martes, 27 de septiembre de 2011

La Lluvia (part22)

Alberto no veía la hora de irse para casa, el día se le estaba haciendo más largo que nunca. Tener en todo momento a Tomás pegado a su culo le resultaba incomodo,  nunca antes le había pasado algo parecido con ningún cliente. A la cuatro de la tarde decidió dar por concluida la jornada laboral, mientras recogía la herramienta se excusaba ante Tomás diciéndole que no se encontraba demasiado bien. En todo momento se mostró comprensivo con el, aunque esa mirada extraña no desaparecía de su rostro clavandose en el de Alberto. El carpintero casi respiro aliviado cuando salió de las inmediaciones de la casa, desde su espejo retrovisor veía como Tomás continuaba plantado en la entrada observando como se alejaba. Lo peor es que al día siguiente tendría que volver, incluso algunos más hasta acabar con el trabajo.
La policía se había presentado en la casa de Jan lin, su amiga estaba en estado de sock y era atendida por los servicios sanitarios. Uno de los médicos entró en la habitación donde se encontraba el cadáver, solo pudo comprobar el fallecimiento de la meretriz, pero debían esperar que el forense certificara su muerte y procediera al levantamiento del cadáver. Algunos vecinos curiosos se agolpaban tras las cintas balizadoras que los agentes habían colocado, miembros de la policía científica recababan datos y pruebas en la escena del crimen, no les resultó nada difícil esa tarea ya que las había por doquier. Las más claras las sacaron de la ventana del baño, del cuello y la boca de la víctima, unas coincidirían con las de Amanda Quizhe, amiga de Jan Lin, pero otras deberían de buscarlas en su base de datos para dar con el nombre de la persona en cuestión. También en la frente de la meretriz descubrieron restos de saliba. El forense Roberto Moguer llegó con dos de sus ayudantes, ese día estaba de guardia y la cosa no empezaba muy bien, examinó el cuerpo de la joven y ordenó su levantamiento, los dos jóvenes que lo acompañaban procedieron a introducir el cuerpo en una bolsa de color negro y llevarlo al furgón funerario.
-El cadáver será trasladado al Anatómico Forense para realizarle la autopsia- informó este al jefe de la policía de Villaviciosa de Odón.
-Muy bien Sr.Moguer. Han encontrado varias huellas que van a enviar de inmediato al laboratorio de la científica, estamos intentando localizar a algún familiar de la chica para que reconozcan el cuerpo.
-Informe a mi secretaria si lo logran y ruego los acompañen hasta el depósito de cadáveres. Le dejo una copia del certificado de defunción. Si descubriéramos algo nuevo en el cuerpo le avisaré.
Al mismo tiempo que el forense se marchaba, la amiga de Jan Lin era trasladada al hospital de Móstoles para ser tratada de la crisi de ansiedad que sufría. El jefe de la policía ordeno a dos de sus hombres permanecer junto a la chica hasta que se hubiera recobrado de su estado y pudiera ser interrogada.
Germán vivía ajeno a los últimos acontecimientos que se estaban produciendo, sus únicos pensamientos arribaban al mismo puerto, el caso de su novia Diana. Tenía la sensación de que las investigaciones estaban estancadas, que la policía no poseía ni una pista segura a la que agarrarse y seguir trabajando en el asunto, a veces dudaba de que su chica estuviera viva. Mantenía varias conversaciones telefónicas al día con Carla, ambos coincidían en las mismas sospechas, pero la intuición de madre no la hacia dudar por un momento de que su hija estuviera muerta, es más, había prohibido a su círculo familiar y de amistades que hablaran de su pequeña en pasado. Su esperanza de encontrarla no se disipó ni un instante desde el que desapareciera.
Hector subió a su cuarto, después de ver las noticias que daban en televisión estaba algo contrariado por algo que dijeron de la muchacha desaparecida, pese a que no pusieron foto de ella en ningún momento la fecha de la desaparición coincidía con la que el secuestró a Raquel, pero el nombre no. Podría ser que aquella noche se produjeran dos raptos, pero algo le hacia dudar de esa posibilidad y quiso hacer una comprobación para asegurarse, encendió su ordenador de ultimisima generación y se conecto a Internet, buscó las noticias de la desaparición de Diana Ruiz Seletti en las que encontrara alguna foto. Sus ojos se abrieron con expresividad, su cara el propio reflejo de la ira y sus mandíbulas se apretaban tan fuerte la una contra la otra, que parecía que estallarían en mil pedazos en cualquier momento. Aún así controló sus ansias de bajar a ver a su “invitada” mentirosa, siguió navegando por la red en busca de más información.
