miércoles, 27 de julio de 2011

La Lluvia (part14)

Germán no alcanzaba a entender el significado de las velas-Diana no está muerta ¿Por qué  las velas?- se decía así mismo, se acercó disimuladamente al oído de Carla susurrandole ese mismo pensamiento.
-No es por que piensen que está muerta, es una forma de pedirle a dios que vele por ella y nos la devuelva a salvo- musito ella, contestando a la pregunta.
-Si hubiera un dios, no permitiría estas cosas- respondió Germán, notando su interior rebullir de ira.  Carla se limito a bajar la cabeza y cerrar sus ojos, movía los labios sin que escapara ningún sonido de ellos, mascullaba una plegaria hacia ese dios que ella si creía que existía. En varias ocasiones se rompía el silencio reinante con gritos  pidiendo que Diana volviera,  a los cuales se unía el clamor popular y unánime como una sola voz. La manifestación era observada de cerca por varios agentes de uniforme, otros vestidos de forma normal y mezclados entre la muchedumbre, no querían que aquella concentración sirviera de excusa para que alguien pudiera promover otro tipo de actos.
Todo transcurrió de la forma deseada, al final una ovación en forma de aplausos rompió el aire, dando así por terminada la  congregación. Mientras el personal se dispersaba, no sin antes saludar a la familia mostrándoles de nuevo su apoyo, los medios de comunicación no perdían ripio de todo lo que se sucedía, e incluso mas de un micrófono fue puesto cerca para recoger las palabras que les dedicaban. Varios periodistas intentaron  arrancar alguna palabra de los familiares de Diana, muy a pesar suyo no consiguieron más que un-gracias por todo- de boca de Germán. Tanto el alcalde como los ediles del Ayuntamiento se despidieron de ellos rodeados de agentes municipales, ofreciéndose a ayudarles en lo que estuviera en su mano. Cuando ya no quedaba practicamente nadie en el parque, Germán pudo ver al comisario salcedo y al inspector Tejada entrar en un vehículo policial, ahí estaban, vigilando sus movimientos una vez más.
Hector conducía su Kia Venga de forma un poco agresiva, aunque su semblante estaba aparentemente relajado, su mente no dejaba de pensar en aquella vecina y las consecuencias que podía traer su más que posible indiscreción. Francisca tampoco iba muy relajada en su asiento, los continuos adelantamientos y cambios de carril de su hijo la tenían en tensión.
-Hijo, no hace falta correr tanto, más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto- le aconsejó, sin dejar de mirar al frente.
-Perdona mamá, es que estoy ansioso por que veas la casa y me he dejado llevar- contesto el y acto seguido aflojó el pié del acelerador. Condujo de forma normal hasta su destino, aunque la sra Manolita no dejaba de dar vueltas en su mente. Al señalarle cual era la casa a su madre, quedó fascinada por aquella facha de piedra natural, las ventanas de madera con los vidrios al estilo inglés, una gran chimenea que sobresalía detrás de la fachada principal y la verja de hierro forjado que rodeaba todo el terreno. Estaba deseando bajarse y contemplar todo con suma tranquilidad, esta vez no dejó el coche en el garaje, lo detuvo en la rampa y ayudo a su madre a bajar de el, ella cogida del brazo de Hector subieron las escaleras de mármol que llegaban hasta la puerta principal. Al abrir la puerta invito a su madre a pasar primero, al amplio recibidor le seguía un pasillo, este comunicaba con un aseo y la cocina a la derecha, unos metros mas adelante con la escalera que subía a la planta superior a la izquierda y al fondo con el enorme salón, solo aquella planta dejaba al piso de Móstoles como si fuera de juguete. Lo que menos  le gustó a Francisca era la decoración, era todo lo contrario a lo que ella entendía a decorar una casa.
Subieron a la planta superior, cinco habitaciones con baño propio tres de ellas y aseo otras dos. Francisca se decidió por la primera que había a la izquierda nada más subir las escaleras, dejaron las maletas en el interior y se dispuso a colocar su ropa y enseres. Hector bajo raudo las escaleras y entro en la cocina, preparo unos sandwich y cogió un brick de zumo, lo coloco todo en una bandeja y entró silenciosamente en la habitación de su “invitada”. Al encender la luz del sótano Diana rompió a llorar, todos los temores a ser abandonada en aquella lúgubre estancia se disiparon, pero también por que se sentía avergonzada por haber tenido que orinarse encima y mojar la ropa de cama y el colchón, tenia miedo a la reacción de Tomás aunque fuera casi inevitable el que sucediera aquello, después de mas de veinticuatro horas sola. Al contrario de lo que pensaba Diana, el se mostró arrepentido de haberla dejado tanto tiempo sola.
-Perdoname Raquel, lo siento muchisimo- se disculpaba el. No era mi intención dejarte sola tantas horas, tenia que hacer unas cosas y me llevaron mas tiempo de lo esperado, no volverá a suceder te lo juro ¿podrás perdonarme?
Diana asintió entre sollozos, aunque por dentro hubiera preferido ahogarlo con sus propias manos.
-Gracias Raquel, te has portado muy bien, no como yo. Te he traído varias cosas, pero antes come un poco, te soltare una mano en muestra de mi confianza para que lo hagas tú sola, mientras iré a por sabanas limpias, ropa y algo para que te asees. Mañana mismo te instalare un retrete y un lavabo, la situación ha cambiado y ya te contaré porque. Ahora no hagas ningún movimiento extraño ni intentes quitarte el otro nudo en mi ausencia, no quisiera tener que matarte- le advirtió con una media sonrisa.
Una vez liberada, Diana engullía los sandwich casi sin respirar, el litro de zumo desapareció con la misma rapidez que los emparedados. Al regresar Hector al sótano ya no quedaba rastro de la cena, le colocó la cadena que había anclado al suelo alrededor del tobillo izquierdo y le volvió a sugerir que no intentara nada, que la liberaría para que se aseara mientras el hacia la cama, aunque lo hubiera pensado no tendría opción de hacer nada, ya que portaba un cuchillo de grandes dimensiones. Diana se limito a ponerse donde le había indicado, se dio la vuelta para que no la viera  mientras se aseaba, el no levanto la vista de la cama en ningún momento para mirarla, es más, sentía un poco de vergüenza ante aquella situación. Cuando hubo terminado de hacer la cama, pregunto si estaba lista.
-Si, ya estoy lista Tomás- contesto Diana.
Regresó a la cama, pero esta vez solo le ató las manos y dejo la cadena en su pié izquierdo quedando el derecho libre. Ella le ofreció una sonrisa en señal de agradecimiento para continuar ganadose su confianza. Hector le mostró entonces lo que le había comprado el día anterior, los discos, las camisetas y la ropa interior.
-¿Podría escuchar un poco de música durante un rato?- pregunto casi suplicando.
-Esta bien, pero solo un rato- contesto Hector abriendo uno de los discos, he introduciéndolo en el reproductor.
Cuando Hector hubo desaparecido de la estancia, Diana rompió a llorar de nuevo, esta vez por la rabia contenida de verse liberada durante unos minutos y no poder haber hecho nada, por escuchar los acordes de aquellas canciones que le recordaban a Germán, a su familia, a su vida antes de que se quedara dormida en el tren y se pasara de estación. Sabía que ya nunca sería la misma si lograba salir de aquel secuestro, aquel hombre había acabado con la Diana que ella conocía.
Francisca, ajena a todo lo qué sucedía en ese sótano, continuaba ordenando y guardando sus cosas, en armarios y cajones. Al terminar bajó en busca de su hijo, lo encontró entrando en la cocina desde el garaje.
-¿Ya has teminado de instalarte en tu cuarto mamá?
-Si hijo, ya tengo todo guardado. Voy a preparar algo de comer y comeremos en el jardín ¿Qué te parece?sabia

