miércoles, 5 de octubre de 2011

La Lluvia (part24)

Aparco el coche cerca del edificio donde residían Germán y Diana, durante un rato estuvo observando desde el interior del mismo a las personas que paseaban por las inmediaciones, los que salían o entraban del bloque de viviendas. Después de un rato decidió salir y dirigirse hacia el portal, caminaba cabizbajo para que nadie se fijara en su rostro cuando se cruzaba con algún vecino camino de la entrada, pulso un botón del portero automático al azar y espero a que le contestaran.
-¿Quién es?-contesto una voz masculina con desdén
-Cartero comercial señor ¿seria tan amable de abrirme?-respondió Hector con amabilidad fingida.
-Deje lo que sea en el buzón que tiene a su izquierda- dijo de malas maneras y colgó el auricular
Un pequeño contratiempo con el que no contaba, le hubiera gustado tener enfrente a ese hombre para enseñarle a contestar a las personas, pero no era posible. Mientras pensaba en como se las haría pagar, vio a una mujer que se disponía a  salir con su perro del edificio y muy habilmente hizo que hablaba con alguien –ya me abren gracias- y sin dejar de mirar hacia el portero automático esperó a que la señora saliera para entrar el. Aprovecho que el ascensor se encontraba en la planta baja para subir al piso que iba, en el camino sacó una llave maestra que Alberto le enseño uno de los días en los que estuvo en su casa. Le dijo que aquella llave habría cualquier puerta y cuando se le ocurrió pasarse por ahí, la sustrajo de la caja de herramientas, en un principio pensó en devolverla a su lugar en cuanto pudiera, pero  maduró ese pensamiento y ya no tenía intención de deshacerse de ella. Era un instrumento muy valioso para utilizar en muchos casos.
Cuando salió del ascensor, llave en mano fue directo hacia la puerta, la introdujo y giró suavemente, la puerta de abrió. Imposible dejar escapar  aquella pieza metálica que podía abrirle las puertas del mismísimo infierno, cerró tan suavemente como había abierto y se quedó con la espalda apoyada en la puerta escuchando. Luego se dedico a vagar por el interior de la vivienda, llegó hasta el dormitorio, miro las mesillas y se acerco hasta la que tenía una foto de Germán, no la eligió sin pensar en lo que hacia, supuso que ese sería el lado donde seguramente dormía Diana. Abrió los cajones uno por uno, tuvo entre sus manos prendas intimas de la muchacha, se recreaba en la clase de braguitas y tangas que la chica usaba, nunca se paró a pensar en eso cuando la tenía delante, pero ahora empezó a sentir excitación entre sus piernas imaginandose a Diana con aquellas prendas puestas. En otros cajones encontró prendas menos interesantes, calcetines, camisetas y un par de pijamas. Se levanto y abrió el armario, prendas de la pareja colgaban de las perchas, en las gavetas había más ropa pulcramente doblada. Ya en el salón se sentó cómodamente en el sofá, miró a su alrededor y descubrió varios álbum de fotos, se incorporo para hacerse con todos y se volvió a sentar para mirar su interior tranquilamente. No llegó a terminar el segundo, le aburría tanta foto, lo dejo en el mismo sitio de donde los había cogido y entró en otra habitación donde estaba el ordenador, eso ya era otra cosa. Encendió el aparato y abrió todas las carpetas que encontraba a su paso, tenían de todo allí metido, películas, fotos, juegos, archivos con cuentas de gastos y cosas varias, en una de ellas encontró una subcarpeta que le interesó muchisimo. Unas imágenes en las que salia la pareja en actitud algo más que erótica, sacó su inseparable pendrive del bolsillo, lo metió en uno de los puerto usb y transfirió esa carpeta, a quien se le ocurría tener aquello en un ordenador, pensó, cualquier desalmado podía colarse en su sistema y robarlas. Eran un par de centenares de fotos, todas del mismo estilo, que sorpresa se llevaría Diana esa noche cuando el llegara para enseñarle lo que tenía en su poder, quizás la “invitaria” a posar para el como en aquellas imágenes.
Francisca miraba nerviosa su reloj, deseaba que los carpinteros se marcharan de casa y así disponer de  más tiempo para llevar acabo su plan, na eterna hora tuvo que esperar a que sus deseos se hicieran realidad. Se despidió de los chicos desde el salón disimulando la tensión que estaba viviendo en esos momentos, en cuanto oyó cerrarse la puerta se incorporo trabajosamente del sofá y pasito a pasito llegó hasta la cocina. Cogió el manojo de llaves y se colocó delante de la pequeña puerta del sótano, una a una probaba las llaves en la cerradura, en más de una ocasión se le resbalaron de las manos cayendo al suelo, lo que lograba con aquel temblor de manos por los nervios era que debía casi volver a empezar por que no recordaba por la llave que iba. No encontraba la llave que necesitaba y la tensión la atenazaba cada vez más los dedos de las manos.
Alberto dejaba a su hermano en su casa y se despedían hasta el día siguiente, no había querido tomarse una cerveza con el por que estaba cansado y tenía ganas de ducharse. Pasó delante del coche de Hector, pero ni se fijó por que tampoco sabía que coche tenía, entro en el portal y llamó al ascensor mientras buscaba las llaves de su casa en la bandolera que llevaba. Cuando el elevador llegó, de su interior salió un vecino que le saludó y le preguntó por su novia.
-Hola Germán ¿se sabe algo sobre tu novia?
-Hola Manuel, pues hasta ahora nada nuevo, seguimos a la espera de alguna información.
-Que injusta es la vida amigo, sabéis que aquí estamos para lo que necesitéis.
A Hector se le había ido el santo al cielo, las horas se le estaban escapando sin darse cuenta, el registrar la casa lo tenía ensimismado, entusiasmado y no reparo en la hora.
-Te lo agradezco en el alma Manuel, si necesitara alguna cosa te lo haré saber.
-Si necesitas que Amparo baje a tu casa y hacer alguna tarea del hogar no dudes en avisarnos.
-Gracias de verdad, pero por ahora no es necesario. Hasta luego Manuel-se despidió  Germán.
Mientras subía en el ascensor, sonreía con el ofrecimiento de su vecino, no esperaba que quedaran personas así en el mundo. Abrió la puerta de su casa y entró, dejó las llaves en la cocina y fue hacia su cuarto para buscar ropa limpia para cambiarse después de ducharse. Hector se escondió en tras la puerta del cuarto donde estaba el ordenador, se dio cuenta en el instante que escuchó la puerta que había cometido un grave error, si lo encontraba tendría que matarlo para que no lo delatara. Vio pasar a Germán hacia el dormitorio y volvía a salir de el para entrar en el baño, espero a ver cual era el siguiente movimiento del muchacho. El sonido del agua salir de la ducha y el bufido de satisfacción de Germán al entrar en contacto con el liquido elemento, le dio la señal para salir de su escondite y abandonar la casa sin más contratiempos, paso de puntillas delante del servicio, la mampara del plato de ducha impedía que pudiera ser visto, llegó hasta la entrada, abrió la puerta con sumo cuidado y se marchó de allí. La adrenalina corría por sus venas a borbotones, estaba eufórico por esa sensación que nuevamente afloraba en su interior, hasta ahora solo la había experimentado cuando mató al borracho y a la puta de ojos rasgados, esa excitación le duró hasta varios minutos después de abandonar el lugar en el coche. Necesitaba tomarse una copa, el momento vivido le había secado la garganta y además necesitaba celebrar que no lo hubieran descubierto.
Germán disfrutaba de su baño sin ni siquiera imaginarse todo lo que había estado pasando en su casa. Una vez que se hubo duchado y cambiado de ropa, llamó a su suegra para interesarse por ella y saber si tenían alguna noticia del comisario Salcedo. La respuesta a esta pregunta era la que sabia pero en su interior no quería, Carla sosegó a su yerno, estaba segura de que su hija aparecería y por ello rezaba todos los días. Germán no tenía fe en aquel dios al que rezaba Carla, no entendía como ese ser supremo que se suponía que velaba por los que eran sus hijos pasaran por aquel trance, se despidió de ella y colgó. No le apetecía hacer la cena, prefirió pedir una pizza para no cocinar, buscó junto al teléfono algún folleto de los que llegaban como publicidad pero no encontró ninguno, recordó entonces que los había dejado en la habitación del ordenador y fue a cogerlos. Al entrar en el cuarto, se quedo inmóvil con la sangre helada, estaba paralizado por lo que acababa de ver y todo su cuerpo le pesaba una tonelada.
Hector cambió de idea en cuanto a la copa se refería, pensó que mejor sería tomársela tranquilamente en su casa para disfrutar de aquella pequeña victoria conseguida, sin que ningún borracho patoso se la amargara. Así después podría bajar a visitar a Diana y compartir juntos el secreto que había descubierto de ella y su novio. Nada ni nadie podría estropearle su gran día, conducía sonriente y mas amable de lo normal, cedía el paso, se apartaba cuando pretendían adelantarlo e incluso respetaba el limite de velocidad. Casi llegando a casa una imagen salto en su cabeza, las alarmas se encendieron de repente haciéndole cambiar su buen humor, había olvidado una cosa muy importante en la casa del carpintero.
Francisca continuaba con aquella yinkana de llaves, solo le quedaban tres por probar, abajo Diana escuchaba como manipulaban la cerradura sin conseguir abrirla, sabía que no era Tomás, intuía que alguien venía a rescatarla y lloraba de impotencia por no poder hacer nada. Le era imposible gritar o hablar por el estado de su mandíbula, permanecía tumbada mirando hacia la escalera, los dolores que sufría también le impedían poder ponerse en pié. La mujer probó otra llave más del manojo, ya solo le quedaba una si es que aquella no abría la puerta, efectivamente tampoco se equivocó con su predicción numero veintiuno, la que hacia la vigésimo segunda era su ultima oportunidad. Se santiguó mirando al cielo y se dispuso a introducir la llave, escuchó entonces el sonido eléctrico de la puerta del garaje y el motor del coche entrando en el, rápidamente se dio la vuelta para entrar en la cocina y simular que buscaba en la nevera algo de beber, colgó las llaves en su sitio y abrió el frigorífico justo en el mismo instante en que Hector hacia acto de presencia en la estancia. Se quedó mirando a su madre que estaba cogiendo un brik de zumo, cosa que le pareció extraño ya que nunca lo tomaba entre horas, pero se limitó a saludarla solo.
-Hola mamá.
-Hola hijo-contestó ella con una sonrisa nerviosa.
No dijo nada más, salía de la cocina cuando se percato de que el llavero que colgaba de una alcayata junto a la puerta, se movía de lado a lado, giró la cabeza hacia su madre que estaba de espaldas a el, pero tampoco la dijo nada. Al pasar por la puerta del sótano, puso uno de sus dedos en la cerradura y comprobó que desprendía un leve calor, sus sospechas se terminaban por cumplir, su madre había estado intentando abrir la puerta. Intentó respirar hondo y calmarse, pero era imposible, entre el fallo cometido en casa de Diana y la curiosidad de su madre por saber que tenía ahí abajo lo estaban sobrepasando, apretó los puños y continuó andando hasta su cuarto. Continuara……     

lunes, 3 de octubre de 2011

La Lluvia (part23)