Vio otras imágenes que le interesaron bastante, una de ellas era de la madre y el novio de Diana tomada uno de los días en que fueron entrevistados y otra que le dejo gratamente sorprendido pertenecía al día de la manifestación popular pidiendo el regreso de la chica, en el pié de pagina pudo leer los nombres de las personas que encabezaban la marcha. A parte de la madre y el novio, pudo comprobar quien era el hermano de su chico, no era otro que el carpintero que había contratado, estuvo siguiendo a ambos aquel día y ahora tenía claro que significaba el numero 4. Bajó las escaleras con los puños sumamente apretados, intentando canalizar la rabia y que no se le escapara ni un ápice, ni siquiera se preocupó por si su madre le veía entrar en el sótano, abrió la puerta de golpe y la cerró tras de si de igual manera, Diana lo miraba asustada, aterrada. Se acerco hasta ella y sin mediar palabra le asestó un puñetazo en todo el rostro que la hizo desplomarse en el acto perdiendo el conocimiento. No supo cuanto tiempo estuvo allí tirada sangrando por la boca, pero su despertar fue casi como empezar de nuevo, Hector le había tirado un cubo de agua fría para que volviera en si, notaba como los huesos de la parte izquierda de su mandíbula crujían, cuando quiso articular palabra un dolor extremo le recorrió el cuerpo, su maxilar inferior estaba desencajado a causa del golpe. Escuchaba a Tomás muy lejos, sin apenas entender lo que la gritaba.
-¡por que me mentiste zorra! Tu nombre real es Diana, ¿en cuantas cosas más me has engañado?-la vociferaba a la vez que la cogía del pelo. Lo vas a pagar caro puta embustera, pero no será rápido, aunque me suplicaras que si lo sea. Antes tengo unas sorpresas para ti, no muy agradables por cierto, mañana llegará la primera.
La puerta del sótano no se cerró del todo, ni el se cercioró de no lo hacia. Una pequeñisima abertura dejaba escapar los gritos que Hector daba allí abajo, su madre se acercó hasta la puerta y escuchaba horrorizada todo aquello, de pronto salió de la mentira que era su vida, aquel no era su hijo, nunca lo fue, su verdadero niño había muerto años atrás. Recordó como el supuesto Hector se había presentado en su casa, como le dijo –mamá he vuelto- ella le siguió la mentira por aferrarse a algo, por calmar su dolor y en cierta medida enajenada por aquella carta recibida desde el Estado mayor del Ejercito notificandole la muerte de su hijo. Llevaba tanto tiempo viviendo aquella farsa que perdió su realidad, pero ahora estaba de regreso a su verdadera existencia, asustada volvió sobre sus pasos y se refugió en su cuarto. Estaba dispuesta a llamar a la policía para denunciar a ese hombre, decirles que el era el asesino y secuestrador que andaban buscando, pero su supuesto hijo la saco de esos pensamientos.
-Mamá ¿dónde estas?-
-En mi cuarto hijo- contestó ella intentando serenarse antes de que apareciera.
La alarma salto en el laboratorio de la policía científica, cuando descubrieron que las huellas encontradas en el chalet de Pinares Llanos coincidían con las del tipo que andaban buscando por otro asesinato. Inmediatamente se pusieron en contacto con la oficina del comisario Salcedo para informarle de esta circunstancia.
El fantasma al que perseguían había vuelto a dar señales de vida, o más bien de muerte, Salcedo puso al equipo a trabajar de inmediato. Quería saber todo acerca de aquel tipo que les traía de cabeza, toda información que consiguieran era poca para el, el cuerpo policial de Delitos Informáticos también se unió a la investigación, quizás en el submundo que vagaba por la red podrían encontrar alguna pista más.
-Señores, esto es preocupante. Los medios de comunicación pronto se harán eco de esta noticia, el miedo de los ciudadanos se acrecentara y con ello la presión a la que nos veremos sometidos desde diferentes puntos- decía el comisario en la reunión con los jefes de las diferentes secciones de su equipo.