-Me parece estupendo, monto la mesa y voy al pueblo a comprar unas cosas.
Abrió de par en par las puertas que daban al jardín desde el salón, puso un mantel sobre la mesa, los cubiertos y un pequeño jarrón con tres rosas blancas recién cortadas, una por cada persona de la casa.
Germán invito a la familia a ir a su casa, quería que cenaran todos juntos y terminar así ese día lleno de emociones y sentimientos. Todo aceptaron la oferta, pero con la condición de que cocinara el, a lo cual accedió entre las risas de todos.
Después de la cena se fueron marchando uno a uno, volvió a quedarse en aquella soledad que detestaba tanto, en aquel estremecimiento que le provocaba el saberse vigilado. La policía ya sabría que se encontraba solo, habrían visto a su familia salir del portal y esperarían a ver que haría el. Echó de nuevo las persianas hasta abajo, pero esta vez no conectó la lamparita, encendió el televisor y se quedo viendo noticias hasta que se durmió sin darse cuenta.
Hector fue a comprar el lavabo y el retrete a una fontaneria de pueblo, se llevo todo lo necesario para su instalación atendiendo los consejos del encargado de la tienda, declinando en todo momento el ofrecimiento de esta persona a colocárselo por un módico precio. Llego a irritarle de sobre manera su insistente persuasión, casi hasta el punto de querer meterle la cabeza en el retrete recién adquirido, pero por segunda vez en el día tuvo que contener su ira. Abandonó la tienda con una furia creciente en su interior, necesitaba descargar toda esa rabia o estallaría por dentro. Al regresar a casa, entró en ella sin pronunciar palabra, se le notaba desencajado, se dirigió al piso de arriba, a su cuarto. La madre esperaba tranquila en el jardín, regando las rosas que crecían en el, no le escucho entrar pero de repente oyó unos fuerte golpes, venían del interior de la casa. Paralizada y asustada dejo caer la maguera. Hector trataba de abrir la puerta de su cuarto, estaba cerrada con llave, pero esta no giraba dentro de la cerradura, estaba atascada, con lo que esa ira estallo presa de aquella nueva contrariedad. Patadas y puñetazos dirigidos hacia la puerta fueron su vía de escape, con los nudillos ensangrentados y la puerta literalmente destrozada se sentó en el suelo, jadeaba fuertemente  por el esfuerzo realizado. Francisca no se podía creer lo que había oído, a su mente regresaron aquellos episodios violentos cuando Hector aún era un niño, los primeros brotes iracundos de su hijo sin saber por que, intento ir lo mas rápido que sus octogenarias piernas la dejaban, hasta el lugar de donde provenian los golpes. Sabía de más que encontraría a su hijo en un estado de perturbacion, pero también tenía las artes para calmarlo igual que cuando era un crío, no tenía miedo de sus reacciones y si que en sus arrebatos pudiera lastimarse o herirse gravemente. Ascendió las escaleras que comunicaban con la planta superior, allí sus ojos contemplaron que su hijo, sentado en el suelo tapándose la cara con las manos ensangrentadas lloraba desconsoladamente, no dijo nada, se arrodilló con gran esfuerzo y lo acurrucó entre sus brazos, balanceandose como si acunara a un bebé. Permanecieron en esa postura unos quince minutos, hasta que los llantos fueron cesando, dando paso a una tensa calma.
-¿Ya te encuentras mejor cariño?- pregunto ella besando su frente sudorosa.
-Si mamá, no se que me ha pasado. Siento haberte asustado, no volverá a ocurrir.
-Ahora bajaremos a curarte las manos y después comeremos como si nada hubiera ocurrido. Tienes que cuidar la medicación mi vida, no me gusta verte así.
Hizo lo que propuso la madre sin rechistar, cabizbajo aguantaba el tremendo escozor y dolor que el causaban las curas, pero no salió de su boca ningún quejido, después de comer le llevo a una habitación y le dio la mendicación para que descansara. Ella entretanto recogió los trozos de madera arrancados a golpes de la puerta.
Hector estuvo dormido siete horas seguidas, su madre miraba de vez en cuando que  su descanso fuera plácido, se levanto atolondrado y dolorido, bajo hasta el salón en busca de su madre. Se sentó a su lado y la beso la mejilla con ternura.
Después de un rato se levantó y preparo algo de cenar para su “invitada”, para que Francisca no pudiera ver como entraba en el sótano la hizo salir al jardín para que cortara algunas flores y preparar un centro, la madre encantada con la idea se puso manos a la obra enseguida. Se deslizo sibilinamente por la abertura oculta en la pared, dejó la bandeja con la cena en una silla y le indico con un gesto a Raquel que esperase, volvió a salir esta vez en busca de los sanitarios para dejarlos preparados para su instalación al día siguiente. Después volvía a liberar una de sus manos, para que así pudiera alimentarse sola.
Una mañana gris inició el primer día de la semana, Germán notaba como si su cuerpo le pesara el doble, se movía cansinamente por la casa, no tenia ganas ni de verse la cara en el espejo. Estaba entrando en un bucle depresivo peligroso, no debía permitir que eso llegara a más, así no sería de ayuda ni para el mismo, decidió llamar a su hermano para volver de nuevo al trabajo.
-Buenos días Alberto- dijo el al contestar su hermano.
-Hola hermano ¿Cómo te encuentras hoy?
-No muy bien, siento que no tengo ganas de nada, como si me estuviera rindiendo. Necesito que me ayudes a salir de esto, aceptare volver al trabajo, puede ser una buena terapia.
-Claro que si, ya te dije que puede ser lo mejor para ti, pensar en otras cosas será bueno para escapar durante unas horas de esos pensamientos. No olvidaras este trance, pero le darás un respiro a tu mente.
Iré a buscarte para que me ayudes en la colocación de una barandilla, es poca cosa pero para empezar estará bien.
Dicho y hecho, al cabo de unos minutos Alberto esperaba dentro de la furgoneta, durante el trayecto le explicó la clase de trabajo que debían realizar. También le enseño los presupuestos que tenia aún por entregar, si les daba tiempo se los llevarían a los clientes. A Germán se le pasó la jornada rapidísimo, se había centrado tanto en el trabajo de la barandilla que casi no había hablado, mas que para pedir alguna herramienta a su hermano. Algo más tarde de las dos de la tarde habían concluido la tarea, comieron juntos en un restaurante del polígono de Urtinsa, mientras daban buena cuenta del menú organizaban los presupuestos para hacer una ruta que terminara cerca de casa. Alberto estaba encantado de volver a tener a su hermano a su lado, notaba que el día de trabajo le estaba sentando muy bien y no iba a dejar escapar la oportunidad de que continuara así, aunque para ello tuviera que hacer trabajos de poca monta.
Hector madrugó mucho, tenia que hacer el trabajo de fontaneria en la habitación de su “invitada” antes de que la madre despertara. Casi asustó a Diana cuando irrumpió en el sótano, le ofreció un copioso desayuno, puso música y comenzó a trabajar.
-Tomás ¿Qué te ha pasado en las manos?- preguntó ella con tono preocupado.
-Un pequeño accidente, gracias por preocuparte, pero no es nada de importancia- contesto Hector y siguió enfrascado en sus quehaceres.
Hora y media después ya tenia todo listo, recogió las herramientas, limpió los escombros de la abertura que tuvo que hacer, en el falso pilar donde se encontraba la bajante y en la cual conecto los desagües de los sanitarios. Delante de ellos colocó un viejo biombo que tenia guardado en el sótano, así no vería a Diana hacer sus necesidades cuando bajara.
Ahora tenia otro trabajo por delante, debía cambiar la puerta destrozada de su dormitorio y hasta reparar todas las marcas que habían quedado en el suelo, pero eso no sabia hacerlo el, necesitaba encontrar alguien que lo hiciera. Francisca estaba en el salón, ultimando el centro de mesa mientras veía la televisión, Hector alabo el trabajo y el buen gusto de su madre al ver su creación. Se sentó junto al teléfono, y se puso a ojear las paginas amarillas, apuntó varios números de teléfono en un papel y se dispuso a llamar. Continuara……

domingo, 24 de julio de 2011

La Lluvia (part13)