Francisca pasó casi toda la noche sin pegar ojo, pensaba en todo lo que estaba sucediendo en aquella casa, con su hijo, con su vida. Siempre acostumbraba a dormir con la puerta abierta, pero esa  era la primera vez la cerró en toda su vida, sentía miedo por lo que pudiera hacerle aquel extraño en el que se había convertido su hijo. Tenia que tratar de liberar a la chica de ahí abajo, de liberarse ella de Hector o como quiera que se llamase ¿pero como? Lo más fácil seria que pudiera hacerse con la llave de la puerta, imaginaba el plan y parecía sencillo aunque para nada lo era, debía aprovechar el más mínimo descuido de su simulado hijo, normalmente dejaba las llaves colgadas en un pequeño gancho de la cocina, pero dudaba si en ese juego estaría la que ella necesitaba, debería probar casi todas con lo que llevaba un riesgo y un tiempo importante hacerlo.
Hector tampoco durmió demasiado, estuvo trabajando en su nueva identidad para cuando todo hubiera pasado. Su verdadero oficio era el de hacker, el de falsificador  y el trabajo que tenia como diseñador web era una mera tapadera para tener de donde fiscalizar ingresos. El sueldo que ganaba no era ni de lejos una pequeña parte de lo que llegaba a cobrar por documentos falsificados o información que le pedían de compañías, empresas e incluso personas. No le ocupó más que tres horas el hacerse con una nueva identidad, disponía de gran variedad de pasaportes y documentos de identidad de muchos países. Después se dedico a cavilar como y con que pretexto haría bajar a Alberto al sótano, solo imaginarse las caras que pondrían su “invitada” y el carpintero le provocaba una excitación placentera, hubiera deseado que se produjera en ese mismo instante. Poco a poco iría llenando aquel sótano con el numero de personas que le habían indicado, cuatro. Lo único que le faltaba era saber que haría con ellas, pero lo primero era lo primero.
El día amaneció con una invasión de nubarrones que cubrían el cielo, pese al calor reinante las previsiones meteorológicas decían que llovería abundantemente. Alberto, como siempre puntal, esperaba a su hermano junto al portal. Germán bajó como siempre diez minutos más tarde de lo acordado, también como era de esperar se llevo una colleja entre risas por parte de de su hermano. Antes de desplazarse hasta el lugar de trabajo decidieron desayunar, lo hicieron tranquilamente para sorpresa de Germán, su hermano acostumbraba a meterle prisa para llegar cuanto antes al tajo. Pero esa mañana Alberto no tenía demasiadas ganas de volver a aquella casa, pero por mucho que quiso alargarlo, el café y el croissant no daban para más. Cuando estuvieron junto a la verja metálica de la casa hicieron sonar el claxon para advertir de su llegada, Alberto llamó al portero automático mientras su hermano descargaba la herramienta.
-Buenos días Alberto-saludó Hector
-Buenos días, aunque un poco grises- contestó con una sonrisa algo forzada. No se le escapó que el dueño de la casa tenía la cara algo demacrada, unas ojeras extemadamente marcadas le daban a su rostro un aspecto sombrío, siniestro.
Hector no había reparado en Germán, es más, cuando hubo pasado Alberto al interior de la vivienda, cerró la puerta tras él y cuando se disponía a volver a ser su sombra volvió a sonar el portero automático. Se quedó parado unos segundos, miraba a la puerta y al carpintero sin entender que pasaba -Hoy he venido acompañado-dijo por fin Alberto. Pulsó el botón de apertura de la verja y dejó la puerta del chalet entre abierta, aquello le despistó por completo, todo los planes meditados durante la noche ya no le valían de nada, la presencia del hermano lo complicaba todo. Tuvo que reprimir su rabia y su frustración, cosa que lo le gustaba nada. Alberto saludó desde el pié de la escalera a Francisca que estaba sentada en el salón, un casi inaudible hola salió de su boca y giró de nuevo su cabeza hacia el televisor apagado. Otro detalle que tampoco se le había escapado, no era normal el comportamiento de la mujer, en sus dos anteriores visitas le había saludado efusivamente e incluso le había ofrecía un cafelito, como decía ella. Germán ajeno a todo esto, entraba herramienta en mano silbando “de luz y de sal”, una canción del artista que a su novia le gustaba tanto, no sabia por que le vino esa canción a los labios, a el no le gustaba esa música pero casi se alegro de silbarla por que le vinieron recuerdos de Diana.
Hector indicó a Germán hacia donde tenia que dirigirse, subió tras el las escaleras y comprobó que el Alberto también estaba allí, se dio media vuelta y los dejo solos. Entró en la cocina, preparo el desayuno para el y para su madre, luego fue hacia el salón cargado con la bandeja, Francisca se levanto del sofá como un autómata y se sentó a la mesa. Un fuerte trueno la saco de su ensimismamiento haciéndola temblar por el susto, su hijo la miraba con cara de preocupación, no había abierto la boca desde la noche anterior. La inquietud que sentía por la conducta de su madre, no era por si se encontraba mal, era por si había visto u oído algo que no debía, pero iniciar un interrogatorio por muy sutil que fuera no era buena idea. El día se presentaba difícil, entre la inesperada compañía y la actitud de su madre le hacia imbuirse en un estado colérico. Dejó el alimento matinal a medio terminar y se levanto de la mesa, entró nuevamente en la cocina y depositó el vaso de café y su plato en el fregadero, se asomó al quicio de la puerta para asegurarse de que nadie estaba en el pasillo y salió casi de puntillas hacia la puerta del sótano. Quería comprobar el estado de Diana, solo ver que aún respiraba. No tenía intención alguna de preocuparse por sus heridas, por si tenia hambre o por cualquier otra necesidad que tuviera, cuando cerró la puerta se quedó escuchando en el primer escalón, no se oía nada. Descendió pausadamente, algo encorvado para ver desde la distancia que pasaba allí dentro. Diana estaba en la cama, tumbada del lado derecho de su cuerpo tal y como había perdido el sentido después de llegar hasta el lecho, las sabanas, la almohada estaban ensangrentadas al igual que su rostro, se notaba levemente el movimiento del cuerpo al respirar. Ella no alcanzó a escuchar que alguien se acercaba, solo tenía en su oído interno una melodía que la parecía estar escuchando despierta, pero aún soñaba, un sueño en el que se encontraba junto a su chico, en el salón de su casa escuchando aquella melodía, “de luz y de sal”. Hector zarandeó casi con temor el cuerpo de Diana, creyó que la muchacha respiraba con aquella lentitud por que estaba agonizando, no es que le importara demasiado, pero no entraba en sus planes un contratiempo más ese día. Diana notó el movimiento, por unos segundos seguía soñando, ahora bailaba con su chico al son de la música de su oído interno, pero cuando el zarandeo fue mayor despertó sobresaltada volviendo a aquella odiosa habitación, se giró bruscamente en busca de la persona que estaba agitando, un movimiento instintivo que la transporto de nuevo al dolor de su mandíbula desencajada. Hector había dado un pequeño salto hacia atrás con la reacción de Diana, se fijo en su rostro hinchado y deformado por la lesión que la produjo con el violento golpe que le asestó el día anterior. Para hacer notar el poder que ejercía sobre ella, con una mano le agarró la cara, presionando allí donde sabia que dolería, se estremeció de dolor  solo con la leve presión que hizo en su mentón.
-Hola Dianita-dijo el entre susurros. Te gustaría saber quien está en casa hoy ¿te gustaría?, la preguntaba mientras apretaba un poco más su maltrecha mandíbula. Tengo a dos carpinteros, Germán y Alberto, dos hermanos muy simpáticos ¿los conoces? Seguro que si, rió. Las mentiras no traen nada bueno y esto te lo has ganado con matricula de honor, pero lo que vendrá proximamente será por que a mi me da la gana, disfrutare no lo dudes.
Diana no se podía mover, el dolor la mantenía paralizada, tampoco llegaba a entender que hacían allí su novio y su cuñado, como había dado con ellos ese maldito trastornado.  Cuando la hubo soltado ni si quiera lo miró, se acurruco en un lado de la cama deseando morir en aquel mismo instante, sentía que todo estaba ya perdido, que no merecía la pena seguir luchando por nada. Francisca había aprovechado que tenía que llevar las cosas a la cocina para comprobar el manojo de llaves, cunado pasó por la puerta del sótano se fijo en la cerradura para hacerse una idea de la llave que encajaría. Con las manos temblorosas y haciendo más ruido del que debiera miró una por una, no tenia ni idea de cual podría ser, escucho una tos ronca, era su hijo que se acercaba hasta donde se encontraba ella. Disimuladamente se colocó junto al fregadero, abrió el grifo y se dispuso a fregar, Hector se asomó sin decir palabra, pudo ver a su madre enfrascada en la limpieza de vasos y platos –todo en orden por aquí- pensó. Después fue a ver a los carpinteros, pero al llegar a la escalera, ellos bajaban para ir a comer algo.
-Vamos a ver si nos hacemos con unos bocadillos, ya va habiendo hambre-dijo Alberto mientras descendía
-Eso está bien, no se puede trabajar tranquilo con el estomago vació-contestó Hector
-Tardaremos media hora como mucho y volvemos-comento Germán mientras cerraba la puerta.
De camino al bar, Alberto le comentaba a su hermano si no había notado nada raro en el hombre, a lo cual contestó que no, que tampoco se fijó mucho en el, además les estaba dejando solos tal y como su hermano quería.
Hector inspeccionó la zona de trabajo, la puerta estaba casi colocada y después solo faltarian algunos remates. Vio que uno de los hermanos se había dejado en la caja de herramientas la cartera, no dudó un instante en cogerla y revisar su contenido. No buscaba dinero, ni tarjetas, solo quería saber la dirección que venia en el DNI, resultó ser la cartera de Germán y tuvo la necesidad, la curiosidad de saber donde vivía Diana con su novio, apuntó la dirección en una hoja y volvió a dejar la cartera donde la encontró. Quizás podría hacer algo para que al día siguiente solo viniera Alberto, así le seria mas fácil llevar acabo su plan.
Los carpinteros tardaron en llegar algo más de la media hora que habían dicho, pero sin perder ni un segundo reanudaron el trabajo de forma rápida, Alberto quería terminar cuanto antes con la dichosa puerta y dedicarse lo antes posible al entarimado de esa zona de la casa. No deseaba permanecer en aquel sitio más tiempo del necesario. Hector les comento que debía salir para hacer unos encargos y no sabría cuanto tardaría, lo más seguro es que cuando volviera ellos no estarían. La intención de Hector no era otra que comprobar la zona en la que vivía el novio de su “invitada” y quizás hasta se quedara esperando al muchacho por las inmediaciones, sacó el coche del garaje y se dirigió al destino fijado en su GPS. Su madre que estaba escuchando la conversación que mantenían, decidió que el momento para averiguar cual era la llave de aquel cuarto sería en cuanto los carpinteros salieran de la casa, siempre y cuando su hijo no llegara antes de que los chicos se marcharan. No sabia del tiempo que dispondría para hacerlo , pero debía intentar liberar a la chica. Continuara…

