sábado, 13 de agosto de 2011

La Lluvia (part17)

Hector esperaba pacientemente a que los tonos de llamada, cambiaran por la voz de alguien que le atendiera, lo intentó sin éxito en varias ocasiones.  Dejaría pasar un tiempo antes de volver a llamar, mientras se acordó de Raquel, no había estado aquí a la hora de comer y seguramente el hambre de su “invitada” era tremenda. Preparó unos espaguetis a la carbonara, los acompañó con un pequeño bol de ensalada y un brik de zumo, se aseguró de que su madre no andaba cerca para poder entrar en el sótano. Al bajar se encontró a una Diana compungida, ahogada en su propio llanto, con los ojos irritados de tanto sollozar, su mente no atinaba con que palabra comenzar una disculpa, la observaba con gesto triste por su estado, era su culpa y no tenia ni idea de cómo remediar esa angustia. Ella no se había dignado siquiera a mirarle, realmente tenia motivos para estar enfadada con el, entendía que no fuera merecedor de ningún recibimiento medianamente cortés, se limitó a dejar la bandeja sobre la cama y dio media vuelta para irse por donde había venido. Cuando alcanzaba el ultimo escalón, escucho un apagado –gracias Tomás- que le hizo retroceder justo hasta el punto de poder verla la cara.
-De nada Raquel, se que me he vuelto a portar mal contigo sin que lo merezcas. Te pido disculpas, aunque estás en tu derecho de no aceptarlas, dije que no volvería a pasar y no he cumplido mi palabra, lo siento.
Diana no dijo nada, entre los dos había un abismo de silencio, entendió que lo mejor era dejarla sola, quizás más tarde podrían hablar tranquilamente. Mientras cerraba la puerta intentando no hacer ningún ruido, el timbre musical del teléfono le saco del trance tácito que estaba viviendo,  se encaminó  raudo hacia donde se encontraba el inalámbrico.
-¿Digame?
-Hola buenas tardes, le llamo de la Carpintería Garlopa, teníamos una llamada de este numero.
-Si, hace un rato que estuve llamando, mi nombre es Hector, pensé que ya habrían terminado su jornada. Necesitaría que me dieran un presupuesto.
-Si claro caballero, ¿Cuál sería el trabajo a realizar?
-Pues quisiera cambiar una puerta de una habitación y  un suelo de madera, tarima para ser más exactos.
-Perfecto, para la puerta me tendría que decir usted el modelo, para que no sea distinta a las demás. Para la tarima sería necesario que viese usted nuestro muestrario y elegir.
-Puesto que tengo que ver ese muestrario, quedamos mañana y así ve usted personalmente la puerta. Si le parece bien.
-Sin ningún problema, digame la dirección y mañana sobre las doce estaré allí señor Hector.
-Apunte, calle Magistrado, numero dos, Casarrubios del Monte. Mañana nos vemos entonces.
-Muy bien caballero, hasta mañana.
Hector no tendría reparos en pagar la cantidad que le pidiesen por el trabajo, según las señales que creía haber recibido, ellos debían realizar esa tarea y conseguiría la siguiente señal que andaba buscando. De ello dependía ir o no de viaje, si la indicación era lo suficientemente clara retrasaría su salida del país para mas adelante, pero cayó en la cuenta que Raquel era un lastre, dejarla sola en la casa, encerrada, no podría ser. Se metió en su habitación cavilando que hacer con ella en el caso de hacer ese viaje.
Calado hasta los mimos huesos, Germán entro en su casa. Extrajo el móvil de diana del bolsillo de su pantalón y lo dejó sobre la mesa del salón, se desvistió  en la cocina dejando la ropa empapada en el cubo de la ropa sucia. Giró la llave del agua caliente para llenar la bañera, necesitaba darse un baño relajante. Después de esos momentos de relax, donde dejar la mente en blanco era lo que se proponía, volvió a coger el teléfono móvil para examinarlo cuidadosamente. La pantalla estaba rota así como parte de la carcasa que recubría el aparato y faltaban algunos de los botones del teclado, sabia que no funcionaria pero aun así presiono el botón de encendido por si sonaba la flauta, nada ocurrió. Ahora venia el dilema -¿Se lo entrego a la policía?, si lo hago dirán que como lo encontré, si no sería que lo tenia escondido. Quizás si les proporciono el móvil tendrán una excusa más para continuar sospechando de mí, pero si no se lo doy, puede ser que  contenga alguna huella de la persona que se llevara a Diana, con lo que no podrían investigar una posible pista.-
Lo primero que haría mañana es enseñárselo a Carla, y juntos tomarían la decisión más acertada, no deseaba enfrentarse solo al inspector con esa prueba en sus manos pero tampoco quería ser el único que supiese de su existencia si la policía lo encontraba en su casa. En otras circunstancias no  tendría miedo a los agentes de la ley, pero después de lo vivido era algo más que miedo.
A la mañana siguiente el sonido del teléfono le hizo despertarse sobresaltado, a la carrera descolgó el auricular.