Germán conducía dirección a su casa, seguía pensando en lo que le dijo el comisario, ya estaba avisado de que seguían sus pasos. El saberse vigilado provocó en el un sentimiento algo paranoico, observaba por su retrovisor en busca de algún vehículo sospechoso. Pero era demasiado complicado, había un tráfico denso al ser fin de semana.
Una vez en casa decidió bajar las persianas totalmente, a si estaba seguro de no ser vigilado por los ojos indiscretos, de la persona encargada de observarle. Dejó la luz de una pequeña lampara, que utilizaban para los ratos de lectura, más que acomodarse en el sofá, se hundió en el  tratando de ocultarse, buscando camuflarse con el entorno como si de un camaleón se tratase. Casi no se atrevía ni a respirar, pensó que quizás pudiera hasta haber micrófonos ocultos en la casa, nunca se sabia hasta que punto podría llegar la policía en su afán de vigilarle. Tenia la necesidad de hablar con la madre de Diana, quería contarle lo sucedido en la comisaria, pero le asalto una nueva duda-¿tendran pinchado también el teléfono?-pensó, aún asi debía correr el riesgo, alargo el brazo para coger el inalámbrico y marco el número.
Francisca preparaba las maletas con ayuda de su hijo, en principio solo preparo equipaje para unos días,  pero Hector le indicó que pasarían fuera una larga temporada. El sabía de más que quizás ya no podrían volver nunca. Una vez acabada la tarea  la madre estaba cansada y e dispuso a dormir, Hector en cambio se quedó navegando por Internet antes de desmontar el equipo y embalarlo.
Diana ya no tenía hambre, esa sensación ya había dejado de agobiarla, por el contrario la sed se acrecentaba cada vez más. Sus labios estaban resecos e intentaba humedecerlos constantemente con la poca saliva que podía generar, el cansancio acabó por hacer mella en su ya de por si maltrecho cuerpo y se durmió casi sin darse cuenta.
Para Germán el domingo no sería diferente del día anterior, el nudo que le formaba su estómago continuaba ahí, apretando un poco mas que desde la fecha de la desaparición de su novia, esa sensacion de vértigo se acrecentó desde que Salcedo le había dicho sutilmente que estaba siendo observado por ellos. El suponía que la policía estaba de su parte, pero ese supuesto se vino abajo como un castillo de naipes después de sus palabras. Apenas había logrado dormir cuatro horas seguidas, a las nueve de la mañana ya estaba en pié y no sabia en que invertir las siguientes cinco horas que tenia por delante, antes de ir a comer con Carla y su marido. Deambulaba por la casa sin rumbo fijo, de habitación en habitación con  la mente disparando imágenes de lo que llevaba pasado hasta entonces. Pareció detenerse en las palabras que le dijo su hermano Alberto, sobre lo de incorporarse al trabajo para pensar menos en lo sucedido, aunque fuera por unas horas-creo que será lo mejor para mi, si no me volveré loco- dijo en voz alta, mientras miraba su rostro demacrado frente al espejo del baño. Mañana volvería a hablar con Alberto del tema. Con tiempo más que de sobra, decidió ir a casa de los padres de Diana dando un paseo tranquilamente, el día era soleado, se puso las gafas de sol y comenzo a caminar. Con sus ojos ocultos tras las lentes oscuras de las Ray-Ban, podía observar su entorno e intentar averiguar si alguien le seguía, en un par de ocasiones le asaltaron las dudas con dos personas diferentes, cambió de acera aminorando el paso y mirando el reflejo de los individuos en los escaparates. Esperaba a que se adelantaran a el y los observaba inquisitoriamnete, pero el resultado de sus recelos fueron los mismos en ambas ocasiones, la persona en cuestión doblaba la esquina perdiéndose por la calle que habían tomado, falsa alarma. Una vez en le portal de la vivienda de los padres de su novia, llamó al portero un par de veces, no encontró respuesta verbal en ninguna de ellas, a la tercera la respuesta llegó en forma del sonido característico de la apertura de la puerta. Antes de cruzar el umbral de la entrada, giró sobre si mismo poniéndose de frente a la calle sujentando la puerta con la mano derecha, quería cerciorarse de que  había vigilado bien sus pasos y nadie le seguía, solo vio a una chica sentada en un banco de espaldas a el hablando por teléfono móvil. Todo estaba bien.
Mientras en la comisaria de la Policial Nacional  se daba cumplida notificación del punto exacto donde se encontraba Germán. A las once de la mañana Hector salía de su domicilio acompañado de su madre y cargado de bultos, parte la carga la metió en el maletero y lo demás en los asientos traseros del vehículo. Una vecina que paseaba su Yorkshire se acerco hasta la ventanilla del asiento del acompañante, golpeo el cristal con los dedos llamando la atención de Francisca.
-Francisca, ¿te vas de viaje?- pregunto la señora sonriendo. La madre de Hector abrió la puerta y se bajo del vehículo
-¡Como estas Manolita!- contesto ella cariñosamente. Nos vamos a pasar unos días fuera, lo decidimos anoche y no he tenido tiempo de despedirme de nadie. Dame dos besos que tenemos prisa.
A Hector no le gustó demasiado ese encuentro, no esperaba ver a nadie ni que nadie les pudiera ver marchándose. Puso en marcha el motor del coche, mientras Francisca se despedía de su amiga con la mano, pensaba que pronto sabrían todas las vecinas y amigas de su madre que se habían marchado, la policía lo averiguaría rápidamente en caso de que fueran a buscarlo. No deseaba dejar ese cabo suelto pero no tenia tiempo de solucionarlo y para cuando pudiera el problema habría crecido, asi que continuó su camino para desaparecer de allí cuanto antes.
En la habitación de “invitados” no parecía amanecer nunca, Diana se había despertado como se durmió, sola y a oscuras. Pese a no haber bebido nada en muchas horas tuvo la necesidad de orinar, pero no había nadie para ayudarla en su necesidad fisiológica, normalmente Hector la dejaba una cuña de hospital para hacerlo. En su momento le prometió instalarle un retrete para que ella sola pudiera hacer lo que fuera sin necesidad de su ayuda, pero antes tenían que llegar al punto de confianza que el creía debido. No tuvo otro remedio que aliviar su vejiga, ya no podía aguantar más, hambrienta, sedienta y mojada por la humedad del orín rompió a llorar desesperada. Le asalto la idea de que aquel hombre la había abandonado a su suerte, dejándola morir de inanición, nadie sabría nunca que se encontraba en aquel odioso cuarto y para cuando la encontraran seria demasiado tarde.
Carla no entendía como podían sospechar de su yerno, no dejaba de maldecir al comisario por aquellas palabras hacia Germán, su marido trataba de calmarla pero sin resultado. Solo pudo contener su ira cuando, en el telediario comentaron la noticia de la concentración publica que tendría lugar por la tarde donde desapareció su hija, estaban convocados todos aquellos que se sintieran solidarizados con los familiares de Diana, que por otra parte eran muchos, y la manifestación estaba organizada por los amigos de la pareja. En las imágenes se habían dejado ver algunos de ellos con pancartas, pidiendo que Diana volviera o fuera liberada por sus captores. Las seis de la tarde era la hora fijada para el evento, incluso el alcalde de Móstoles había confirmado su asistencia, asi como la de varios ediles del consistorio. Terminada la noticia el tercio de la conversación cambió, se centraron en la repercusión medíatica que tendría esa manifestación publica a favor del caso de Diana.
Varias cámaras de televisión filmaban la cabecera de la marcha, reporteros de diversos medios de comunicación se mezclaban entre en gentío, haciendo preguntas a los manifestantes. Germán iba en el centro de la primera fila, los padres de Diana estaban colocados a izquierda y derecha de el, su hermano Alberto sujetaba una de las esquinas de la pancarta y tras el la madre de ambos. Solo se oía un pequeño murmullo pese a las miles de personas que formaban el séquito. Al llegar al punto exacto donde se vio a Diana por ultima vez, la gente formó un enorme semicirculo alrededor del banco, muchas personas colocaban velas encima o junto a el.Continuara……

miércoles, 20 de julio de 2011

La Lluvia (part12)