martes, 27 de septiembre de 2011

La Lluvia (part22)

Alberto no veía la hora de irse para casa, el día se le estaba haciendo más largo que nunca. Tener en todo momento a Tomás pegado a su culo le resultaba incomodo,  nunca antes le había pasado algo parecido con ningún cliente. A la cuatro de la tarde decidió dar por concluida la jornada laboral, mientras recogía la herramienta se excusaba ante Tomás diciéndole que no se encontraba demasiado bien. En todo momento se mostró comprensivo con el, aunque esa mirada extraña no desaparecía de su rostro clavandose en el de Alberto. El carpintero casi respiro aliviado cuando salió de las inmediaciones de la casa, desde su espejo retrovisor veía como Tomás continuaba plantado en la entrada observando como se alejaba. Lo peor es que al día siguiente tendría que volver, incluso algunos más hasta acabar con el trabajo.
La policía se había presentado en la casa de Jan lin, su amiga estaba en estado de sock y era atendida por los servicios sanitarios. Uno de los médicos entró en la habitación donde se encontraba el cadáver, solo pudo comprobar el fallecimiento de la meretriz, pero debían esperar que el forense certificara su muerte y procediera al levantamiento del cadáver. Algunos vecinos curiosos se agolpaban tras las cintas balizadoras que los agentes habían colocado, miembros de la policía científica recababan datos y pruebas en la escena del crimen, no les resultó nada difícil esa tarea ya que las había por doquier. Las más claras las sacaron de la ventana del baño, del cuello y la boca de la víctima, unas coincidirían con las de Amanda Quizhe, amiga de Jan Lin, pero otras deberían de buscarlas en su base de datos para dar con el nombre de la persona en cuestión. También en la frente de la meretriz descubrieron restos de saliba. El forense Roberto Moguer llegó con dos de sus ayudantes, ese día estaba de guardia y la cosa no empezaba muy bien, examinó el cuerpo de la joven y ordenó su levantamiento, los dos jóvenes que lo acompañaban procedieron a introducir el cuerpo en una bolsa de color negro y llevarlo al furgón funerario.
-El cadáver será trasladado al Anatómico Forense para realizarle la autopsia- informó este al jefe de la policía de Villaviciosa de Odón.
-Muy bien Sr.Moguer. Han encontrado varias huellas que van a enviar de inmediato al laboratorio de la científica, estamos intentando localizar a algún familiar de la chica para que reconozcan el cuerpo.
-Informe a mi secretaria si lo logran y ruego los acompañen hasta el depósito de cadáveres. Le dejo una copia del certificado de defunción. Si descubriéramos algo nuevo en el cuerpo le avisaré.
Al mismo tiempo que el forense se marchaba, la amiga de Jan Lin era trasladada al hospital de Móstoles para ser tratada de la crisi de ansiedad que sufría. El jefe de la policía ordeno a dos de sus hombres permanecer junto a la chica hasta que se hubiera recobrado de su estado y pudiera ser interrogada.
Germán vivía ajeno a los últimos acontecimientos que se estaban produciendo, sus únicos pensamientos arribaban al mismo puerto, el caso de su novia Diana. Tenía la sensación de que las investigaciones estaban estancadas, que la policía no poseía ni una pista segura a la que agarrarse y seguir trabajando en el asunto, a veces dudaba de que su chica estuviera viva. Mantenía varias conversaciones telefónicas al día con Carla, ambos coincidían en las mismas sospechas, pero la intuición de madre no la hacia dudar por un momento de que su hija estuviera muerta, es más, había prohibido a su círculo familiar y de amistades que hablaran de su pequeña en pasado. Su esperanza de encontrarla no se disipó ni un instante desde el que desapareciera.
Hector subió a su cuarto, después de ver las noticias que daban en televisión estaba algo contrariado por algo que dijeron de la muchacha desaparecida, pese a que no pusieron foto de ella en ningún momento la fecha de la desaparición coincidía con la que el secuestró a Raquel, pero el nombre no. Podría ser que aquella noche se produjeran dos raptos, pero algo le hacia dudar de esa posibilidad y quiso hacer una comprobación para asegurarse, encendió su ordenador de ultimisima generación y se conecto a Internet, buscó las noticias de la desaparición de Diana Ruiz Seletti en las que encontrara alguna foto. Sus ojos se abrieron con expresividad, su cara el propio reflejo de la ira y sus mandíbulas se apretaban tan fuerte la una contra la otra, que parecía que estallarían en mil pedazos en cualquier momento. Aún así controló sus ansias de bajar a ver a su “invitada” mentirosa, siguió navegando por la red en busca de más información.
Vio otras imágenes que le interesaron bastante, una de ellas era de la madre y el novio de Diana tomada uno de los días en que fueron entrevistados y otra que le dejo gratamente sorprendido pertenecía al día de la manifestación popular pidiendo el regreso de la chica, en el pié de pagina pudo leer los nombres de las personas que encabezaban la marcha. A parte de la madre y el novio, pudo comprobar quien era el hermano de su chico, no era otro que el carpintero que había contratado, estuvo siguiendo a ambos aquel día y ahora tenía claro que significaba el numero 4. Bajó las escaleras con los puños sumamente apretados, intentando canalizar la rabia y que no se le escapara ni un ápice, ni siquiera se preocupó por si su madre le veía entrar en el sótano, abrió la puerta de golpe y la cerró tras de si de igual manera, Diana lo miraba asustada, aterrada. Se acerco hasta ella y sin mediar palabra le asestó un puñetazo en todo el rostro que la hizo desplomarse en el acto perdiendo el conocimiento. No supo cuanto tiempo estuvo allí tirada sangrando por la boca, pero su despertar fue casi como empezar de nuevo, Hector le había tirado un cubo de agua fría para que volviera en si, notaba como los huesos de la parte izquierda de su mandíbula crujían, cuando quiso articular palabra un dolor extremo le recorrió el cuerpo, su maxilar inferior estaba desencajado a causa del golpe. Escuchaba a Tomás muy lejos, sin apenas entender lo que la gritaba.
-¡por que me mentiste zorra! Tu nombre real es Diana, ¿en cuantas cosas más me has engañado?-la vociferaba a la vez que la cogía del pelo. Lo vas a pagar caro puta embustera, pero no será rápido, aunque me suplicaras que si lo sea. Antes tengo unas sorpresas para ti, no muy agradables por cierto, mañana llegará la primera.
La puerta del sótano no se cerró del todo, ni el se cercioró de no lo hacia. Una pequeñisima abertura dejaba escapar los gritos que Hector daba allí abajo, su madre se acercó hasta la puerta y escuchaba horrorizada todo aquello, de pronto salió de la mentira que era su vida, aquel no era su hijo, nunca lo fue, su verdadero niño había muerto años atrás. Recordó como el supuesto Hector se había presentado en su casa, como le dijo –mamá he vuelto- ella le siguió la mentira por aferrarse a algo, por calmar su dolor y en cierta medida enajenada por aquella carta recibida desde el Estado mayor del Ejercito notificandole la muerte de su hijo. Llevaba tanto tiempo viviendo aquella farsa que perdió su realidad, pero ahora estaba de regreso a su verdadera existencia, asustada volvió sobre sus pasos y se refugió en su cuarto. Estaba dispuesta a llamar a la policía para denunciar a ese hombre, decirles que el era el asesino y secuestrador que andaban buscando, pero su supuesto hijo la saco de esos pensamientos.
-Mamá ¿dónde estas?-
-En mi cuarto hijo- contestó ella intentando serenarse antes de que apareciera.
La alarma salto en el laboratorio de la policía científica, cuando descubrieron que las huellas encontradas en el chalet de Pinares Llanos coincidían con las del tipo que andaban buscando por otro asesinato. Inmediatamente se pusieron en contacto con la oficina del comisario Salcedo para informarle de esta circunstancia.
El fantasma al que perseguían había vuelto a dar señales de vida, o más bien de muerte, Salcedo puso al equipo a trabajar de inmediato. Quería saber todo acerca de aquel tipo que les traía de cabeza, toda información que consiguieran era poca para el, el cuerpo policial de Delitos Informáticos también se unió a la investigación, quizás en el submundo que vagaba por la red podrían encontrar alguna pista más.
-Señores, esto es preocupante. Los medios de comunicación pronto se harán eco de esta noticia, el miedo de los ciudadanos se acrecentara y con ello la presión a la que nos veremos sometidos desde diferentes puntos- decía el comisario en la reunión con los jefes de las diferentes secciones de su equipo.
-Estoy de acuerdo-dijo el inspector Tejada. No quiero ni un coche patrulla sin la foto del sospechoso, tenemos que tener los ojos bien abiertos. En este mapa hemos marcado los dos puntos donde el asesino ha cometido los crímenes y el domicilio donde supuestamente vivía, en esa zona tenemos dos agentes de paisano vigilando por si apareciera por las inmediaciones. Después de la reunión, cada jefe de sección informo de la situación a sus subordinados y lo que se esperaba de ellos.
Alberto llamó a su hermano, le pidió que le acompañara a la mañana siguiente a trabajar, no le apetecía volver a encontrarse a solas con aquel hombre de mirada fría.
-Hola hermano, necesito pedirte un favor.
-Que tal Alberto, pues tu dirás, ya sabes que si está en mi mano lo haré-contestó Germán.
-Estoy haciendo un trabajo en Casa Rubios del Monte, lo puedo hacer solo pero no me encuentro agusto en esa casa. La persona que me contrato no me inspira el más mínimo de confianza.
-Temes que no te pague el trabajo- contestó riendo.
-No es eso hermano, creo que oculta algo y su actitud es demasiado vigilante, se ha pasado el día sin moverse de mi lado, como temiendo que descubriera algo.
-Quizás sea por que no quiere ningún error en el trabajo.
-Bueno, ¿tú puedes acompañarme mañana?
-No es que tenga muchas ganas, pero si así te sientes mejor iré contigo.
-Te lo agradezco Germán, mañana a las nueve te paso a buscar.
-Aquí te espero, chao.
Diana continuaba tendida en él frió suelo de su “suite”, la sangre alrededor de su rostro era abundante pero estaba empezando a coagularse, de las heridas había dejado de fluir el liquido de la vida. Respiraba con algo de dificultad, se arrastro como pudo hasta la cama, los apenas tres metros que la separaba de ella  le parecieron kilómetros, los dolores que tenia se hacían insoportables con cada movimiento. Subirse a la cama resultó más complicado de lo que pensaba, el simple gesto de intentar levantarse la hacían marearse, cayó de bruces en una de las ocasiones que lo intentó, aumentando así el calvario que estaba padeciendo. Cuando por fin consiguió subirse a la cama, se colocó del lado derecho de su cuerpo, en cierta medida le dolía algo menos esa zona del cuerpo y simplemente volvió a perder el sentido.
Hector hizo salir a su madre de la habitación, quería que le ayudase con la cena. Tenia el cuerpo sudoroso, y el pelo alborotado de la situación recientemente vivida, Francisca se acercó temerosa, no se atrevía a mirarle a la cara para que no descubriera que ella sabia lo que acababa de suceder. Hector actuaba de forma acelerada, pero no se le escapo el silencio de su madre, en un par de ocasiones estuvo observandola, ella  notaba su fría mirada clavada en su nuca pero no fue capaz de darse la vuelta en ningún momento, se acerco lentamente hacia ella, colocó sus manos sobre los hombros de Francisca y apretó como si estuviera masajeando.
-¿te encuentras bien mamá?-preguntó. Estas muy callada
-Estoy bien hijo, solo un poco cansada-contesto ella mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.
-Sabes que a mi me lo puedes contar, soy tu hijo-le volvió a comentar, pero esta vez con la boca casi pegada a su oído.
-Lo se, no te preocupes que solo es cansancio y ahora vamos a seguir con la cena que no acabamos.
No tenía ninguna gana de cenar, pero se sentó a la mesa frente a su hijo como siempre hacia. Cenaron casi en silencio, cruzaron muy pocas palabras y Francisca no levantó la vista del plato más que para coger un trozo de pan. Continuara..