-Estoy de acuerdo-dijo el inspector Tejada. No quiero ni un coche patrulla sin la foto del sospechoso, tenemos que tener los ojos bien abiertos. En este mapa hemos marcado los dos puntos donde el asesino ha cometido los crímenes y el domicilio donde supuestamente vivía, en esa zona tenemos dos agentes de paisano vigilando por si apareciera por las inmediaciones. Después de la reunión, cada jefe de sección informo de la situación a sus subordinados y lo que se esperaba de ellos.
Alberto llamó a su hermano, le pidió que le acompañara a la mañana siguiente a trabajar, no le apetecía volver a encontrarse a solas con aquel hombre de mirada fría.
-Hola hermano, necesito pedirte un favor.
-Que tal Alberto, pues tu dirás, ya sabes que si está en mi mano lo haré-contestó Germán.
-Estoy haciendo un trabajo en Casa Rubios del Monte, lo puedo hacer solo pero no me encuentro agusto en esa casa. La persona que me contrato no me inspira el más mínimo de confianza.
-Temes que no te pague el trabajo- contestó riendo.
-No es eso hermano, creo que oculta algo y su actitud es demasiado vigilante, se ha pasado el día sin moverse de mi lado, como temiendo que descubriera algo.
-Quizás sea por que no quiere ningún error en el trabajo.
-Bueno, ¿tú puedes acompañarme mañana?
-No es que tenga muchas ganas, pero si así te sientes mejor iré contigo.
-Te lo agradezco Germán, mañana a las nueve te paso a buscar.
-Aquí te espero, chao.
Diana continuaba tendida en él frió suelo de su “suite”, la sangre alrededor de su rostro era abundante pero estaba empezando a coagularse, de las heridas había dejado de fluir el liquido de la vida. Respiraba con algo de dificultad, se arrastro como pudo hasta la cama, los apenas tres metros que la separaba de ella  le parecieron kilómetros, los dolores que tenia se hacían insoportables con cada movimiento. Subirse a la cama resultó más complicado de lo que pensaba, el simple gesto de intentar levantarse la hacían marearse, cayó de bruces en una de las ocasiones que lo intentó, aumentando así el calvario que estaba padeciendo. Cuando por fin consiguió subirse a la cama, se colocó del lado derecho de su cuerpo, en cierta medida le dolía algo menos esa zona del cuerpo y simplemente volvió a perder el sentido.
Hector hizo salir a su madre de la habitación, quería que le ayudase con la cena. Tenia el cuerpo sudoroso, y el pelo alborotado de la situación recientemente vivida, Francisca se acercó temerosa, no se atrevía a mirarle a la cara para que no descubriera que ella sabia lo que acababa de suceder. Hector actuaba de forma acelerada, pero no se le escapo el silencio de su madre, en un par de ocasiones estuvo observandola, ella  notaba su fría mirada clavada en su nuca pero no fue capaz de darse la vuelta en ningún momento, se acerco lentamente hacia ella, colocó sus manos sobre los hombros de Francisca y apretó como si estuviera masajeando.
-¿te encuentras bien mamá?-preguntó. Estas muy callada
-Estoy bien hijo, solo un poco cansada-contesto ella mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.
-Sabes que a mi me lo puedes contar, soy tu hijo-le volvió a comentar, pero esta vez con la boca casi pegada a su oído.
-Lo se, no te preocupes que solo es cansancio y ahora vamos a seguir con la cena que no acabamos.
No tenía ninguna gana de cenar, pero se sentó a la mesa frente a su hijo como siempre hacia. Cenaron casi en silencio, cruzaron muy pocas palabras y Francisca no levantó la vista del plato más que para coger un trozo de pan. Continuara..

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Lluvia (part21)

<< CUERPO GENERAL DE LA POLICÍA CIENTÍFICA
Después de realizar las comprobaciones pertinentes, sobre las huellas enviadas
por el Medico Forense  D. Roberto Moguer Castillo, sobre el caso 22454/08.
Hemos concluido que dichas huellas pertenecen a D. Sergio Varela Garrido, con DNI
08452102, domicilio Pl. Nicaragua nº38 2ºA. En la hoja de antecedentes podrán comprobar que
fue acusado  de falsificación de documentos  y delitos informáticos en 1999, desde entonces
no se tiene constancia de ningún delito e infracción cometidos por este hombre.