Entro con su vehículo en la calle Pintor Picasso, justo en frente del acceso a las piscinas de Iviasa tenían el piso. Dejó el coche en el garaje privado de la comunidad y subió a casa. Una vivienda muy amplia, como todas las de esa zona, estaba decorada al gusto de la madre, pero tenia lo ultimo en tecnología domestica, muchos de esos aparatos los podía poner en   funcionamiento atraves de su móvil. Entró en casa, con una de sus mejores sonrisas y colocándose el pelo con las manos frente al espejo del recibidor.
-Mamá, ya estoy aquí- dijo anunciando su llegada.
Francisca salió del salón hacia la puerta, con los brazos abiertos y emocionada, a sus ochenta y tres años cualquier cosa la hacia aflorar las lágrimas.
-Hijo, mi niño, me tenias preocupada- contesto ella mientras se aferraba al cuerpo de Hector. Te veo mas delgado ¿no comes bien?
-Si mamá, como bien no te preocupes. ¿Tu como estas?- pregunto el besando sus mejillas.
-Cada vez mas vieja- le respondió ella, sonriendo y mirándole como si aún su hijo fuera un bebé.
Estuvieron charlando durante un buen rato, sentados en el salón Francisca le contaba a su hijo como le había ido en esos últimos cuatro días de soledad. Hector escuchaba a su madre sin interrumpirla, de vez en cuando tomaba sus manos arrugadas y artríticas por el paso del tiempo, pero suaves como las de un recién nacido, las acariciaba con sus dedos pulgares, mostrándola todo el amor que la profesaba. La expresión facial de Francisca, era la expresión de una persona que ha sufrido bastante en la vida, quedó viuda cuando su hijo no tenía aún los dos años. Había trabajado de todo lo que podía, incluso llegó a ejercer de peón para una empresa cargando sacos de carbón en la guerra civil, su encorvada espalada la recordaba de cuando en cuando, en forma de dolores aquellos años. Sacó a su primogénito a delante ella sola, no quiso más hombres en su vida para dedicarse en cuerpo y alma, a lo que mas quería del mundo. Fueron tiempos difíciles para ella, pero su hijo compensó esa vida entregada, entregándose el a ella desde que se jubilara. Todo era poco para esa madre, siempre tenia algún regalo para ella cuando llegaba a casa y ese día no era menos, del bolsillo de su pantalón extrajo una pequeña cajita de color negro, en el centro de la tapa una inscripción que decía “Te quiero Mamá” y un corazón en rojo.
La cara de Francisca tornó, a la de un niño cuando ve los regalos de reyes, se emocionó de nuevo al abrir el pequeño estuche. Dos pendientes de perlas cultivadas y engarzadas en oro blanco eran su regalo, no perdió un instante en querer ponérselos.
-Son preciosos cariño, ayudame a ponérmelos- le pidió a la vez que se quitaba los que llevaba puestos.
-Claro mamá, yo te los pongo. Vas a estar guapisima-acercó  a su madre un espejo de mano para que viera como le quedaban. Esta noche los estrenas, vamos  a cenar fuera para que todo el mundo vea lo guapa que estás.
Francisca se levanto ayudada por su hijo y se encamino con paso lento ayudada por su bastón al dormitorio, para elegir el vestido que mas pegara con aquellos pendientes.
Al salir del programa de televisión, Germán conectó el móvil, le habían hecho apagarlo cuando entró a plató para que no interrumpieran la emisión del debate. Tenia varias llamadas perdidas, el numero era desconocido para el, pero por un momento pensó, que podía tratarse de alguien que quizás podía haber visto a Diana, incluso de la persona que la pudiera tener secuestrada. Pulsó el botón de rellamada, el corazón parecía que iba a salirse de su pecho y las manos le temblaban levemente. Todo lo que había oído en aquel programa, sobre casos de desapariciones de boca de familiares y amigos, le irrumpieron de golpe en su cabeza, llamadas amenazadoras, otras pidiendo rescates, mensajes de texto con condiciones de entrega del dinero, con fotos del familiar en cuestión magullado. Todo eso y más podría ser el objeto de esas llamadas.
Después de varios tonos, alguien descolgó.
-Hola Germán- dijo la persona al otro lado de la linea telefónica.
-Tengo varias llamadas perdidas de este numero ¿Quién es usted?- contesto sorprendido y con la voz entrecortada.
-Soy el Comisario Salcedo, este es el número de mi móvil de trabajo. Tengo que decirle que hemos encontrado a la última persona que vio a Diana antes de desaparecer. Si viene a la comisaria podré informarle de ello.
-En unos treinta minutos estoy allí- contestó Germán, sintiendo un subidon de adrenalina.
El comisario también quería que se personase en las dependencias policiales, además de para informarle para ver si el podría ser la persona que vieron abrazada a Diana en aquel banco. Había pedido una orden de registro de su domicilio, tenían que ver si las prendas que llevaba aquella persona, descritas por Daniel estaban en esa casa. Sopesaron la posiblilidad, que si era el ya se podría haber deshecho de las mismas, pero podían encontrar cualquier otro indicio como ese móvil que seguía sin aparecer. Nada hacia sospechar a Germán que el, también estaba en el punto de mira de la policía e incluso que lo tenían vigilado y sabían de todos los movimientos que hacia paso a paso.
Al parar en los semáforos ya había personas que lo reconocían, le señalaban con el dedo y se decían cosas tapándose la boca, incluso mas de uno quedaba embobado con la cara pegada a la ventanilla. Era una sensación rara la que sentía al ver esas cosas, por un lado estaba la emoción de sentirse conoció y por el otro la tristeza del por que de esa popularidad. Solo se limitaba a observar, no hacia ningún gesto.
Hector reservó en un restaurante del mismo Móstoles, estaba cerca de su casa, en la zona de la plaza de toros concretamente. A la hora fijada entraron por la puerta, llevaba a su madre cogida del brazo, ella se sentía feliz, importante al lado de su hijo. El camarero les condujo a la mesa reservada y les entregó la carta. Esa noche Francisca descubriría uno de los secretos que su hijo tenia guardados.
Diana sentía un pequeño dolor en el estómago, junto con ese malestar llegaba algún que otro quejido de esa víscera, empezaba a sentir hambre y aún que pareciera mentira, deseaba ver entrar a Tomás con la bandeja de la cena. Las horas pasaban, poco a poco ese apetito voraz y la deshidratación se estaban convirtiendo en desesperación. En varias ocasiones llamó a Tomás, unas de manera moderada y otras a pleno pulmón-o bien es cierto lo de la insonorización o por el contrario no hay nadie en la casa- pensó. Deseaba que fuera la primera opción y que de un momento a otro bajara esa ansiada cena, nunca se retrasaba con los horarios, pero esa noche la pasaría sin cenar pero eso ella aún no lo imaginaba.
El inspector Tejada acompaño a Germán hasta el despacho del comisario, tocó la puerta y acto seguido pasaron al interior.
-Buenas tardes, tomen asiento caballeros- dijo cortésmente Salcedo. Una vez sentados, le contó a Germán como habían llegado hasta la persona que había visto por última vez a su novia.
-La descripción física de la persona que estaba junto a Diana, bien podría ser la suya Germán- espeto el comisario de golpe.
No salia de su asombro, estaban sospechando y casi acusándole en su propia cara.
-¿Me esta diciendo, que quizás fui yo el que ha hecho desaparecer a mi novia?-contesto energicamente.
-Lo único que quiero decirle con esto, es que se asemeja a usted no que sea la persona que buscamos. No hay ningún dato significativo, un tatuaje, una cicatriz donde empezar a buscar, puede ser cualquier persona.
-Pues hagan su trabajo y busquen a esa persona, le aseguro que no soy yo. Seguramente estoy haciendo mas por encontrarla que ustedes.
-Señor Germán, no voy a permitirle ese tono en mi despacho, ni que ponga en duda el trabajo de mis hombres. Ya sabemos  lo que usted hace por encontrar a Diana, carteles, entrevistas en periódico, en televisión, llamamientos en redes sociales. Nuestro trabajo no va por esos caminos y le pediría que en lo sucesivo se abstenga de dar ningún dato que se le proporcione desde esta comisaria, podría entorpecernos mas que ayudarnos. Por cierto, procure no hablar por el móvil cuando conduce.
Germán continuaba con cara de asombro, ese ultimo dato lo descolocó por completo-¿Cómo sabia lo del móvil?- se dijo, pero ni se atrevió a formular la pregunta, se limito a agachar la cabeza.
-Tengo una orden para poder registrar su casa, aquí tiene el documento si quiere leerlo. Proceremos al registro ahora mismo y en su presencia.
Leyó el papel  y asintió levemente, el inspector que no abrió la boca en el rato que estuvieron allí, se levanto de la silla y se dirijio a la puerta. Germán le siguió por el pasillo hasta la entrada de la comisaria, cuatro agentes les esperaban fuera.
-Yo iré con Germán en su coche, vosotros seguirnos hasta el domicilio.
No cruzaron ni una plabra en el corto trayecto de la comisaria hasta la casa, aparcaron el coche y subieron al piso. Germán observaba sin inmutarse, como los agentes miraban cada rincón de la casa, vaciaban cajón por cajón, los armarios, debajo de colchones y camas. Durante las dos horas que duró el registro no quedó ni un centímetro de la vivienda por mirar.
Al salir del domicilio, el inspector se disculpó con Germán- perdone pero era necesario, solo cumplimos ordenes-. Germán miró con gesto de resignación al policía, ya daba igual, estaba hecho pero lo peor no era eso, lo peor es que se sentía sospechoso de algo que jamas se le ocurriría hacer con nadie, y menos con su novia.
La cena transcurrió tranquila, conversando y riendo, al terminar Hector abonó la factura y decidieron ir a casa paseando, cuando su madre estuviera ya en casa el volvería a por el coche.
-Hector ¿Cómo llevas tu medicacion?- pregunto Francisca distraidamente.
-Al día mama, no te preocupes-mintió el.
-es que te veo mala cara, me preocupa un poco tu aspecto cariño.
-Estoy algo cansado, eso es todo. Demasiado trabajo-contestó.
No le hizo gracia la pregunta, el se encontraba mucho mejor sin aquella medicacion, pero entendía la inquietud de su madre.
Francisca entró en la casa y el cerró la puerta tras ella, y volvió a por el coche, en toda la velada se había acordado de su invitada, pero en ese momento le vino a la mente su imagen, tumbada en la cama a oscuras. Sintió no haberla dado de cenar pero la compensaria con un gran desayuno y con los regalos que la llevaría, seguro que lo perdonaria pensó.
Caminaba jugeteando con las llaves del coche entre sus dedos, cuando vio un hombre que iba dando algún traspiés que otro. Al pasar a su lado, el hombre dio otro paso en falso golpeando el hombro de Hector.
-Disculpe usted- dijo el individuo, juntando las manos en señal de arrepentimiento.
-Tenga más cuidado, borracho- contestó Hector duramente y apartándolo con la mano.
El hombre cayó al suelo a causa del empujón, mientras intentaba levantarse le grito una serie de improperios que Hector ignoró siguiendo su camino. Al llegar al coche algo cambió repentinamente en su cabeza, su cara se transformo en alguien totalmente diferente mientras pensaba en el pequeño altercado con aquel borracho. Arrancó el vehículo y lentamente fue al encuentro de aquel individuo embriagado.
Una vez a su altura, lo observó con ojos felinos, como el león de la Sabana mira a su presa, en sus oídos retumbaban los insultos que este le había proferido. Detuvo el coche unos metros mas adelante bajandose del mismo, cogió del maletero una barra de metal y se lanzó sobre aquel tipo. Primero le propinó un derechazo que lo arrojó junto a un jardín, seguidamente lo asió por el cuello y le asestó dos golpes mortales en la cabeza. Arrastró el cuerpo hasta un pequeño solar que había tras el jardín y lo ocultó tapándolo con escombros y basura. Abandonó el lugar de los hechos, arrojando el arma homicida al otro lado de la calle, levanto la puerta del maletero y se limpió la sangre de las manos.
Entro en casa rápidamente hacia el lavabo, cerro con pestillo para lavarse las manos y quitarse la camisa manchada fuera de los ojos de la madre. Dos minutos mas tarde salió del servicio,  cogió una camiseta de su habitación y se la puso. Francisca que le había oído llegar le dijo que estaba en el salón viendo la tele, el se sentó a su lado con el semblante de siempre, la miró sonriendo.
-Mamá tengo que contarte algo. Hace tiempo que compré una casa en un pueblo, no te lo había dicho para que no te preocuparas por el dinero. Quisiera llevarte para que la vieras.
-¿Otra casa? Con lo poco que ganas hijo, ¿como te las apañas para pagarla?
-Trabajando muchas horas mamá, pero tú por eso no sufras que saldré adelante.
-Pues mañana iremos a verla cariño, me encatará conocerla aunque no tenias por que habérmelo ocultado.
Hector no  hubiera  descubierto su secreto, de nos ser por el crimen que acababa de cometer, si lo identificaban como autor del asesinato acudirían a casa de su madre primero, quería evitarle ese disgusto innecesario. Su “refugio” tardarian en encontrarlo….continuará

domingo, 17 de julio de 2011

La Lluvia (part11)