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Lluvia (part21)

<< CUERPO GENERAL DE LA POLICÍA CIENTÍFICA
Después de realizar las comprobaciones pertinentes, sobre las huellas enviadas
por el Medico Forense  D. Roberto Moguer Castillo, sobre el caso 22454/08.
Hemos concluido que dichas huellas pertenecen a D. Sergio Varela Garrido, con DNI
08452102, domicilio Pl. Nicaragua nº38 2ºA. En la hoja de antecedentes podrán comprobar que
fue acusado  de falsificación de documentos  y delitos informáticos en 1999, desde entonces
no se tiene constancia de ningún delito e infracción cometidos por este hombre.
Les saluda cordialmente
Fdo Jefe del CGPC >>
Este fax, lo leyó en voz alta el comisario delante de todo el equipo. Repartió fotos a todos los que participarian en el dispositivo que se desplegaría en la dirección indicada, seguidamente ordenó ponerse en marcha para detener al presunto asesino.
Dos vehículos camuflados de la policía, más el coche que conducía el inspector Tejada, se presentaron en la Pl. Nicaragua, las sirenas y las luces de emergencia anunciaron su llegada ante el asombro de los viandantes. Rápidamente entraron en el portal de el edificio y subieron las escaleras haciendo el menor ruido posible, un vecino abrió la puerta de su domicilio en el primer piso para ver que pasaba, le pidieron que no saliera del mismo hasta nueva orden, escuchara lo que escuchara no debía abrir la puerta ni estar pegado a la mirilla para observar, el inquilino cerró tan rápido que casi no le dio tiempo al agente a terminar sus indicaciones. Una vez en la segunda planta, cada uno tomó la posición planeada, Tejada se situó al lado derecho de la puerta e hizo sonar el timbre, varias veces tuvo que repetir esa acción sin un resultado positivo. El ambiente estaba cargado de una gran tensión, pegó la oreja en la puerta para intentar escuchar si había alguien en el interior, por última vez volvió a pulsar el timbre y cinco segundos después daba la orden para que dos agentes armados con un ariete derribaran la puerta. Necesitaron varios golpes para hacer ceder la cerradura, pero cuando la puerta se abrió los agentes entraron al grito de -¡¡Polícia, que nadie se mueva de donde este, las manos donde podamos verlas!!-
No encontraron a nadie en el interior de la vivienda, ni siquiera señales de que alguien estuviera allí viviendo, lo que si se podía ver es una gruesa capa de polvo que cubría el suelo y los muebles, las ventanas y persianas también indicaban lo que se estaba temiendo. El dueño de aquel piso hacia mucho tiempo que no pisaba su interior. Registraron de arriba a bajo el domicilio, pero no encontraron ningún documento ni nada que les sirviera, para saber donde se podría encontrar a la persona que debían detener. El comisario Salcedo no pudo ocultar su decepción al ser informado por el inspector, la frustración era doble ya que el equipo encargado de buscar desde la oficina pistas sobre el sospechoso tampoco había encontrado nada, era como si tuvieran que localizar a un fantasma.
Alberto se presento en casa de su cliente media hora después de lo que dijo, tuvo problemas en el almacén de carpintería donde compraba los materiales y se retrasó. Después de la disculpa, entró con sus herramientas hasta donde tenia que trabajar, se encontraba un tanto incomodo ya que Hector no se movía de su lado en ningún momento, no le gustaba trabajar observado. Para quitarse de encima la mirada vigilante, decidió acercarse a un bar para comer un bocadillo, a Hector le pareció bien que lo hiciera y no puso ningún pero. Estaba claro que no deseaba dejar solo al carpintero en su cuarto, tenia y escondía demasiadas cosas que nadie debía ver, pensaba que si le dejaba a su aire, pudiera ser que en algún momento tuviera la intención de curiosear dentro de la habitación, así que mejor se quedaba junto a el para evitar que esa idea llegara a la cabeza de Alberto. Mientras esperaba su llegada, la mente de Hector se dedicó a jugar con aquel número 4, a buscarle algún sentido a ese dígito. Su madre mientras tanto veía las noticias en la televisión, en una de ellas recordaban la desaparición de Diana nuevamente, lo hacían de cuando en cuando. Francisca siempre se santiguaba pidiendo que apareciera pronto, Hector observaba a su madre, al mismo tiempo que se interesaba por lo que decían sobre el caso  apoyado en el quicio de la puerta. Alberto regresó de su pequeño descanso, al llegar junto a la puerta la encontró entreabierta, cosa que le extraño un poco. La empujó suavemente con dos dedos, dejando la abertura justa para poder mirar sin ser visto, pudo adivinar la silueta de Hector al final del pasillo, estaba oscuro pero allí estaba. Situado a un lado de la entrada al salón como si no quisiera ser descubierto, miraba furtivamente hacia el interior de la estancia. Alberto dio n paso hacia atrás, carraspeo fuertemente y comenzó a silbar para que advirtieran su llegada, no habían pasado ni diez segundos desde que viera a Hector apostado al final del pasillo, pero cuando abrió la puerta del todo ya no estaba. Cerró la puerta tras de si y se dirigió a su zona de trabajo, sus pasos eran mas bien cautelosos, le había entrado un poco de miedo por aquella situación, cuando estaba apunto de alcanzar la escalera escuchó a Hector hablarle por la espalda –Ya estas aquí Alberto- dijo saliendo de la cocina. El susto que se llevo el carpintero le hizo girar sobre si mismo casi de un salto.
-Si, acabo de llegar- dijo conteniendo el aliento
-Siento haberte asustado, estaba en el garaje y no te escuche llegar.
-Tranquilo, voy a seguir con la faena.
Hector espero a que se perdiera escaleras arriba para meterse de nuevo en la cocina. Alberto por su parte sintió deseos de abandonar en ese mismo instante la vivienda, no entendía por que le mintió Hector, pero de lo que estaba seguro es aquel hombre no era trigo limpio.
La policía no tenía datos de Sergio Varela Garrido desde 2004, revisaron todo lo concerniente a este hombre, movimientos bancarios, visitas a la seguridad social, compras o ventas que pudiera haber realizado, pero todo sobre el desaparecía sin dejar rastro en aquel año. El comisario hizo llegar a todas los medios de comunicación una nota de prensa y una foto adjunta, solicitaba la colaboración ciudadana para encontrar alguna pista fiable del paradero de aquel individuo. Todos los medios se hicieron eco de aquella noticia, y durante un par de días no dejaron de difundirla varias veces a día.
Amanda era amiga y compañera de Jan Li, no sabia de ella desde hacia un par de días, no contestaba a sus llamadas ni mensajes y decidió acercarse a su casa.  Hizo sonar varias veces el timbre de la puerta que había en la verja, pero nadie salió a abrirla, recorrió de lado a lado el vallado de la casa intentando ver si había alguien en su interior. Nerviosa trepó por el cercado, de un salto se encontró en el jardín, tocó la puerta pero seguía sin obtener respuesta, rodeo la casa mirando por todas las ventanas hasta que encontró la del baño abierta. Empujó la hoja  despacito, sintió que algo no iba bien, se lo pensó dos veces antes de saltar por la ventana hacia el interior de la vivienda, solo alcanzaba a escuchar los fuertes latidos de su corazón. Intentando no hacer ningún ruido salió del baño, casi de puntillas y pegada a una de las paredes del corredor el miedo que sentía casi la estaba paralizando, llegó a la puerta del dormitorio de su amiga pero no se atrevió a mirar de inmediato. Contuvo la respiración y casi a cara lenta fue asomando la cabeza por la puerta, primero vio los pies de su amiga mientras seguía con la vista su cuerpo, al verle el rostro dejó escapar un grito de terror y retrocedió hasta el corredor de nuevo. Jan Li estaba tumbada boca arriba, con los ojos muy abiertos, una expresión de pánico había quedado para siempre marcada en su rostro, Amanda no atinaba con el teclado del móvil, los nervios atenazaban todo su cuerpo y sus dedos estaban casi rigidos, solo tres números debía marcar pero era incapaz. Varios intentos después lograba ponerse en contacto con el servicio de emergencias.
Diana recibía la visita de Hector con la comida, no le resultó fácil entrar en el sótano por que el carpintero andaba de acá para allá, y no quería ser visto accediendo a esa parte de la casa. Sin pronunciar una sola palabra, depositó la bandeja encima de la cama y con la misma rapidez que había aparecido volvió a desaparecer escaleras arriba. La chica no entendía el por que de aquella forma de actuar de Tomás, pero prefirió no comerse la cabeza pensando más de lo que lo hacia ya y se dispuso a disfrutar del menú.
Hector notó que algo había cambiado en el trato y la forma de actuar de Alberto hacia el, procuraba disimular su mal estar por aquella impresión, supuestamente era el carpintero el que debería darle alguna instrucción, sobre la tarea que creía que alguien le estaba encomendando. En varias ocasiones sacaba conversaciones en las cuales dejaba caer aquel numero cuatro que le tenia obsesionado, pero Alberto no cogía esas indirectas como era lógico, pero le resultaba extraño que le comentara tantas veces algo sobre ese dígito. Un tanto desesperado por no recibir la respuesta deseada, tuvo la tentación de hablarle claro para ver si así podía obtener una pista más sobre su misión, pero contuvo esas ganas. Continuara…