Les saluda cordialmente
Fdo Jefe del CGPC >>
Este fax, lo leyó en voz alta el comisario delante de todo el equipo. Repartió fotos a todos los que participarian en el dispositivo que se desplegaría en la dirección indicada, seguidamente ordenó ponerse en marcha para detener al presunto asesino.
Dos vehículos camuflados de la policía, más el coche que conducía el inspector Tejada, se presentaron en la Pl. Nicaragua, las sirenas y las luces de emergencia anunciaron su llegada ante el asombro de los viandantes. Rápidamente entraron en el portal de el edificio y subieron las escaleras haciendo el menor ruido posible, un vecino abrió la puerta de su domicilio en el primer piso para ver que pasaba, le pidieron que no saliera del mismo hasta nueva orden, escuchara lo que escuchara no debía abrir la puerta ni estar pegado a la mirilla para observar, el inquilino cerró tan rápido que casi no le dio tiempo al agente a terminar sus indicaciones. Una vez en la segunda planta, cada uno tomó la posición planeada, Tejada se situó al lado derecho de la puerta e hizo sonar el timbre, varias veces tuvo que repetir esa acción sin un resultado positivo. El ambiente estaba cargado de una gran tensión, pegó la oreja en la puerta para intentar escuchar si había alguien en el interior, por última vez volvió a pulsar el timbre y cinco segundos después daba la orden para que dos agentes armados con un ariete derribaran la puerta. Necesitaron varios golpes para hacer ceder la cerradura, pero cuando la puerta se abrió los agentes entraron al grito de -¡¡Polícia, que nadie se mueva de donde este, las manos donde podamos verlas!!-
No encontraron a nadie en el interior de la vivienda, ni siquiera señales de que alguien estuviera allí viviendo, lo que si se podía ver es una gruesa capa de polvo que cubría el suelo y los muebles, las ventanas y persianas también indicaban lo que se estaba temiendo. El dueño de aquel piso hacia mucho tiempo que no pisaba su interior. Registraron de arriba a bajo el domicilio, pero no encontraron ningún documento ni nada que les sirviera, para saber donde se podría encontrar a la persona que debían detener. El comisario Salcedo no pudo ocultar su decepción al ser informado por el inspector, la frustración era doble ya que el equipo encargado de buscar desde la oficina pistas sobre el sospechoso tampoco había encontrado nada, era como si tuvieran que localizar a un fantasma.
Alberto se presento en casa de su cliente media hora después de lo que dijo, tuvo problemas en el almacén de carpintería donde compraba los materiales y se retrasó. Después de la disculpa, entró con sus herramientas hasta donde tenia que trabajar, se encontraba un tanto incomodo ya que Hector no se movía de su lado en ningún momento, no le gustaba trabajar observado. Para quitarse de encima la mirada vigilante, decidió acercarse a un bar para comer un bocadillo, a Hector le pareció bien que lo hiciera y no puso ningún pero. Estaba claro que no deseaba dejar solo al carpintero en su cuarto, tenia y escondía demasiadas cosas que nadie debía ver, pensaba que si le dejaba a su aire, pudiera ser que en algún momento tuviera la intención de curiosear dentro de la habitación, así que mejor se quedaba junto a el para evitar que esa idea llegara a la cabeza de Alberto. Mientras esperaba su llegada, la mente de Hector se dedicó a jugar con aquel número 4, a buscarle algún sentido a ese dígito. Su madre mientras tanto veía las noticias en la televisión, en una de ellas recordaban la desaparición de Diana nuevamente, lo hacían de cuando en cuando. Francisca siempre se santiguaba pidiendo que apareciera pronto, Hector observaba a su madre, al mismo tiempo que se interesaba por lo que decían sobre el caso  apoyado en el quicio de la puerta. Alberto regresó de su pequeño descanso, al llegar junto a la puerta la encontró entreabierta, cosa que le extraño un poco. La empujó suavemente con dos dedos, dejando la abertura justa para poder mirar sin ser visto, pudo adivinar la silueta de Hector al final del pasillo, estaba oscuro pero allí estaba. Situado a un lado de la entrada al salón como si no quisiera ser descubierto, miraba furtivamente hacia el interior de la estancia. Alberto dio n paso hacia atrás, carraspeo fuertemente y comenzó a silbar para que advirtieran su llegada, no habían pasado ni diez segundos desde que viera a Hector apostado al final del pasillo, pero cuando abrió la puerta del todo ya no estaba. Cerró la puerta tras de si y se dirigió a su zona de trabajo, sus pasos eran mas bien cautelosos, le había entrado un poco de miedo por aquella situación, cuando estaba apunto de alcanzar la escalera escuchó a Hector hablarle por la espalda –Ya estas aquí Alberto- dijo saliendo de la cocina. El susto que se llevo el carpintero le hizo girar sobre si mismo casi de un salto.