Todo estaba listo, el comisario echó un ultimo vistazo al expediente delictivo de Daniel. No era lo que se dice un buen chico, entre sus fechorias se encontraban, numerosos hurtos menores, dos robos con agresión y allanamientos varios, parte de su adolescencia la vivió entrando y saliendo de reformatorios, que no cambiaron  el carácter rebelde que poseía. Lo que si hizo plantearse esa condición, fué su paso por la cárcel con diecinueve años. Se vió involucrado en una pelea callejera, en la cual hubo un muerto por arma blanca, lo acusaron de complice por ocultar al autor y lo condenaron a nueve años en la cárcel de Navalcarnero. Desde su salida, dos años atrás, su vida había cambiado para bien, se ganaba un sueldo como peón de albañil hasta que la crisis alcanzo con sus garras a la empresa  en la que prestaba sus servicios. Ahora cobraba el paro.
El comisario entró  en la pequeña sala precedido por el inspector, ambos se encargarían del interrogatorio. Daniel frotaba sus manos en señal inequívoca de los nervios y preocupación que llevaba encima, sabía de más como funcionaban estas cosas, lo sufrió en sus carnes muchas veces, pero la más dura hacia once años. Ahí pudo comprobar como se las gastaba la policía en un caso serio.  Tomaron asiento frente al sospechoso, uno haría de poli malo y  otro del bueno si la cosa se ponía difícil.
-Señor Daniel Diaz Bueno, está usted aquí por el caso de la desaparición de Diana Ruiz Seletti. Tenemos pruebas de que estuvo  en la zona donde desapareció la chica y puede hasta que estuviera involucrado- una entrada agresiva la que tuvo el comisario, estaba claro quien seria el poli malo.
-No conozco a ninguna Diana, ni tengo nada que ver con su desaparición- contesto Daniel algo enérgico.
- ¿Donde estaba usted la noche del veinticinco de mayo?-pregunto Salcedo más serio aún.
-Eso fué el miércoles ¿verdad?-dijo sin encontrar respuesta. Estuve con unos amigos tomando algo.
-¿Toda la noche?
-No, estuvimos en un bar hasta las nueve y media más o menos. Tengo testigos de ello.
-¿Qué hizo después?- volvió a cuestionar el comisario.
-Acompañé a mis amigos hasta la parada de Metrosur  y de ahí a mi casa.
-Bien, ésta es la chica, a la que dice usted no conocer- esta vez fue el inspector el que intervino, mostrándole una foto.
Daniel se quedo estupefacto al ver el rostro de la chica, era la misma que vieron salir de la boca de Metrosur, la misma a la que silvaron y piropearon, la misma que estába sentada en un banco poco después con el que creía su novio.
-Si vimos a esta chica, salió de la estación de Malasaña y cuando regresaba a mi casa la volví  a ver, esta vez con un chico, supongo que seria su novio-respondió.
-¿Su novio?- dijo el comisario con sorpresa.  ¿Está seguro de que era ella y no otra chica?
-Estoy seguro, el chico vestía un polo azul creo, un pantalón negro y las zapatillas blancas. La cara no pude versela, la luz de la farola era intermitente, además estaban abrazados.
-¿Y cómo sabe que era ella, esta chica y no otra?
-Supe que era ella por la ropa, ya le digo que no les pude ver la cara en ese momento.
-Espero que nos esté diciendo la verdad, hemos encontrado su ADN en una colilla, cerca de ese banco.
-Pasé fumando y tiré la colilla poco después de rebasarlos.
En la habitación contigua, el agente Mario y el especialista en gestos no verbales seguían el interrogatorio. Según la forma de actuar del interrogado, el especialista llegó a la conclusión de que decía la verdad, los nervios que mostraba eran lógicos por la situación que estaba atravesando, pero no hizo gesto alguno que le hiciera sospechar minimamente.
Una vez acabada la pesquisa, Salcedo y Tejada se reunieron con el psicólogo, el cual les comunicó que estaba seguro de que Daniel no tenia nada que ver en el asunto, aunque ya por su declaración lo sabían de antemano.
En el Telediario de la noche, la noticia de la desaparición de Diana ocupó el primer lugar, tal y como había dispuesto el jefe de informativos de Telecinco. Carla y Germán vieron su entrevista juntos, la forma de tratar la información les dejó satisfechos, habían pensado que se manejaría de forma más fría, se equivocaron.
A la mañana siguiente, Carla se despertó temprano para ir a comprar la prensa. El diario “El Pais” dio media pagina a la declaración telefónica de Germán, haciendo un llamamiento a la colaboración ciudadana en mayúsculas.
En algunos Magazines de distintas cadenas de televisión también hicieron referencia al caso cuando repasaban varias noticias de diferentes diarios. Todo esto contribuyó,  a que la desaparición de Diana fuera sabida por todo el territorio nacional.
Germán supo de todo esto, en cuanto conecto su teléfono móvil. No paraban de llamarle, programas de television, más prensa, psicólogos ofreciendo sus servicios e incluso algunos supuestos videntes que decían saber donde se encontraba Diana.
Amigos y conocidos, se organizaron para hacer una manifestación silenciosa, de la cual informaron a la familia para que también estuvieran presentes.
Hector, mientras tanto permanecía ajeno a todo el revuelo montado, no era una persona de televisión. Pasó parte del día trabajando en sus proyectos informáticos, solo a la hora de la comida y la cena bajo a ver a su “invitada”.  Diana no dejaba de darle vueltas a la forma de intentar escapar de las garras de su carcelero, las horas pasaban lentas en aquel sótano a oscuras- ni si quiera ha tenido consideración en eso el muy cabrón- dijo para sus adentros. Ya por la noche, antes de despedirse hasta el día siguiente, le comentó que tenía una sorpresa para ella, que seguro que la gustaría y le haría mas amena la espera. Después la guiño un ojo y desapareció por las escaleras, de nuevo la oscuridad llegó  a la existencia de Diana.
Cuatro días llevaba Francisca, la madre de Hector, sin verle.  Sabia de él por las dos únicas llamadas que su hijo le hizo. Estaba preocupada, nunca había estado tanto tiempo sin aparecer por casa, quitando las veces que viajaba por su trabajo, ese instinto que tienen las madres la decía que algo no iba bien.  Francisca si estaba al tanto de todas las noticias y cotilleos, la gustaba mucho ver la televisión, daba igual el programa, las voces que salían de la caja tonta la hacían compañía. Decidió poner una vela por Diana, para rezar para que la encontraran sana y salva, su Virgen de Guadalupe seguro que la escucharía. Nada la hacia sospechar de que Diana estaba más cerca de su vida que la de cualquier otra persona.
Germán tenía ese día, el número cuatro desde la desaparición de Diana, con la agenda al completo. Estuvo en varias redacciones de prensa escrita para ser entrevistado y fotografiado junto a la foto de su novia, le habían invitado a un programa en televisión donde se trataría el tema de gente desaparecida, que se emitía en directo por la noche. Se sentía un poco abrumado por los medios, no quería que aquello se convirtiera en un circo, sabía que muchas cadenas tenían programas de entretenimiento, que hacían de las desgracias ajenas su mejor audiencia. La telebasura se había hecho con el poder de los porcentajes de share.
Tal y como había prometido, Hector entró en el sótano portando en una mano el desayuno y en la otra el regalo.
-Hola Raquel ¿has descansado bien?- saludó Hector, con una amplia sonrisa.
-Hubiera descansado mejor sin estas cuerdas- contesto ella, sonriendo también y con voz de niña buena.
-Todo a su tiempo, por ahora desayuna y luego abriremos tu regalo.
Diana miraba el paquete de reojo, mientras terminaba el tentempié. Por un momento llegó a pensar que se trataría de otra maldad, que le dedicaba ese hombre, pero no pudo ocultar su cara de sorpresa y extrañeza, cuando él abrió el regalo. Era un reproductor de cd-esto te hará mas relajada tu estancia- le dijo él mostrándole el aparato.
-Lo que no sabía es la música que te gustaba, por eso no he traído ningún disco, se disculpo Hector. Pero si me lo dices iré a buscarlo.
-¿Puedes traerme uno de Sergio Contreras?-preguntó.
-Claro que si, quiero que te sientas agusto. Iré esta misma mañana.
Tenia que hacer lo posible por ganarse la confianza de ese hombre, aunque para ello debiera poner buena cara pese a las heridas, el dolor de cuerpo de estar tantos días en la cama atada sin poder moverse. Tenia que utilizar un lenguaje casi sumiso para que ese maldito hombre, le diera una sola oportunidad de poder escapar.
Hector decidió que iría a Móstoles a comprar, así de paso iría a ver a su madre. Su primera parada sería el centro comercial Xanadú, aparco el coche junto a la entrada de las pistas de esquí, caminaba con aire resuelto por los pasillos del centro comercial. Miraba escaparates de ropa femenina-la llevare algo de ropa- pensaba mientras observaba las prendas, escogió un vestido veraniego con estampado de flores, un par de camisetas de manga corta y algo de ropa interior, calculó a ojo la talla y se dirigió al mostrador donde se encontraba la caja. En la zona de Expoelectronica dejó  el tiempo correr, su fascinacion por los ordenadores y todos sus complementos le hicieron olvidarse del mundo.
Una hora después salió por donde había entrado, no solo compró  la ropa, estuvo en la zona de discos buscando algún cd del artista que le pidió Diana, como no supo cual de ellos comprar cogió los que había y seguro que no fallaba. Próxima parada, en casa de su madre. Continuara…..