lunes, 22 de agosto de 2011

La Lluvia (part20)

La chica se acerco con aire distraido, como si no hubiera visto las indicaciones de aquel cliente. Se sentó en la silla de al lado y rozó su codo con el brazo de este.
-Disculpe usted, no ha sido mi intención molestarle- dijo la meretriz de ojos rasgados.
-No se preocupe, no me ha incomodado ¿quiere tomar algo?
-Un batido de vainilla estaría bién- contestó mientras miraba al camarero haciéndole un guiño.
La conversacion que ambos mantenían no iba más allá de las preguntas normales, cuantos años tienes, hace mucho que trabajas en esto. Hector notó como en algunas de las respuestas, la chica mentía mecánicamente, como si le hubieran redactado un guión que tuvo que aprenderse previamente. Las copas y las horas iban cayendo, la muchacha se estaba cansando de invitarle, previo pago, a subir a una de las habitaciones del prostíbulo. Solo logro sacarle dos batidos de vainilla, con eso no hacia caja, además estaba perdiendo el tiempo con ese cliente habiendo otros muchos, que seguro estarían encantados de contar con sus servicios
-¿Tu venias buscando sexo o un psicólogo?-dijo ella con algo de sarcasmo-
Hector la miró de arriba a bajo con una seriedad que asustaba- Eres una puta insolente- le espetó volviendo la cara hacia otro lado-
-Que te jodan- replico ella y se largó en busca de otro cliente.
Si por el hubiera sido, esa china habría recibido un lección que no olvidaría nunca, así aprendería a tratar a los clientes. Pero esto no quedaría así, hablando con el camarero se enteró de que algunas de las chicas no pernoctaban en el club, muchas de ellas tenían casa y algunas incluso familia. Se vieron casi forzadas por su situación económica o por ser madres solteras sin recursos a ejercer el oficio más antiguo del mundo. Apuró el ultimo trago de su décima copa en la noche, se despidió amablemente del barman y salió del burdel de carretera dando varios traspiés. Se acomodó en el asiento de su coche, miró el reloj, marcaban las tres en punto de la madrugada. El local como mucho se mantendría abierto hasta las seis de la mañana, así muchas de aquellas chicas que tenían que regresar a casa podrían coger el primer autobús, que paraba al otro lado de la carretera. Esperaría lo que hiciera falta, a que la ojos rasgados saliera.
Francisca no podía pegar ojo, había intentado dormirse pero la voz de mujer que estaba segura de haber oído en  aquel sótano la tenia intranquila. Se levantó de la cama, se puso las zapatillas y bajó despacito hasta la puerta de esa estancia. A oscuras y guiándose por el tacto de las yemas de los dedos notó lo que era la puerta misteriosa, pegaba el oído intentando contener la respiración todo lo que podía, para captar algún sonido pero sin fortuna. Lo que si escuchó fue acercarse un coche, pensó que su hijo llegaba y si la encontraba justo allí, en aquella puerta podría enfadarse mucho. Apresuró el paso hacia su cuarto, el corazón latía muy rápido y la respiración era fatigosa pero  ascendió las escaleras hasta su cuarto como nunca pensaría que llegara hacerlo a su edad. Intentó recuperar el resuello  apoyada de espaldas a la puerta dentro de la habitación, luego  de recuperarse un poco entreabrió un poco la puerta para mirar si su hijo subía por las escaleras, pero no había llegado, cosa que en parte la alegró. La vida de Francisca fue muy dura, se quedó viuda muy joven y con un hijo, su marido falleció trabajando en Francia donde estaban exiliados, después de aquello se vio forzada a volver a España donde no la esperaba nadie. Estaba sola, sin recursos para sacar a su hijo adelante, en medio de una posguerra que hacia aun las cosas más dificiles y todo ello bajo el puño opresor de la dictadura de Franco.  Con mucho esfuerzo, consiguió sacar a su hijo Hector adelante, un chico que era buen estudiante pese a lo precario de su vida familiar, cuando alcanzó la edad de incorporarse al servicio militar, su madre le aconsejo que lo mejor para el era seguir en el ejercito una vez acabada su obligacion de servir a la patria como soldado. El chico hizo caso a su madre y se reengancho en las Fuerzas Armadas en el Ejército de Tierra, hasta convertirse en Sargento de su unidad. Para disgusto de su madre, se presentó voluntario para las labores humanitarias que iba a realizar España en la zona de los Balcanes, en Kosovo concretamente, ella le pidió de rodillas que no fuera pero la respuesta de su hijo fue- Es mi deber madre-. Semanalmente recibía una carta y fotos de los sitios donde su hijo prestaba ayuda a los mas desfavorecidos de aquella cruenta guerra, durante cuatro meses seguidos estuvo recibiendo aquellas misivas, hasta que un semana dejo de recibir carta de su hijo pero si llegó una del Estado Mayor del Ejercito.
El comisario Salcedo y el inspector Tejada estaba reunidos, esperaban que llegara el fax donde les comunicaran el nombre de la persona a que pertenecían las huellas, encontradas en el cuello de la camisa del cadáver del descampado. Según le dijo el forense al comisario las tendrían por la tarde, pero ya eran más de las ocho y no habían recibido notificación alguna.
-Esta espera me come por dentro- le dijo al inspector
-No te preocupes, ya sabes como van aveces estas cosas. Lo mismo les ha entrado algo más importante y han ordenado hacerlo antes.
-Puede ser, pero para mi importante es eso, lo que necesiten otros me la suda- contesto ofendido por aquella posibilidad. Voy a llamar a Roberto, quizás el sepa algo del asunto.
Marco el numero de la oficina de su amigo, con la puntas de los dedos golpeaba impacientemente sobre la mesa esperando a que descolgaran el teléfono.
-Oficina del medico forense Don Roberto Moguer, soy su secretaria ¿en que puedo ayudarle?-
-Buenas tardes, soy el comisario Salcedo de la Policía Nacional de Móstoles ¿está Roberto?
-Pues en estos momentos no se encuentra aquí señor comisario, no creo que tarde en volver ¿quiere que le deje algún recado?
-Solo digalé que le ha llamado Salcedo y que necesito hablar con el sobre el caso de Móstoles.
-Bien, yo se lo digo en cuanto venga no se preocupe.
Salcedo colgó el aparato muy despacio, quitandose así las ganas de haberlo hecho bruscamente. Se marcharon los dos a tomar un café, no sin antes dejar avisado que si recibían lo que estaban esperando se lo comunicaran urgentemente.
Diana estuvo hasta bien entrada la madrugada urdiendo un plan, con el que poder utilizar el arma que se había fabricado con el cede de su artista favorito, según iban avanzando sus guiones más propios de películas que de la realidad que vivía, más le aterrorizaba la idea de fracasar en su intento por escapar, sabia de más lo que la esperaría. No tenia intención de matarle, aunque si fuera necesario no lo dudaría, estaba en juego su vida y era una apuesta a doble o nada.  Se quedó dormida apretando los dedos contra su pequeña arma debajo de la almohada, después de tanto pensar con ella entre las manos no se acordó de guardarla bajo el colchón como había hecho cuando partió el disco.
