para hacerlo. En su momento le prometió instalarle un retrete para que ella sola pudiera hacer lo que fuera sin necesidad de su ayuda, pero antes tenían que llegar al punto de confianza que el creía debido. No tuvo otro remedio que aliviar su vejiga, ya no podía aguantar más, hambrienta, sedienta y mojada por la humedad del orín rompió a llorar desesperada. Le asalto la idea de que aquel hombre la había abandonado a su suerte, dejándola morir de inanición, nadie sabría nunca que se encontraba en aquel odioso cuarto y para cuando la encontraran seria demasiado tarde.
Carla no entendía como podían sospechar de su yerno, no dejaba de maldecir al comisario por aquellas palabras hacia Germán, su marido trataba de calmarla pero sin resultado. Solo pudo contener su ira cuando, en el telediario comentaron la noticia de la concentración publica que tendría lugar por la tarde donde desapareció su hija, estaban convocados todos aquellos que se sintieran solidarizados con los familiares de Diana, que por otra parte eran muchos, y la manifestación estaba organizada por los amigos de la pareja. En las imágenes se habían dejado ver algunos de ellos con pancartas, pidiendo que Diana volviera o fuera liberada por sus captores. Las seis de la tarde era la hora fijada para el evento, incluso el alcalde de Móstoles había confirmado su asistencia, asi como la de varios ediles del consistorio. Terminada la noticia el tercio de la conversación cambió, se centraron en la repercusión medíatica que tendría esa manifestación publica a favor del caso de Diana.
Varias cámaras de televisión filmaban la cabecera de la marcha, reporteros de diversos medios de comunicación se mezclaban entre en gentío, haciendo preguntas a los manifestantes. Germán iba en el centro de la primera fila, los padres de Diana estaban colocados a izquierda y derecha de el, su hermano Alberto sujetaba una de las esquinas de la pancarta y tras el la madre de ambos. Solo se oía un pequeño murmullo pese a las miles de personas que formaban el séquito. Al llegar al punto exacto donde se vio a Diana por ultima vez, la gente formó un enorme semicirculo alrededor del banco, muchas personas colocaban velas encima o junto a el.Continuara……