sábado, 9 de julio de 2011

La Lluvia (part 10)

El día despertó gris plomizo, llovía copiosamente sobre Móstoles. Germán no se percato de ello,  hasta que no puso los pies en la calle, su corazón se encogió al sentir la inclemencia del tiempo sobre su cuerpo, la climatología era la misma que tres días atrás, cuando desapareció Diana. Entendió enseguida que la jornada no iba a ser fácil para él.
La policía eligió un mal día para reanudar la búsqueda del móvil de Diana. Cuatro agentes se personaron en el parque, daban batidas por diferentes zonas del terreno, no descartaban que hubiera sido arrojado entre los setos de los jardines, en alguna de las numerosas papeleras que había e incluso en alguna alcantarilla. Poco a poco la superficie del parque comenzó a encharcarse, seguidamente a embarrase, lo que hacía más molesta la operación.
El comisario Salcedo, a través del teléfono interno de la comisaría, reclamó la presencia de Tejada en su despacho. Se presentó raudo ante el escritorio de su jefe.
-Tejada, quiero que sea usted mismo, con los agentes que necesite, el que se encargue de la detención del posible testigo. No podemos demorar más su interrogatorio, necesitamos alguna respuesta que no lleve a una pista.
-Ahora mismo salimos en su búsqueda, hasta que no demos con él no regresaremos.
Acto seguido reclamo el servicio de dos coches patrulla, entró en uno de ellos dispuesto a conducir el mismo. El otro vehículo le seguía a una distancia prudente, pero sin perderle de vista, bajaron por la calle “C” del polígono  industrial Arroyomolinos, giraron a la derecha por Alfonso XII. Las luces giratorias indicaban la urgencia de los coches patrulla, a gran velocidad pasaron por la calle Moraleja de En medio, doblaron a la izquierda tomando el Paseo Arroyomolinos y otra vez a la derecha llegando a la parte posterior del edificio, donde supuestamente residía el hombre que buscaban.
El inspector fue el primero en abandonar el vehículo, casi a la carrera bajó por la pequeña pendiente, dobló la esquina y llegó al portal. Los vecinos que estaban en el parque miraban asombrados, uno de ellos se ofreció para abrirles la puerta de acceso al inmueble. Dando las gracias previamente al ciudadano, el inspector Tejada ordeno a dos de los subordinados que esperaran abajo, subieron hasta la séptima planta en el ascensor y golpeo las puerta con los nudillos. El agente que lo acompañaba hizo sonar el timbre varias veces.
-¿Quien es?- respondió una voz femenina desde el interior.
-¡Policía Nacional, abra la puerta!- le informo el inspector.
Se escucharon los chasquidos de la cerradura y la puerta se abrió. Una mujer joven de pelo rubio y complexión delgada apareció tras ella, con cara de sorpresa e incredulidad miro la placa de identificación que le mostraba el oficial.
-Buscamos a Daniel Díaz Bueno, se encuentra en el domicilio- pregunto Tejada.
-No está en estos momentos- contesto la muchacha. ¿Ha hecho algo señor?
-Eso estamos tratando de averiguar, necesitamos hacerle algunas preguntas señorita.
En ese instante desde el walkie se oyó la voz de uno de los agentes- el sospechoso acaba de aparecer, está con nosotros, cambio-
Volvieron a coger el ascensor para ir al encuentro de los compañeros y el posible testigo, dejando a la mujer con un palmo de narices tras ellos. Una vez abajo, le informaron del porque de su requerimiento en comisaría, mientras le leían sus derechos era introducido en el coche patrulla. No hizo falta esposarle ya que no intento escapar y se mostró muy colaborador en todo momento. Esta vez el inspector subió al coche por el lado del acompañante e informo el mismo desde su teléfono móvil al comisario de que ya lo tenían.
Diana casi no pegó ojo en toda la noche, después de que  Héctor la dejara sola, intento de nuevo deshacerse de las ligaduras, pero desistió al poco rato, debido al escozor de las heridas que se estaba haciendo en muñecas y tobillos. Héctor entre tanto continuaba durmiendo a pierna suelta, se quedo hasta tarde trabajando en una página web que le habían encargado para una nueva revista que saldría al mercado. No despertó hasta la una del mediodía, tranquilamente tomó café y preparó un piscolabis para su “invitada”.
-Buenos días Raquel, como te encuentras hoy- le pregunto mientras bajaba las escaleras.
-Bien- contesto ella con un susurro y mintiéndole por segunda vez.
Como ya ocurrió en la cena, Héctor le dio el desayuno al ritmo que ella marcaba. Después  comprobó la varilla que había colocado el día anterior, estaba bien fijada y ya podía reanudar el trabajo, tenía que dejarlo listo. Del armario de las herramientas sacó una placa de hierro cuadrada, estaba taladrada en dos de sus esquinas, en el centro tenía soldada una pieza en forma de u.
Pasó la varilla por uno de los taladros, colocó una arandela y una tuerca, apretando la misma con todas sus fuerzas. Volvió a taladrar el suelo, ésta vez en el agujero que quedaba libre en la placa, puso fijación química e introdujo una nueva varilla. En la pieza soldada colocó la cadena  y uno de los candados que había adquirido en la ferretería. Ya estaba casi listo.
Germán continuaba repartiendo carteles, bajo la intensa lluvia. Se encontraba en la avenida de la Constatación, cuando el móvil comenzó a sonar, busco un sitio para res guardarse del chaparrón y así poder hablar tranquilamente.
-¿Dígame?
-Hola ¿Germán?, le llamamos de Telecinco.
-Si, soy yo-contesto recordando lo que le había contado Carla, acerca de sus contactos con los medios de comunicación.
-Le llamamos sobre la desaparición de Diana, su novia según nos han informado. Queríamos hacerle una entrevista si a usted no le importa.
-No, claro que no ¿Cuándo sería?
-Pues esta tarde si le parece bien. Tenemos un equipo de reporteros preparados para enviarlos a su domicilio. Si quiere lo preparamos todo para grabarlo y que salga en las noticias de las nueve. Estaríamos allí sobre las cuatro de la tarde, así nos daría tiempo a editar el contenido y que esté listo para el noticiario.
-Vale perfecto, entonces les espero.
-Gracias Germán y animo, seguro que la encontrarán.
Cortó la comunicación, su estomago se encogía por momentos, iba a ser entrevistado por primera vez en su vida. Volvió sobre sus pasos en dirección a casa, tenía que llamar a Carla para que estuviera junto a él, si salía con ella ante las cámaras el impacto en la gente seria mayor. A parte de eso necesitaba sentirse acompañado, quizás con los nervios se trabara o se quedara en blanco y ella podría salir al quite.
Al llegar se puso en contacto con su suegra, quedaron en comer juntos y preparar un poco la entrevista. Ordenó la casa rápidamente, preparó unos espaguetis con nata aunque con uno que comiera tendría el estomago lleno. Carla hizo acto de presencia en casa de su hija, cinco minutos antes de la hora que había quedado, los nervios también la tenían atrapada.
Ingerían despacio el plato de pasta, como cuando a un niño no le gusta o que tiene que comer, removían una y otra vez el contenido del plato, llevándose de cuando en cuando algo a la boca.
-Hasta el momento son los únicos que han llamado- comento Germán, mirando fijamente el plato.
-Seguro que alguna cadena más llamará, incluso puede que algún periódico también se haga eco de la noticia- respondió ella mientras observaba una foto de su hija. Una imagen en la que se la podía ver sonriente feliz-quien sabe como estaría ahora-pensó Carla.
Terminaron de comer, dejaron los platos a medio terminar, ya no había más apetito, si es que lo había sentido en algún momento. El portero automático timbró, advirtiendo a ambos que los reporteros habían llegado. Germán descolgó y sin preguntar, pulsó el botón de apertura de la puerta. Carla entre tanto se afanaba en recoger los restos de la comida y llevarlos a la cocina. Con el tiempo justo y cogiendo algo de resuello para calmarse, se sentó en el sofá, él esperaba con la puerta del domicilio abierta la llegada de los chicos de Telecinco. Del ascensor salió una chica morena, de mediana estatura y ojos color miel, tras ella un chico con el pelo rizado, una barba de varios días que la sacaba dos cabezas. El muchacho portaba una cámara con el logotipo de la empresa en la que trabajaban y un pequeño foco colocado en un trípode.
-Hola Germán, soy Irene Narváez- se presentó mientras tendía su mano para saludarlo. El es mi compañero y cámara Roberto.
- Hola Irene, hola Roberto- respondió el, correspondiendo el gesto con la mano. Pasar, me acompaña mi suegra, la madre de Diana, espero que no importe.
-En absoluto, mejor así.
Se dispusieron a improvisar un pequeño plató, los periodistas colocaban sus aperos y buscaban el mejor encuadre para realizar la entrevista. Previamente, Irene le dio una hoja a cada uno con las preguntas que más o menos les iba hacer, así no les cogería ninguna por sorpresa, podían ir pensándolas para no quedarse atascados en alguna de ellas.
-Bien, dijo Irene. Vamos a comenzar con la entrevista, no hace falta que miréis a cámara, así estaréis menos nerviosos. Si algo sale mal no os preocupéis que repetimos, luego todo eso se edita y saldrá la grabación limpia.
Ambos asintieron a la vez, se colocaron uno a cada lado de la periodista, pero el cámara recomendó que ellos se pusieran juntos, así en el plano sería mejor.
-Buenas noches, nos encontramos en el domicilio de Diana, la chica desaparecida hace tres dias. La policía aún no tiene pistas fiables sobre este caso. Nos acompañan Germán, el novio de Diana y la madre de ésta, Carla Seletti.
-¿Cómo está viviendo esta situación la familia Germán?-Preguntó la periodista, mientras le acercaba el micro.
-Estamos todos consternados y preocupados, no sabemos lo que pasó esa noche. Estamos deseando volver a tenerla con nosotros.
La entrevista duró apenas cinco minutos, las preguntas se repartian entre German y Carla. El momento más emotivo llego al final de la misma, cuando les pidieron a ambos que hicieran un llamamiento a la población en busca de ayuda y a la propia Diana. Ninguno de los dos pudo reprimir las lágrimas, era el momento de venirse abajo después de tanta tensión. Carla tuvo también palabras para la persona o personas que la tuvieran retenida, rogandoles que por favor la dejaran ir.
En la redacción de Telecinco estaba todo preparado, la entrevista se editó con suma celeridad y entregada al jefe de informativos. Entre todas las noticias que manejaban para esa noche, la de Diana se antojaba la más importante. Abririan el telediario con ella.
Cuando los reporteros habían abandonado el domicilio de Germán, su teléfono recibió un par de llamadas, una del diario gratuito Que! y otra del periódico de tirada nacional “El país”. Ambos estaban interesados en el suceso y le hicieron preguntas sobre el tema, le aseguraron que al dia siguiente la noticia ocuparia una de sus secciones.
Pese a que la jornada comenzó algo triste para Germán, por la lluvia y el recuerdo de Diana golpeando su cuerpo, con cada gota de agua que le caia,  tuvo la sensacion de que no todo habia acabado mal ese día, la televisión y la prensa arrojaron algo más de esperanza para encontrarla.
El comisario Salcedo dispuso una sala para el interrogatorio de Daniel, una grabadora encima de la mesa y junto a ella una libreta para coger apuntes. La cámara de vigilancia de la habitación estaba lista, para que un especialista se fijara en los gestos corporales del sospechoso, cuando este respondiera a las preguntas. Debian presionarle pero con cuidado, era la única posible fuente de información que tenían. Daniel Díaz Bueno llegó escoltado por el inspector, parecia tranquilo pero su semblante tenso no decía lo mismo. Le dejaron en la sala de interrogatorio, durante unos minutos observaron su comportamiento atraves del monitor, mientras preparaban la estrategia a seguir en la forma de interrogarle. Continuara……