Los clientes de club iban abandonando el mismo poco a poco, entre ellos también salia alguna que otra dama del sexo que había terminado su jornada. Hector observaba impasible a todas las mujeres, buscaba con la vista perjudicada por el alcohol a su asiática, a la putita que le ofendió con sus palabras de incivilizada. Practicamente se marchó de las últimas, hacia rato que ya no salían clientes, los gorilas del local también se habían ido, con lo cual pocas personas quedarían en el “Land of Women”. Por suerte para el, la chica no cogería el autobús, disponía de vehículo propio lo cual dejaba mucho más a su favor el asunto de la asignatura de educación que tenia pendiente con ella. Sin percatarse de nada la muchacha dejó atrás el aparcamiento habilitado junto al local y se incorporo a la vía de servicio, seguir a vehículos se había convertido en algo natural y hasta divertido para Hector, así que mantuvo esa distancia que el consideraba de seguridad para no ser visto. En un par de ocasiones perdió las facultades necesarias para llevar un vehículo, haciéndole pegar algún que otro volantazo. La chica asiática tomó un desvío dirección Villaviciosa de Odon y unos kilómetros después giro a la izquierda  entrando en la urbanización Pinares Llanos. Aparcó el coche delante de un chalet pequeño, de aspecto más bien antiguo, rodeado de un cercado de ladrillo y una barandilla encima de ese muerete, muy fácil de saltar. La luz exterior era escasa, a la derecha de la vivienda había un pequeño jardín seco y a la izquierda una piscina tapada con una lona.
Hector llego al lugar justo en el momento que ella entraba en la casa, desde fuera vio encenderse la luz de lo que parecía ser el salón, apago el motor del coche y se bajo del mismo. Se quedó mirando alrededor asegurándose que ningún vecino estaba asomado a las ventas de los chalets colindantes, pese a lo sencillo de la maniobra de saltar por encima de la valla, Hector lo tuvo más complicado por su estado ebrio, pero al fin estaba dentro. Rodeó la casa comprobando si alguna ventana estaba abierta, empujando una a una despacio sin hacer ruido, cuando se disponía a presionar una de ellas, una luz ilumino la habitación que había tras ella, por suerte los vidrios eran traslúcidos y no pudieron verle desde el interior cuando se apartaba de ventana. Unos minutos después la luz se apagó, durante ese tiempo se había escuchado el agua correr, no cabía duda de que se trataba de el baño, entonces abrieron un poco la ventana para que se fuera el vaho. Sin querer la muchacha había invitado a Hector a entrar. Espero un tiempo prudencial por si la chica volvía por allí en busca de algún cosmético o algo que necesitara, después se deslizo a su interior como una serpiente, todo estaba en silencio y oscuro, de puntillas avanzaba por la casa, guiándose por los pequeños ruidos que hacia la chica mientras se acomodaba en la cama.
Al entrar en el dormitorio pudo ver a trasluz que la muchacha estaba de lado, sobre su costado derecho mirando hacia la ventana, estaba agotada pero el día no había terminado para ella. En el momento que se disponía a cambiar de postura para ponerse boca arriba una mano tapó su boca y otra apretaba su cuello.
-Buenas noches psicóloga de burdel-dijo Hector susurrandole al oído. No luches, no grites todo se acabó para ti.
La chica pataleó intentando zafarse de aquel hombre, la voz le resultaba muy familiar pero la falta de oxigeno no la dejaba pensar con claridad, en el ultimo aliento que le quedaba arañó a Hector en los brazos, pero solo logró que apretara todavía más sus manos contra cuello y boca, unos segundos después todo se volvió negro para ella y sintió como su alma se separaba de su inerte cuerpo. Hector en su enajenación beso su frente y la dijo-Felices sueños ojos rasgados, me hubiera encantado hacérmelo contigo pero fuiste una mala chica-. Volvió a salir por donde había entrado, el subidon de adrenalina que experimentó mientras ahogaba a la chica lo tenia eufórico, podría seguir matando en ese mismo instante para no perder aquella sensación de poder que le había dado su segunda víctima. Para no olvidar aquel momento se llevo como trofeo una pulsera que había encima de la mesita de noche.
Salcedo había terminado su turno, se disponía a salir de la comisaria hacia su casa, no acabó de sentarse en el coche cuando un agente le llamaba desde la entrada- ¡Comisario, comisario tiene una llamada!- Volvió al interior del edificio, cogió la llamada en la misma recepción para no hacer esperar a su interlocutor. La persona resultó ser su amigo Roberto.
-Salcedo al habla ¿digame?-
-Que serio estás comisario- dijo el forense
-Hola Roberto, pues un poco si. No he recibido el nombre de la persona a la que pertenecen las huellas de las que hablamos, se suponía que lo iba a recibir esta tarde.
-¿No lo recibiste? Se suponía que la orden estaba clarisima, voy a enterarme de por que no se ha cumplido. Te llamo en diez minutos.
-Esta bien, pero hazlo a mi móvil, he acabado mi turno y marcho para casa.
-Entendido, hasta ahora- se despidió el forense con celeridad.
Mandó a su secretaria que le comunicara con el laboratorio de la Policía Científica, la administrativa se puso en contacto con quien su jefe le había mandado y le paso la llamada a su despacho.
-Buenas tardes ¿en puedo ayudarle?
-Buenas tardes soy el medico forense Roberto Moguer. Quisiera hablar con Ángel Garcia Losada.
-Un momento que le paso.
Mientras Roberto se desesperaba escuchando la musiquita que tenían para las esperas, la telefonista informaba a la otra persona de la llamada que tenia y de quien estaba interesado en comunicarse con el. Al oír el nombre dijo que recibiría la llamada.
-Hola Roberto, se por que llamas seguro- afirmó
-¿Cómo es que no tenemos todavía el nombre que pedí para esta tarde? Me ha llamado el comisario pidiendo explicaciones, tenía varios hombres preparados para organizar su detención antes de la noche.
-Lo siento Roberto, hemos tenido un problema informático y nos ha retrasado todo el trabajo, todo iba bien hasta que ha pasado. Pero no  contéis con ese nombre hasta mañana.
-¿Mañana? Solo espero que sea a primera hora, no quiero tener otro encontronazo con el comisario. Si tienes que dejar una persona más trabajando en eso la dejas pero a las ocho quiero tengan un nombre, ahora mismo informare al comisario y le pediré disculpas, Ángel, la próxima vez hacerme saber si hay algún problema.
-Tienes razón Roberto, te pido disculpas y hazlas extensivas al comisario, a primera hora tendréis el nombre.
El forense le comunico a su amigo Salcedo el porque no tenia todavía el nombre que buscaba, no pareció muy contrariado ya que el problema fue técnico y no por dejadez. Aunque le dejo más tranquilo el hecho de que a las ocho dispondría del nombre.
Hector llegó a casa satisfecho de la noche que había tenido, para el matar no suponía cargo de conciencia alguna si su víctima lo merecía, tenia un criminal sentido de la justicia, pero no le había dado rienda suelta a ese sentimiento hasta hacia unos días. Su desequilibrio estuvo refugiado en su mente, alimentandose de todas las malas experiencias vividas para crear el monstruo en que se había convertido, aprendió con el tiempo a mostrarse nada compasivo  ante todo aquel que le hacia mal. Para el mundo se mostraba como un ser sensible y educado, pero toda su vida era una gran mentira, esa sensibilidad en realidad era rabia contenida y su educación era el arma con la que acercarse a la gente y estudiarla, un alma oscura que no escondía nada bueno, pero con una fachada de ángel celestial.  En pocas horas debía estar en píe para recibir al carpintero, así que se duchó e intento conciliar el sueño pese a que las imágenes de la chica oriental surgían como destellos en su mente.
A las siete y media de la mañana, el comisario reunió a todo su equipo, quería dar las instrucciones que seguirían en cuanto tuviese encima de su mesa el nombre del presunto asesino, primero localizarian su domicilio y se desplazarían hasta allí. Otro equipo recopilaria toda la información posible del sospechoso, lugar de trabajo, cuentas bancarias, todo lo relacionado con el. El inspector Tejada sería el encargado del equipo de campo, llevaría todas las iniciativas en el arresto, seis hombres estarían bajo su mando en el tiempo que durara el proceso, no quería el más mínimo error que pudiera echar por la borda la operación. Continuara….

viernes, 19 de agosto de 2011

La Lluvia (part19)