-Buenos días marmota- dijo su hermano riendo al otro lado del hilo conductor.
-Hola Alberto, me acosté tarde anoche ¿Qué hora es?
-Son las nueve y media, habíamos quedado a la nueve para terminar el trabajo en casa de la señora Paloma.
-Perdoname hermano, ni me acorde. Si no te importa hoy preferiría quedarme en casa, no me encuentro demasiado bien.
-No te preocupes Germán, descansa y esta tarde hablamos para ver si estas en condiciones para mañana. Un abrazo.
-Gracias Alberto, esta tarde estaré seguramente en casa de Carla, no obstante llámame antes para confirmártelo. Otro para ti.
Germán puso la alarma de su despertador a las doce, así cuando se levantara se comunicaría con Carla para preguntarle si podría ir a comer a su casa y contarle lo que encontró la noche anterior.
Hector se había levantado muy temprano como siempre, hasta las diez de la mañana estuvo sometido a la disciplina del trabajo ante su ordenador, a esa hora hizo una pausa para bajar a darle el desayuno a Raquel. Con un carraspeo le anunció a su “invitada” que entraba en la estancia. Ella dormitaba hasta ese momento, froto sus ojos y se estiró desperezándose, pausadamente se incorporo de la cama.
-Buenos días Tomás- dijo ella entre bostezos.
-Hola, buenos días- contestó el, mientras le entregaba la bandeja del desayuno. ¿Cómo te encuentras hoy?
-Mejor gracias, ayer no tuve un buen día. Esta situación me supera por momentos- se atrevió a decir  Diana. ¿Puedo hacerte una pregunta sin que te molestes Tomás?
-Claro Raquel.
-¿Qué es lo que quieres de mi? No sabía de donde sacó las fuerzas ni el valor para preguntar aquello, quizás fueron sus ganas de intentar acabar con la circunstancia que estaba viviendo. Pero aún así el temor a la respuesta se apoderó de todo su cuerpo dejándola casi paralizada.
-El día que nos vimos por primera vez, tu forma de actuar contra mi me desagrado por completo, solo pretendía ayudarte pero desconsideraste mi ayuda de muy malos modos, creo que no era necesario comportarse de esa manera con alguien que pretende ayudarte. Esto es un castigo que pienso merecido. Lo que no se es que pasará en el futuro, es evidente que no deseo que me denuncies y por ese motivo permaneces todavía aquí.
-Pero Tomás.
-Si lo que me vas a preguntar es que si te dejaré libre algún día, no puedo contestarte a eso, no hemos llegado al grado de confianza suficiente.
-No te denunciare, lo juro- dijo Diana en un intento desesperado por ablandarle.
Sin decir ni una palabra más, Hector abandono el sótano. Diana recibió la respuesta que buscaba, la intranquilidad de vivir en el ¿qué pasara? continuaría instalada en su mente, hasta que el decidiera. En su fuero interno creyó por un momento que el se desmoronaría y la dejaría marchar.
A las doce en punto el timbre de la verja metálica sonó. Hector antes de abrir observo al individuo por el videoportero, un hombre con una carpeta de cartón y varios folletos esperaba en la puerta. Entendió que se trataba del carpintero y pulsó el botón de apertura de la entrada. Salió a recibir al hombre a la puerta principal, mientras su madre se acercaba por el pasillo.
-Buenos días – dijo cortésmente Hector
-Buenos días sr. Hector, mi nombre es Alberto, encantado de conocerle.
-Lo mismo digo Alberto, puedes tutearme  si lo deseas-dijo mientras le estrechaba la mano.
-Perfecto, pues enseñame lo que quieres que hagamos.
-Antes de nada te presento a mi madre Francisca.
-Un placer señora.
-Lo mismo digo hijo- contestó ella con tono maternal.
Los tres se dirigieron al piso superior, para que el carpintero viera el trabajo que le iban a encargar. Primero le enseñaron  la puerta, un modelo rustico en tono claro, tenía unos herrajes en forja en cada una de las esquinas y un pomo del mismo material.
-La puerta habría que cambiarla entera, pero si no quiere podemos ponerle una lamina de madera por cada lado. El acabado no se notaría demasiado.
-Prefiero cambiar la puerta entera.
-Perfecto, un momento que coja las medidas-sacó su metro para medir el largo y el ancho de la puerta.
-Con el suelo que quieres hacer- preguntó Alberto
-Pues podríamos aprovechar y cambiarlo también.
-Otra solución es cambiar solo las tiras que tienen desperfectos.
-No, mejor la cambio del todo. Si me gusta el resultado podremos hablar de sustituir la del piso inferior.
-Como quieras, tengo aquí los catálogos de las tarimas. Elijen uno y me dicen que modelo seria, no hace falta que sea ahora mismo. Pues ya está, mañana te llamo y según el tipo de suelo te digo el presupuesto completo.
Acompañaron a Alberto hasta la salida y se despidieron. El destino se comporto de forma caprichosa y cruel, había juntado al secuestrador de Diana con parte de su familia, los cuñados habían estado separados por tan solo unos metros. Continuara…