miércoles, 6 de julio de 2011

La Lluvia (part9)

Los ojos de Diana estaban enrojecidos por el llanto, sudorosa y con el pelo alborotado de luchar con sus ataduras. La brecha sangraba de nuevo, parte de la almohada estaba manchada.
Miraba a su captor aterrorizada-será un asesino, un violador o ambas cosas- pensaba sin dejar de fijar la vista en su rostro. Quería recordar con detalle la cara del hombre, por si acaso lograba escapar dar una descripción exacta a la policía, no se imaginaba que salir de ese sótano era casi misión imposible. Héctor dejo las bolsas a los pies de la cama, bordeo la misma acercándose a ella, retiro el pelo que cubría la herida, arrugo la nariz haciendo ver que no le gustaba la pinta de esa herida.
-Voy a curarte ese corte, no te muevas que enseguida vuelvo- le dijo en tono paternal.
Diana no movía ni un músculo, su corazón latía con mucha fuerza, tenía la sensación de que se le saldría del pecho. Al cabo de dos minutos, el hombre regreso con un pequeño maletín, con una cruz roja pintada en una de sus caras. Se sentó a su lado, lo abrió y saco lo que necesitaba, primero limpio la herida con una gasa empapada de alcohol, lo que hizo que Diana se retorciera por el escozor que sentía.
-Cálmate, es por tu bien. Acabare pronto de limpiarte y dejaras de sangrar- le dijo, mientras que con su mano izquierda la sujetaba por la barbilla.
Cuando hubo terminado, le puso sobre el corte una gasa nueva con betadine, la sujeto con dos tiras de esparadrapo y le guiño un ojo en señal de que había terminado. Recogió las cosas y las metió de nuevo en el maletín.
Del armario que había bajo la escalera, sacó una taladradora, un alargador y un martillo. Contó cinco pasos desde el lateral derecho de la cama, marco el suelo con una equis, enchufo la maquina e hizo un taladro en el centro del signo. Relleno el agujero con una fijación química e introdujo una varilla de métrica doce. Parte del trabajo estaba hecho.
-La cena estará lista en un rato, espero que tengas hambre- dijo con una media sonrisa y salió del sótano cerrando con llave.
Diana se dedico a mirar a su alrededor, no había ninguna ventana por la que poder escapar, la única salida era por la escaleras. Las posibles armas que podía utilizar estaban bajo llave en aquel armario y luchar cuerpo a cuerpo sería un suicidio, solo le quedaba una cosa. Ganarse su confianza, aunque le llevara tiempo.
Dos coches de patrulla, aparcaron en doble fila en la calle Huesca, los cuatro agentes bajaron de los mismos y se encaminaron hacia el portal numero quince. En ese momento un vecino salía del mismo, dos de los agentes entraron y la otra pareja se quedo en la entrada con una foto del sospechoso en la mano, por si aparecía en el barrio. Subieron en el ascensor hasta el séptimo piso y encararon la puerta con la letra B. Hicieron sonar el timbre dos veces seguidas, no contesto nadie, volvieron a pulsarlo pero el resultado fue el mismo. Avisaron por radio a los compañeros que esperaban abajo, que se dieran una vuelta por los bares de alrededor para ver si veían a quien andaban buscando. Volvieron a tomar el ascensor para apostarse en el portal. La búsqueda en los alrededores del barrio no dieron los frutos deseados y la espera a la entrada del edificio no resulto mejor.
Germán puso la alarma de su despertador a las nueve en punto de la mañana, se tumbo en una cama que tenían en la habitación contigua a la de matrimonio, no era capaz de hacerlo en la cama donde, tantas noches había compartido con Diana. Procuro dejar su mente en blanco para intentar descansar, poco a poco el cansancio acumulado fue haciendo mella en su cuerpo, minutos después cayó rendido en os brazos de Morfeo. En lo que creyó que fue un instante despertó sobre saltado, miraba a su alrededor como si no supiera donde estaba, algo por otra parte lógico ya que nunca había dormido en aquella habitación. Aun tenía en su mente las imágenes de la pesadilla que le hizo despertar, escuchaba los gritos de Diana todavía retumbando en sus oídos, gritaba desesperada que la ayudara, que la rescatara. Pese a todo eso, sintió un halo de esperanza en su interior, tomó aquel sueño como una premoción, ella estaba viva, tenía que estar viva y le necesitaba.
Su cuerpo estaba ardiendo, entro en la ducha, giro la llave del agua fría y permaneció debajo de la fina lluvia durante unos segundos. Después de lavarse bien y afeitarse, tomo café recién hecho acompañado de un puñado de cereales con miel y se fue a la copistería a recoger el encargo del día anterior.
Héctor volvió al sótano media hora después, portaba una bandeja con la cena de su “invitada”. El menú constaba de una sopa a la jardinera, de esas de sobre, un filete de ternera con guarnición de patatas fritas y de postre un yogur de frutas silvestres. Para beber un vaso de tubo con zumo de melocotón. Diana pensó que sería su momento, en cuanto desatara sus manos para que cenara, intentaría clavarle el cuchillo y después huir lejos de allí. Que equivocada estaba, ese sería un error demasiado pueril, para que Héctor lo cometiera.
El hombre dejo la bandeja en una silla que acerco a la cama, acomodo la cabeza de Diana y se dispuso a darle de cenar.
-Hora de cenar, espero que te guste lo que te he preparado. No sabía que alimentos serian de tu agrado, pero ya tendremos tiempo de conocernos mejor. Por ahora te alimentaré yo directamente, tenemos que ganarnos una confianza mutua, cuando lo logremos harás cosas sola.
Diana tuvo ganas de llorar, su plan se había esfumado como el humo de un cigarrillo. Quería confianza-¿como pensara en ganarse la confianza de una persona a la cual ha agredido y secuestrado?- se dijo para sus adentros.
-Por cierto, no te molestes en gritar cuando te quite la cinta- le informo Héctor. La habitación de “invitados” está totalmente insonorizada, nadie puede oírnos. ¿Te portaras bien?, le pregunto.
Ella asintió con la cabeza, el primer impulso que sintió cuando sus labios quedaron libres, fue el de gritar y comprobar que era cierto lo que decía el hombre, pero se contuvo, pensó en esa confianza que debía ganarse.
-Mi nombre es Tomás- mintió él. Perdona mi mala educación por no presentarme como es debido. ¿Tu cómo te llamas?
-Raquel- contesto ella mintiendo también, algo la hizo pensar que la había engañado, así que estaban empatados.
-Bien Raquel, si corro demasiado me lo dices, no quisiera que te atragantaras.
Después de la ultima cucharada de yogur, él limpió suavemente los labios de Diana, recogió la bandeja y la deseo buenas noches, dejando el sótano a oscuras. Continuara….