Los clientes del bar, se agolpaban en la puerta y en las cristaleras, no daban crédito a lo que estaba ocurriendo desde que el hombre, que tomaba café corriera hacia la calle acercándose a un coche que arrancó súbitamente cuando este llegaba junto a el, les parecía estar viendo una película. Germán se quedo  plantado en medio de la calzada, con los brazos en jarra y mirando como se alejaba el vehículo, trataba de memorizar la matrícula –GYP 25502- se repetía un y otra vez intentando dejarla grabada en su cabeza. Cuando ya le perdió de vista, se dirigió al portero automático del edificio donde residían Carla y Jose.
-¿Si?- contestó el marido-
-Hola Jose, soy Germán.
-Ahora mismo estaba marcando tu número mi mujer. Los invitados acaban de subir al ascensor, los veras salir. Espera un segundo.
-Carla, no le llames que ya está aquí- se le oyó gritar-
-Enseguida bajamos Germán.
-Está bien Jose, aquí estaré.
Nada más colgar el telefonillo, del portal salía una pareja, tenían más o menos la misma edad que los padres de Diana. La mujer iba cogida del brazo del hombre, Germán conocía a la pareja por fotos que había visto en varios álbum, al parecer eran amigos y su amistad duraba hacia muchos años, según le contó su novia en una ocasión. Al poco rato los que aparecieron fueron Carla y Jose, Germán estaba de espaldas con los brazos cruzados, mirando a ambos lados de la calle esperando volver a ver al sospechoso coche gris.
-Ya estamos aquí Germán- dijo Carla-
-Hola, siento mucho haberme presentado así, pero no os vais a creer lo que me ha sucedido viniendo hacia aquí.
-¿Te encuentras bien?, estas pálido- pregunto la suegra-
-Si, ahora si. Vayamos a un sitio tranquilo donde poder hablar.
-Vale, cojeremos el coche e iremos a una cafetería que han puesto en el polígono.
Durante el trayecto no hicieron comentario alguno, Jose observaba por su espejo  retrovisor a Germán, le veía mirar hacia atrás continuamente como esperando que algo sucediera. Aparcaron el coche frente a la cafetería-pastelería, había montada una terraza con varias mesas, aprovechando el buen tiempo que reinaba esa tarde, se decidieron por la que más apartada de los clientes estaba y allí se sentaron. Miraron la carta y le pidieron a la camarera unos cafés y unos bollos, les costó hacerse entender un poco ya que la encargada de atender las mesas era de nacionalidad Polaca y acabaron por escribir ellos mismos la comanda. Mientras daban buena cuenta de aquellos dulces rellenos de nata y chocolate, Germán les contaba lo sucedido cuando se dirigía al domicilio de ambos. Le escuchaban atentamente con gesto de asombro y con las comisuras de los labios adornadas con restos del relleno bolleril.
-La policía está encima de mí, me vigilan constantemente, por eso mis dudas de entregar o no el móvil de Diana.
-¿Y no crees que si te vigilan como tu dices, no lo sabrán ya?- pregunto Carla-
-Puede ser, pero ¿Por qué no han venido a por el?
-Quizás estén esperando que seas tú el que lo entregues en comisaria, nunca se sabe. Creo que en este tema no hay discusión ni medias tintas, tenemos que entregarlo si o si, puede que encuentren en el algo beneficioso para Diana, para nosotros mismos. Cualquier cosa que pueda acabar con la pesadilla que estamos pasando.
Germán agachó la cabeza asintiendo, ya le había dejado claro que irían a presentar una posible prueba a comisaria pese a los temores que el tenia. Después de ese pequeño lapsus, les empezó a contar como encontró el móvil, como la casualidad de que comenzara a llover fuertemente hizo que de entre la arena seca, convertida en barro saliese parte del móvil con el que se tropezó, entretanto ellos miraban con el rostro apenado el teléfono. Ahí moría la conversación y era el momento de hacer lo que decía Carla, el por su parte no tenia ninguna gana de volver a enfrentarse a la mirada inquisitoria del comisario Salcedo, pero no había otra salida. La decisión no era negociable y se dirigieron hacia la comisaria.
Hector le daba vueltas a ese numero cuatro que tanto le resonaba dentro de su cabeza, quería despejar aquella incógnita que le había planteado aquel que le guiaba sus pasos. -La respuesta la tendría que tener el carpintero, seguro que el la sabe- decía en voz alta mientras se afeitaba. Cuando se pasaba la maquinilla por la cara optó por un cambio de look, se dejó el bigote y una linea de vello desde el centro del labio inferior hasta la mitad de la barbilla. Le daba un aire de mosquetero que le agradó. Quiso enseñale a Raquel esa nueva imagen de espadachín del siglo XVI, así que aprovechando esto le bajó la cena.
-Buenas noches Raquel, aquí tienes tu cena- dijo el alegremente-
-Hola Tomás, ya iba teniendo hambre gracias- contesto ella mientras bajaba la música de Sergio Contreras.
Como siempre dejó la bandeja sobre la cama, Diana la colocó sobre sus muslos y comenzó a cenar, como si estuviese sola. Hacia caso omiso a la presencia de Tomás en aquella habitación, sus sentidos estaban puestos en la comida.
-¿No me has notado diferente?- pregunto el un poco serio-
-La verdad es que no me he fijado, perdona Tomás- dejó de comer y miró al hombre- ¡Vaya! Te has dejado bigote y perilla- exclamó Diana como dándole importancia a esa nueva imagen que presentaba, aunque la verdad es que no la importaba lo más mínimo.
-¿crees que me favorece, estoy mejor?
-Claro Tomás, mucho mejor. Te hace como mas importante- Diana buscaba adularle todo lo posible, para que así el confiara un poco más en ella.
Pero Hector notó algo raro en el tono de voz de la muchacha, apretó los puños dentro de los bolsillos de pantalón- creo que me está vacilando- pensó. Se iba a poner frente a ella para comprobar si sus palabras eran ciertas haciéndole otra pregunta, si no le satisfacia la respuesta o el tono, tendría que castigarla para que aprendiera a ser educada. Cundo se disponia a formular la pregunta trampa escucho a su madre llamarle-Hijo ¿Qué haces ahí abajo?- Hector le hizo un gesto a Diana de que se mantuviera en silencio, se había olvidado de cerrar la puerta-La maldita vieja metiendo las narices donde no la llaman- murmuro.
-Nada mamá, no bajes que puedes caerte. Estaba ordenando las herramientas un poco, ya subo.
-Es que había oido como si hablaras con alguien, no tardes que la cena está lista.
Al escuchar Diana las palabras de la mujer, quiso abrir la boca para advertirla de que la tenían allí abajo encerrada, pero Hector adivino sus intenciones y rapidamente la tapó la boca con la mano –Os mato a la dos si dices algo- y dejandole libre los labios salio disparado hacia arriba. Un sudor frio recorrio el cuerpo de Diana, había visto  esos ojos que la miraban fijamente mientras era amenazada, una furia apunto de desatarse y el blanco del globo ocular se había sustituido por un rojo sangre. De haberlo intentado estaba segura que por sus palabras, no hubiera tenido el más mínimo reparo en asesinarlas. Necesitaba hacerse con algun tipo de arma para una posibe defensa, los cubiertos de plastico no podia hacerlos desaparecer, debian estar allí cuando el regresara a por la bandeja. Miraba a su alrededor, el hambre se le había pasado por completo, entonces se fijo en uno de los cedes de música, se levantó y cogió uno. Lo partió por la mitad, el filo que había quedado en una de las partes parecía suficiente como para seccionar, no profundamente pero si algun punto importante, un ojo por ejemplo. Con las mismas, guardo la parte mas roma en el estuche que le correspondia y la otra la puso bajo el colchon, en una parte donde no lo aplastara.
Hector tenia el rictus serio, mientras cenaba no miraba a su madre, estaba disgustado por el fallo cometido y por la indiscreccion de la señora. De haber sido unos años mas joven seguro que hubiera bajado sin decir nada, descubriendo así a su “invitada”, pero le salvó el que la mujer no caminaba bien y menos por escaleras, mas sus demencias puntuales que gracias a eso el estaba con ella. Después de cenar se iria a tomar una copa, no tenia ganas de estar allí con ella. Cuando recogian la mesa, el teléfono de la casa sonó, Hector soltó lo que tenia en las manos y descolgó el aparato.
-Si ¿Quién es?- contesto de malos modos.
-Hola buenas noches Hector, soy el carpintero.
-Hola, que deseas.
-Ya tengo el presupuesto listo a falta del modelo de tarima. Si lo teneis decidido ya me lo dices y ahora mismo te doy el presupuesto. Aunque luego te lo entregaria por escrito claro.
-¡Ah bien!, dejame que coja el muestrario y te digo. Pues creo que el que más nos gusta es el numero cuatro.
- ¿El cuatro? perfecto, aunque lo veo un pelin oscuro ¿no?
-No, ese esta bien ¿a cuanto asciende la suma total?
- A ver, el total son mil seiscientos euros. Va incluido el IVA tambien.
-Entonces deacuerdo, ¿cuando podrias empezar?
-Si no te viene mal mañana mismo puedo ir a por la puerta e instalarla, de camino pido la tarima para que la tengan cuanto antes.
-Por mi está bien, te espero mañana ¿sobre que hora estarás por aquí?
-Tengo que ir al almacen a por la puerta y a por la herramienta, sobre las once más o menos.
-Deacuerdo, hasta mañana.
-Hasta mañana.
Alberto se frotaba las manos, le había salido un dia redondo, tres presupuestos aceptados. Y eso que es este ultimo se pasó un poco en el precio final, pero como el cliente dijo que por dinero no había problemas aprovechó.
Hector se cambió de ropa y se dispuso a salir a despejarse un rato en algun club de carretera que encontrara. No le dijo a su madre que se iba ni a donde lo haria, salió por la puerta hacia el garaje, arrancó y se marchó. Francisca se cercioro de que su hijo no se encontraba en el chalet y pegó la oreja a la puerta del sotano, estaba segura de haber escuchado una voz de mujerque conversaba con su hijo, pero no logró oir nada. En esas estaba cuando sonaron como introducian las llaves en la puerta principal, en ese momento apareció su hijo, ella disimuló haciendo que iba a la cocina apoyandose en las paredes. Hector se quedó mirando sin decir nada pero diciendo todo con la vista – se me ha olvidado la cartera- dijo mientras pasaba junto a su madre. Por el rabillo del ojo vio que se metia en la cocina y el inspecciono la puerta del sotano por si le había dado a su madre por intentar abrirla, todo estaba bien. Fue a su cuarto, cogio la cartera y se marcho sin decir nada nuevamente. Francisca sentia curiosidad por aquella puerta pero no se la volveria a jugar, nunca se sabia como podria reaccionar su hijo – desde que regresó de la guerra no es el mismo- dijo casi entre lagrimas.
Germán, Carla y Jose, entraban en comisaria, el iba tras ellos. Carla pidió educadamente poder ver al comisario Salcedo –tenemos algo importante que decirle y enseñarle- le dijo al agente de la entrada. Germán notó como su estomago se hacia un nudo y le dieron ganas de vomitar allí mismo, los nervios estaban intentando superarle una vez más. Salcedo salió al encuentro de los tres visitantes, con la mano les indicó el camino a seguir. Esta vez no serian recibidos en su despacho, pero si en una pequeña sala de juntas que había al lado, tomaron asiento colocandose frente a ellos  y esperando que alguno iniciara la conversación. Pero el tuvo que ser el que rompiera el hielo.
-¿Y bien? Ustedes diran, estoy un poco liado con un caso y no tengo demasiado tiempo.
- No le robaremos demasiado comisario- contestó Carla- Germán estuvo ayer en el parque donde desapareció mi hija.
-Si, estoy informado de ello- respondió Salcedo mirando a la cara a Germán.
-¿entonces seguro que sabe que pasó despúes?- replico de nuevo Carla- quería ser ella la que mantuviera el pulso con el comisario y que este dejara de contestar mirando al muchacho.
-Bueno quien sabe, alomejor si o alomejor no.
-No creo que sepa nada comisario, de haberlo sabido ya nos lo hubiera hecho saber, apuntarse tantos es algo que les encanta. Como le decía Germán estaba en el parque y en el mismo banco donde se supone que Diana estuvo sentada, de pronto una tormenta descargó y mi yerno al marcharse del lugar tropezo con algo.
-Si, tambien se que se puso a diluviar en cuestión de segundos. Y ¿con que tropezo?
Germán sacó de su bolsillo el móvil envuelto en la bolsa y se lo mostró al comisario. El extendió la mano para que se lo dejara ver. Aun coservaba algo de barro en la carcasa y en su interior.
-¿Estan totalmente seguros que este teléfono pertenece a Diana?
-Si señor, esa de que cuelga del móvil es de Diana-contesto esta vez Germán-
-La de de Diana. ¿Y por que no puede ser la de de Debora o Daniela?
-Por que esa misma letra se la regalé yo, al igual que ese teléfono- volvio a contestar firmemente Germán.
-Muy bien, lo mandare analizar como prueba del caso, veremos que huellas encontramos en el- dijo Salcedo mirando de nuevo al muchacho.
-Otra cosa comisario- dijo Carla. Le rogaria que dejasen de seguir a Germán, el no tiene nada que ver con la desaparición de mi hija.
-Creo que ya hemos tenido esta conversación otra vez, solo hacemos nuestro trabajo ¿tambien estan seguros de que somos nosotros los que vigilamos al novio de su hija?- dijo este poniendose de pié.
-Seguros no, pero suponemos que es así.
-Entonces solo lo suponen, bien. Siento no estar más tiempo con ustedes pero tengo otros asuntos que atender, ya les informaremos de lo que encontremos en el móvil. Buenas tardes.
-Buenas tardes- contestaron los tres al unísono. Y los dejó allí sentados con un plamo de narices.
Abandonaron las dependencias policiales, casi tan rapido como se marcho el comisario de la sala de juntas, en el coche comentaban la conversación que habian tenido con el simpatico comisario, llegaron a  la conclusión de que esa pose que tomaba lo hacia para hacerse el tipo duro y aunque lo clavaba no le pegaba nada.
Hector detuvo su coche en un club de carretera llamado “Land of Women”  debía  ser nuevo ya que el no lo conocía y tenia recorridos casi todos los de la zona, nunca buscaba sexo con las chicas que allí trabajaban, solo se limitaba a tomar unas copas y a marcharse, pero esa noche tenia ganas de más. Entró en el local, no tenía mucha luz pero la suficiente para saber moverse por el interior y ver bien a la chicas, las había de todas las nacionalidades pero las que más abundaban eran suramericanas. La primera que se acerco a el mientras pedia un Gin-Tonic fue una con acento de europa del este, no le agrado el olor del perfume así que no la hizo caso. Pero si se fijó en una que parecía asiatica, la unica que vió  y la llamó con el dedo pidiendo que se acercara. Continuara…

