miércoles, 20 de julio de 2011

La Lluvia (part12)

Entro con su vehículo en la calle Pintor Picasso, justo en frente del acceso a las piscinas de Iviasa tenían el piso. Dejó el coche en el garaje privado de la comunidad y subió a casa. Una vivienda muy amplia, como todas las de esa zona, estaba decorada al gusto de la madre, pero tenia lo ultimo en tecnología domestica, muchos de esos aparatos los podía poner en   funcionamiento atraves de su móvil. Entró en casa, con una de sus mejores sonrisas y colocándose el pelo con las manos frente al espejo del recibidor.
-Mamá, ya estoy aquí- dijo anunciando su llegada.
Francisca salió del salón hacia la puerta, con los brazos abiertos y emocionada, a sus ochenta y tres años cualquier cosa la hacia aflorar las lágrimas.
-Hijo, mi niño, me tenias preocupada- contesto ella mientras se aferraba al cuerpo de Hector. Te veo mas delgado ¿no comes bien?
-Si mamá, como bien no te preocupes. ¿Tu como estas?- pregunto el besando sus mejillas.
-Cada vez mas vieja- le respondió ella, sonriendo y mirándole como si aún su hijo fuera un bebé.
Estuvieron charlando durante un buen rato, sentados en el salón Francisca le contaba a su hijo como le había ido en esos últimos cuatro días de soledad. Hector escuchaba a su madre sin interrumpirla, de vez en cuando tomaba sus manos arrugadas y artríticas por el paso del tiempo, pero suaves como las de un recién nacido, las acariciaba con sus dedos pulgares, mostrándola todo el amor que la profesaba. La expresión facial de Francisca, era la expresión de una persona que ha sufrido bastante en la vida, quedó viuda cuando su hijo no tenía aún los dos años. Había trabajado de todo lo que podía, incluso llegó a ejercer de peón para una empresa cargando sacos de carbón en la guerra civil, su encorvada espalada la recordaba de cuando en cuando, en forma de dolores aquellos años. Sacó a su primogénito a delante ella sola, no quiso más hombres en su vida para dedicarse en cuerpo y alma, a lo que mas quería del mundo. Fueron tiempos difíciles para ella, pero su hijo compensó esa vida entregada, entregándose el a ella desde que se jubilara. Todo era poco para esa madre, siempre tenia algún regalo para ella cuando llegaba a casa y ese día no era menos, del bolsillo de su pantalón extrajo una pequeña cajita de color negro, en el centro de la tapa una inscripción que decía “Te quiero Mamá” y un corazón en rojo.
La cara de Francisca tornó, a la de un niño cuando ve los regalos de reyes, se emocionó de nuevo al abrir el pequeño estuche. Dos pendientes de perlas cultivadas y engarzadas en oro blanco eran su regalo, no perdió un instante en querer ponérselos.
-Son preciosos cariño, ayudame a ponérmelos- le pidió a la vez que se quitaba los que llevaba puestos.
-Claro mamá, yo te los pongo. Vas a estar guapisima-acercó  a su madre un espejo de mano para que viera como le quedaban. Esta noche los estrenas, vamos  a cenar fuera para que todo el mundo vea lo guapa que estás.
Francisca se levanto ayudada por su hijo y se encamino con paso lento ayudada por su bastón al dormitorio, para elegir el vestido que mas pegara con aquellos pendientes.
Al salir del programa de televisión, Germán conectó el móvil, le habían hecho apagarlo cuando entró a plató para que no interrumpieran la emisión del debate. Tenia varias llamadas perdidas, el numero era desconocido para el, pero por un momento pensó, que podía tratarse de alguien que quizás podía haber visto a Diana, incluso de la persona que la pudiera tener secuestrada. Pulsó el botón de rellamada, el corazón parecía que iba a salirse de su pecho y las manos le temblaban levemente. Todo lo que había oído en aquel programa, sobre casos de desapariciones de boca de familiares y amigos, le irrumpieron de golpe en su cabeza, llamadas amenazadoras, otras pidiendo rescates, mensajes de texto con condiciones de entrega del dinero, con fotos del familiar en cuestión magullado. Todo eso y más podría ser el objeto de esas llamadas.
Después de varios tonos, alguien descolgó.
-Hola Germán- dijo la persona al otro lado de la linea telefónica.
-Tengo varias llamadas perdidas de este numero ¿Quién es usted?- contesto sorprendido y con la voz entrecortada.