martes, 5 de julio de 2011

La Lluvia (part8)

El policía se presentó en el domicilio de los padres de Diana, solo diez minutos después de abandonar el de Germán.
-Buenos días, soy el agente Mario, quería hacerles algunas preguntas sobre su hija.
-Hola agente, adelante- contesto Carla invitando al agente Mario a pasar, haciéndose aun lado de la entrada.
Hablaron durante más de una hora, las preguntas giraban sobre todo acerca de la relación de su hija con Germán. El carácter de ambos pareció interesarle mucho al policía, otras preguntas como los posibles enemigos o si podría haber algún motivo, por el cual Diana podría querer desaparecer también las había contestado Germán.
Tanto las respuestas del novio, como las de los padres de la chica en ese momento coincidían.
El agente regresó a la comisaria practicamente convencido de que el muchacho no tenía nada que ver en la desaparición de Diana, pero aun así había aprendido a dejar una pequeña interrogante. Preparo un informe nuevamente con las declaraciones conjuntas de los padres y del novio, cuando termino de repasar lo escrito, imprimió el documento que constaba de seis páginas, coloco las mismas en la carpeta del caso y se lo entregó al comisario Salcedo.
Germán esperaba pacientemente a que volvieran abrir la corsetería, entro en el local casi a la misma vez que los empleados, no quería perder ni un minuto. Encargo dos mil carteles mas, la mitad del pedido se los llevaría cuando estuvieran listos y los que faltaban los cogería a la mañana siguiente. Al salir de la copistería llamo a su hermano para que le echara una mano.
-Hola Alberto ¿tienes algo que hacer?- pregunto a sabiendas de que tenia la tarde libre
-Hola hermano, estaba repasando unas facturas, pero nada importante- contesto Alberto casi deseando que lo sacaran de esa tarea.
-Necesito que me ayudes con los carteles de Diana, luego podemos tomar algo y hablar.
-Esta bien, donde estas y voy enseguida.
- Voy en dirección al ayuntamiento, te espero  donde  estaba la discoteca Boite, así voy pegando carteles mientras llegas.
Cuando colgó el teléfono comenzó a caminar, paro en todos los comercios que más afluencia de público tenían. Al llegar al mercado de la calle 2 de mayo, bajo las escaleras, repartió carteles en todos  los puestos,  los dueños de las tiendas se mostraron muy amables y no pusieron ni una traba para que Germán dejara pegado uno o dos carteles.
Apareció en el lugar que habían quedado veinte minutos después de entrar en el mercado, allí estaba su hermano que lo recibió con un abrazo, el cual reconforto a Germán y le hizo escapar alguna lágrima. Se repartieron los carteles, continuaron en dirección al ayuntamiento, cada uno iba a un lado de la calle pegando los pasquines en comercios, algunas farolas y cabinas de teléfono. Alberto corrió hacia la estación de metro sur de Pradillo para colocar algunos a la entrada y junto a las maquinas expendedoras de billetes.
El inspector Tejada recibió un fax, eran los resultados de las pruebas en busca de ADN en una colilla que se había encontrado en la zona de la desaparición. El laboratorio de la Comisaria General de la Policía Científica (CGPC) ya había cotejado las muestra, comprobaron la base de datos en la BINCIPOL* y adjuntaron el nombre de la persona a la cual pertenecía esa cadena de ADN.
También llegaba en ese documento el análisis hecho de la sangre encontrada en el banco del parque bajo la farola.
Tejada leyó detenidamente el fax, no pudo ocultar su satisfacción - alguien tuvo que ver algo- dijo para sus adentros, salio de su despacho y se dirigió al del comisario Salcedo. Tocó la puerta y sin esperar respuesta entro.
-Señor comisario, acabamos de recibir este fax de la Científica, son las pruebas que estábamos esperando.
-Estupendo Tejada, déjeme ver- dijo el comisario, extendiendo su brazo para que le pasara el documento. Tenemos que encontrar a este tipo, mande una patrulla a su domicilio y que lo traigan para interrogarlo.
Enseguida se aviso por radio – se necesita una patrulla en la calle Huesca número 15, piso séptimo B. La persona que buscamos responde al nombre de Daniel Diaz Bueno - .
Germán y su hermano se sentaron en la terraza del bar Habana, el local estaba junto al ayuntamiento. Pidieron un par de cervezas, durante unos minutos el silencio reinó entre los dos, ninguno sabio como empezar una conversación, fue Alberto que el que inició la misma después de dar un trago largo a su mahou cinco estrellas.
-Creo que te vendría bien volver al trabajo, así distraerías la mente un poco.
-Puede ser hermano, pero no me encuentro con fuerzas suficientes para ello-contesto cabizbajo.
-Tengo unos cuantos presupuestos entregados, tardaran unos días en darme una respuesta. Piensalo mientras tanto, en cuanto tenga algo te aviso y me dices.
-Está bien, quizás tengas razón, pero no te prometo nada. Por el momento quiero centrarme en la búsqueda de Diana.
-Te entiendo, esto es muy duro para todos y sabes que te ayudaremos en lo que sea necesario.
La madre de Diana, decidió denunciar la desaparición de su hija en todos los medios de comunicación posibles, sin perder un minuto en otra cosa, cogió el teléfono y comenzó a difundir la noticia, periódicos, televisiones y radios estaban en su punto de mira. Todos tomaban nota de lo que Carla les contaba, la instaban a tener una entrevista con ellos, pero la mujer prefería no salir en ningún medio, les daba el nombre y el teléfono de su yerno para tal menester.
Los hermanos se despidieron junto al coche de Alberto, quedaron en volver a verse al día siguiente para continuar empapelando la ciudad con los carteles de Diana.
Germán se aproximo al portal de su casa, le entraron unas ganas tremendas de salir corriendo de allí, no se sentía con fuerzas suficientes para afrontar, una noche más sin la presencia de su chica en la casa de ambos. Hizo de tripas corazón, abrió la puerta y se encamino hacia el ascensor. Una vez dentro de la casa se puso a fregar la pequeña pila de cacharros, preparo una cena ligera ya que no tenia demasiada hambre, es más, no hubiera comido pero tenía que hacer el esfuerzo.
Sentado en su sofá pensaba en que mas podía hacer, no se le ocurría ninguna idea más con la que buscar a Diana, de pronto el sonido musical del teléfono fijo le saco de sus cavilaciones. En el display del aparato vio que era su suegra.
-Hola Carla- contesto nada mas descolgar.
-Hola Germán ¿cómo estas?
-Voy tirando, pero en casa lo llevo peor que mal. ¿Vosotros que tal?
-También estamos desolados, pero no podemos desesperarnos cariño. He invertido la tarde en notificar la desaparición de Diana, en todos los medios de comunicación que he podido.
-Una idea genial Carla, esperemos que se hagan eco de ello, seria importante contar con la ayuda de algunos por lo menos. Yo he continuado pegando carteles, mi hermano me ha estado ayudando esta tarde.
-Todo lo que hagamos es poco- dijo ella con voz cansada. Querían hacerme alguna entrevista pero he preferido que seas tu el que hable, nosotros te acompañaremos a donde tengas que ir.
Seguro que mañana te llamaran  para concertar entrevistas y eso, acuerdate de mantenernos informados si se produce alguna.
-Descuida Carla, os llamare para informaros de todo. Un beso- se despidió Germán.
-Hasta mañana, intenta descansar.
Hector continuaba haciendo compras por diferentes comercios, actuaba como si todo en su vida fuera normal. Entro en un bar de la plaza principal del municipio, le pidió al camarero un zumo de melocotón en vaso de plástico. Pago la consumición y salió del local hacia el coche. De camino a casa decidió meter el coche en un centro de lavado automático que había en una gasolinera, no tenia ninguna prisa por llegar a casa, sabía que su “invitada” estaría esperandole el tiempo que fuese.
Al cerrarse la puerta del garaje, saco las bolsas del asiento trasero del coche y entro en la cocina. Abrió la nevera e introdujo los alimentos perecederos que traía, los materiales de ferretería los llevo consigo mientras iba hacia la habitación de “invitados”, bajo las escaleras.
Entre las cortinas distinguió la silueta de la muchacha, se había despertado, movía las manos y los pies intentando zafarse de las ataduras que la mantenían sujeta a la cama. Hector carraspeo para llamar su atención, inmediatamente Diana desistió de sus intentos de liberarse -¿Quién esta ahí?- dijo ella, pero sus palabras quedaron frenadas por la cinta americana, haciendo que el sonido de su voz, fuera un simple sonido gutural. Ella también podía ver la silueta de alguien tras las cortinas, estaba inmóvil, observandola sin pronunciar palabra, eso casi la aterro aun mas y volvió a intertar librarse de las cuerdas.
-No te molestes en luchar, te dañaras con el roce de la soga- dijo Hector secamente.
Comenzo caminar lentamente hacia los pies de la cama, levanto una de sus manos y retiro de golpe la cortina….continuara