-Si, acabo de llegar- dijo conteniendo el aliento
-Siento haberte asustado, estaba en el garaje y no te escuche llegar.
-Tranquilo, voy a seguir con la faena.
Hector espero a que se perdiera escaleras arriba para meterse de nuevo en la cocina. Alberto por su parte sintió deseos de abandonar en ese mismo instante la vivienda, no entendía por que le mintió Hector, pero de lo que estaba seguro es aquel hombre no era trigo limpio.
La policía no tenía datos de Sergio Varela Garrido desde 2004, revisaron todo lo concerniente a este hombre, movimientos bancarios, visitas a la seguridad social, compras o ventas que pudiera haber realizado, pero todo sobre el desaparecía sin dejar rastro en aquel año. El comisario hizo llegar a todas los medios de comunicación una nota de prensa y una foto adjunta, solicitaba la colaboración ciudadana para encontrar alguna pista fiable del paradero de aquel individuo. Todos los medios se hicieron eco de aquella noticia, y durante un par de días no dejaron de difundirla varias veces a día.
Amanda era amiga y compañera de Jan Li, no sabia de ella desde hacia un par de días, no contestaba a sus llamadas ni mensajes y decidió acercarse a su casa.  Hizo sonar varias veces el timbre de la puerta que había en la verja, pero nadie salió a abrirla, recorrió de lado a lado el vallado de la casa intentando ver si había alguien en su interior. Nerviosa trepó por el cercado, de un salto se encontró en el jardín, tocó la puerta pero seguía sin obtener respuesta, rodeo la casa mirando por todas las ventanas hasta que encontró la del baño abierta. Empujó la hoja  despacito, sintió que algo no iba bien, se lo pensó dos veces antes de saltar por la ventana hacia el interior de la vivienda, solo alcanzaba a escuchar los fuertes latidos de su corazón. Intentando no hacer ningún ruido salió del baño, casi de puntillas y pegada a una de las paredes del corredor el miedo que sentía casi la estaba paralizando, llegó a la puerta del dormitorio de su amiga pero no se atrevió a mirar de inmediato. Contuvo la respiración y casi a cara lenta fue asomando la cabeza por la puerta, primero vio los pies de su amiga mientras seguía con la vista su cuerpo, al verle el rostro dejó escapar un grito de terror y retrocedió hasta el corredor de nuevo. Jan Li estaba tumbada boca arriba, con los ojos muy abiertos, una expresión de pánico había quedado para siempre marcada en su rostro, Amanda no atinaba con el teclado del móvil, los nervios atenazaban todo su cuerpo y sus dedos estaban casi rigidos, solo tres números debía marcar pero era incapaz. Varios intentos después lograba ponerse en contacto con el servicio de emergencias.
Diana recibía la visita de Hector con la comida, no le resultó fácil entrar en el sótano por que el carpintero andaba de acá para allá, y no quería ser visto accediendo a esa parte de la casa. Sin pronunciar una sola palabra, depositó la bandeja encima de la cama y con la misma rapidez que había aparecido volvió a desaparecer escaleras arriba. La chica no entendía el por que de aquella forma de actuar de Tomás, pero prefirió no comerse la cabeza pensando más de lo que lo hacia ya y se dispuso a disfrutar del menú.
Hector notó que algo había cambiado en el trato y la forma de actuar de Alberto hacia el, procuraba disimular su mal estar por aquella impresión, supuestamente era el carpintero el que debería darle alguna instrucción, sobre la tarea que creía que alguien le estaba encomendando. En varias ocasiones sacaba conversaciones en las cuales dejaba caer aquel numero cuatro que le tenia obsesionado, pero Alberto no cogía esas indirectas como era lógico, pero le resultaba extraño que le comentara tantas veces algo sobre ese dígito. Un tanto desesperado por no recibir la respuesta deseada, tuvo la tentación de hablarle claro para ver si así podía obtener una pista más sobre su misión, pero contuvo esas ganas. Continuara…