-Soy el Comisario Salcedo, este es el número de mi móvil de trabajo. Tengo que decirle que hemos encontrado a la última persona que vio a Diana antes de desaparecer. Si viene a la comisaria podré informarle de ello.
-En unos treinta minutos estoy allí- contestó Germán, sintiendo un subidon de adrenalina.
El comisario también quería que se personase en las dependencias policiales, además de para informarle para ver si el podría ser la persona que vieron abrazada a Diana en aquel banco. Había pedido una orden de registro de su domicilio, tenían que ver si las prendas que llevaba aquella persona, descritas por Daniel estaban en esa casa. Sopesaron la posiblilidad, que si era el ya se podría haber deshecho de las mismas, pero podían encontrar cualquier otro indicio como ese móvil que seguía sin aparecer. Nada hacia sospechar a Germán que el, también estaba en el punto de mira de la policía e incluso que lo tenían vigilado y sabían de todos los movimientos que hacia paso a paso.
Al parar en los semáforos ya había personas que lo reconocían, le señalaban con el dedo y se decían cosas tapándose la boca, incluso mas de uno quedaba embobado con la cara pegada a la ventanilla. Era una sensación rara la que sentía al ver esas cosas, por un lado estaba la emoción de sentirse conoció y por el otro la tristeza del por que de esa popularidad. Solo se limitaba a observar, no hacia ningún gesto.
Hector reservó en un restaurante del mismo Móstoles, estaba cerca de su casa, en la zona de la plaza de toros concretamente. A la hora fijada entraron por la puerta, llevaba a su madre cogida del brazo, ella se sentía feliz, importante al lado de su hijo. El camarero les condujo a la mesa reservada y les entregó la carta. Esa noche Francisca descubriría uno de los secretos que su hijo tenia guardados.
Diana sentía un pequeño dolor en el estómago, junto con ese malestar llegaba algún que otro quejido de esa víscera, empezaba a sentir hambre y aún que pareciera mentira, deseaba ver entrar a Tomás con la bandeja de la cena. Las horas pasaban, poco a poco ese apetito voraz y la deshidratación se estaban convirtiendo en desesperación. En varias ocasiones llamó a Tomás, unas de manera moderada y otras a pleno pulmón-o bien es cierto lo de la insonorización o por el contrario no hay nadie en la casa- pensó. Deseaba que fuera la primera opción y que de un momento a otro bajara esa ansiada cena, nunca se retrasaba con los horarios, pero esa noche la pasaría sin cenar pero eso ella aún no lo imaginaba.
El inspector Tejada acompaño a Germán hasta el despacho del comisario, tocó la puerta y acto seguido pasaron al interior.
-Buenas tardes, tomen asiento caballeros- dijo cortésmente Salcedo. Una vez sentados, le contó a Germán como habían llegado hasta la persona que había visto por última vez a su novia.
-La descripción física de la persona que estaba junto a Diana, bien podría ser la suya Germán- espeto el comisario de golpe.
No salia de su asombro, estaban sospechando y casi acusándole en su propia cara.
-¿Me esta diciendo, que quizás fui yo el que ha hecho desaparecer a mi novia?-contesto energicamente.
-Lo único que quiero decirle con esto, es que se asemeja a usted no que sea la persona que buscamos. No hay ningún dato significativo, un tatuaje, una cicatriz donde empezar a buscar, puede ser cualquier persona.
-Pues hagan su trabajo y busquen a esa persona, le aseguro que no soy yo. Seguramente estoy haciendo mas por encontrarla que ustedes.
-Señor Germán, no voy a permitirle ese tono en mi despacho, ni que ponga en duda el trabajo de mis hombres. Ya sabemos  lo que usted hace por encontrar a Diana, carteles, entrevistas en periódico, en televisión, llamamientos en redes sociales. Nuestro trabajo no va por esos caminos y le pediría que en lo sucesivo se abstenga de dar ningún dato que se le proporcione desde esta comisaria, podría entorpecernos mas que ayudarnos. Por cierto, procure no hablar por el móvil cuando conduce.
Germán continuaba con cara de asombro, ese ultimo dato lo descolocó por completo-¿Cómo sabia lo del móvil?- se dijo, pero ni se atrevió a formular la pregunta, se limito a agachar la cabeza.
-Tengo una orden para poder registrar su casa, aquí tiene el documento si quiere leerlo. Proceremos al registro ahora mismo y en su presencia.
Leyó el papel  y asintió levemente, el inspector que no abrió la boca en el rato que estuvieron allí, se levanto de la silla y se dirijio a la puerta. Germán le siguió por el pasillo hasta la entrada de la comisaria, cuatro agentes les esperaban fuera.
-Yo iré con Germán en su coche, vosotros seguirnos hasta el domicilio.
No cruzaron ni una plabra en el corto trayecto de la comisaria hasta la casa, aparcaron el coche y subieron al piso. Germán observaba sin inmutarse, como los agentes miraban cada rincón de la casa, vaciaban cajón por cajón, los armarios, debajo de colchones y camas. Durante las dos horas que duró el registro no quedó ni un centímetro de la vivienda por mirar.
Al salir del domicilio, el inspector se disculpó con Germán- perdone pero era necesario, solo cumplimos ordenes-. Germán miró con gesto de resignación al policía, ya daba igual, estaba hecho pero lo peor no era eso, lo peor es que se sentía sospechoso de algo que jamas se le ocurriría hacer con nadie, y menos con su novia.
La cena transcurrió tranquila, conversando y riendo, al terminar Hector abonó la factura y decidieron ir a casa paseando, cuando su madre estuviera ya en casa el volvería a por el coche.
-Hector ¿Cómo llevas tu medicacion?- pregunto Francisca distraidamente.
-Al día mama, no te preocupes-mintió el.
-es que te veo mala cara, me preocupa un poco tu aspecto cariño.
-Estoy algo cansado, eso es todo. Demasiado trabajo-contestó.
No le hizo gracia la pregunta, el se encontraba mucho mejor sin aquella medicacion, pero entendía la inquietud de su madre.
Francisca entró en la casa y el cerró la puerta tras ella, y volvió a por el coche, en toda la velada se había acordado de su invitada, pero en ese momento le vino a la mente su imagen, tumbada en la cama a oscuras. Sintió no haberla dado de cenar pero la compensaria con un gran desayuno y con los regalos que la llevaría, seguro que lo perdonaria pensó.
Caminaba jugeteando con las llaves del coche entre sus dedos, cuando vio un hombre que iba dando algún traspiés que otro. Al pasar a su lado, el hombre dio otro paso en falso golpeando el hombro de Hector.
-Disculpe usted- dijo el individuo, juntando las manos en señal de arrepentimiento.
-Tenga más cuidado, borracho- contestó Hector duramente y apartándolo con la mano.
El hombre cayó al suelo a causa del empujón, mientras intentaba levantarse le grito una serie de improperios que Hector ignoró siguiendo su camino. Al llegar al coche algo cambió repentinamente en su cabeza, su cara se transformo en alguien totalmente diferente mientras pensaba en el pequeño altercado con aquel borracho. Arrancó el vehículo y lentamente fue al encuentro de aquel individuo embriagado.
Una vez a su altura, lo observó con ojos felinos, como el león de la Sabana mira a su presa, en sus oídos retumbaban los insultos que este le había proferido. Detuvo el coche unos metros mas adelante bajandose del mismo, cogió del maletero una barra de metal y se lanzó sobre aquel tipo. Primero le propinó un derechazo que lo arrojó junto a un jardín, seguidamente lo asió por el cuello y le asestó dos golpes mortales en la cabeza. Arrastró el cuerpo hasta un pequeño solar que había tras el jardín y lo ocultó tapándolo con escombros y basura. Abandonó el lugar de los hechos, arrojando el arma homicida al otro lado de la calle, levanto la puerta del maletero y se limpió la sangre de las manos.
Entro en casa rápidamente hacia el lavabo, cerro con pestillo para lavarse las manos y quitarse la camisa manchada fuera de los ojos de la madre. Dos minutos mas tarde salió del servicio,  cogió una camiseta de su habitación y se la puso. Francisca que le había oído llegar le dijo que estaba en el salón viendo la tele, el se sentó a su lado con el semblante de siempre, la miró sonriendo.
-Mamá tengo que contarte algo. Hace tiempo que compré una casa en un pueblo, no te lo había dicho para que no te preocuparas por el dinero. Quisiera llevarte para que la vieras.
-¿Otra casa? Con lo poco que ganas hijo, ¿como te las apañas para pagarla?
-Trabajando muchas horas mamá, pero tú por eso no sufras que saldré adelante.
-Pues mañana iremos a verla cariño, me encatará conocerla aunque no tenias por que habérmelo ocultado.
Hector no  hubiera  descubierto su secreto, de nos ser por el crimen que acababa de cometer, si lo identificaban como autor del asesinato acudirían a casa de su madre primero, quería evitarle ese disgusto innecesario. Su “refugio” tardarian en encontrarlo….continuará