La Lluvia (part19)

martes, 16 de agosto de 2011

La Lluvia (part18)

A la misma hora que Alberto hacia acto de presencia en casa de su cliente, Germán se levantaba de la cama. Lo primero que se dispuso hacer nada más plantar los pies en el suelo era llamar a Carla, necesitaba hablar con ella y no iba a esperar ni un segundo.
-Hola Carla
-Hola Germán ¿qué tal estas?- pregunto ella, un poco sorprendida ya que se habían visto ayer y no esperaba que su yerno la llamara hoy.
-Bueno, la verdad es que no estoy demasiado bien. Tengo que contarte algo, me sucedió después de que me dejarais en casa.
-Me preocupas Germán, cuentame.
-No creo que deba decírtelo por teléfono, preferiría que nos viésemos. No es que sea una cosa grave pero  es algo importante sobre Diana. ¿Qué tal si comemos juntos?
-Hoy me es imposible, tengo visita en casa y no seria momento de una reunión para hablar de este tema. Pero puedes adelantarme algo, no me dejes así ¿han encontrado a Diana o saben donde puede estar?
-No, no es nada de eso. Ayer cuando subí a casa no podía estar en ella, tuve que salir a pasear por que me encontraba muy agobiado. Sin darme cuenta me encontré en el mismo parque donde desapareció Diana. Estuve sentado en el banco que la vieron por ultima vez, llovía pero no me sentía con fuerzas para moverme de allí, la notaba tan cerca que no quería desprenderme de aquella sensación. Cuando me marchaba tropecé con un objeto que salia entre el barro, me agache para ver que era aquello, cuando lo tuve en mis manos descubrí que se trataba del móvil de Diana.
Carla escuchó el relato de Germán sin pronunciar palabra, cuando le descubrió que era lo que había encontrado se llevó la mano al pecho, como si su corazón se hubiera helado en ese momento.
-Pero Germán, eso es bueno, son buenas noticias- decía ella con las palabras aceleradas por el nerviosismo. Quizás puedan hallar alguna huella que no se de Diana, puede ser que la persona que se la llevara le arrebatara el móvil para que no llamara a nadie y después lo tirara hundiéndolo en el barro. Aquella noche llovía, acuerdate.
-Carla, Carla-interrumpió Germán. Ya he pensado en todas esas posiblidades y creeme que nada me gustaría mas que encontrasen cualquier indicio para que todo esto termine, para que Diana vuelva a casa. Pero el móvil lo encontré yo ¿sabes lo que puede significar eso para la policía?, soy una de las personas que tienen en su lista, tu misma lo escuchaste y sabes que me tienen vigilado. Carla, con esto podrían cebarse aun más conmigo. Estoy asustado, entiendeme.
-No te preocupes Germán, iremos contigo a la policía, le explicaremos lo sucedido al comisario Salcedo. Para el será mas importante el hecho de haberlo encontrado, de tener una posible prueba, que la persona que lo haya hecho seas tú. Esta tarde cuando se marchen mis invitados te llamo y vamos a entregarlo.
-Esta bien Carla, pero antes de entrar a la comisaria, analicemos los pros y contras del asunto.
-Germán escucha, tranquilo no pasará nada te lo aseguro. Esto es algo bueno, sobre todo para Diana, procura calmarte y esta tarde nos vemos. Un beso.
-Un beso Carla, hasta luego.
El nerviosismo de Germán era tan notorio, que no seria capaz de sostener un vaso de agua con las dos manos. Temblaban como si derrepente sufriera de un parkinson severo, pero no era el único síntoma de angustia que sufría, el estomago se le había cerrado por completo. El hambre que tenia cunado se despertó, desapareció mientras avanzaba la conversación con Carla. Le quedaban todavía varias horas hasta que se encontrara con su suegra y no sabia con que llenar aquel hueco en el tiempo.
Alberto entretanto terminó de hacer un par de visitas más en Móstoles, esos últimos presupuestos que había entregado en su localidad ya estaban aceptados y el trabajo era suyo. Ahora su siguiente parada era su casa, quería ponerse rápidamente manos a la obra con el presupuesto de Casarrubios del Monte, era una importante suma de dinero la que sacaría de aquel trabajo y quería poder llamar al cliente a ultima hora de la tarde, de aceptarlo comenzaría al día siguiente.
El Comisario Salcedo recibió una llamada en su despacho de la comisaria, era el forense encargado del caso sobre el cadáver hallado en Móstoles. El medico forense y el comisario se conocían hacia bastantes años, le unía además de lo profesional una relación de amistad que habían llevado mas allá del trabajo. Ambos se entendían muy bien laboralmente hablando, contaban sus numerosos casos en equipo como resueltos. La intención de su llamada no era otra que informarle de las investigaciones llevadas acabo sobre el cadáver.
-¡Salcedo, amigo mio!
-¡Dr. Moguer! ¿Cómo estas?
-Pues atareado como siempre, no paráis de darme trabajo-dijo riendo el Forense.
-Te quejas demasiado compañero- contestó riendo también su amigo.
-Menos de lo que debería camarada. Tengo preparado el informe de la autopsia del cadáver que encontrasteis en Móstoles, también hemos encontrado unas huellas que podrían ser del posible asesino. Ahora mismo las han mandado al laboratorio.
-Dices que pueden ser del posible asesino ¿Por qué crees eso?
-Según vimos, el cadáver fue arrastrado varios metros desde donde se produjo la agresión, hasta donde dejaron el cuerpo. En ese trayecto el asesino tuvo que tirar con fuerza del cuerpo, pero lo sorprendente es que lo hizo con una sola mano. Le cogió por la parte de atrás  del cuello de la chaqueta y de la camisa, dejando así cuatro huellas dactilares que hemos encontrado. Solo una de esas huellas es clara, pero aun así se han mandado todas a cotejar con el archivo informático.
-¡Fantastico Roberto, buen trabajo! Para cuando podremos disponer de un nombre.
-He dado ordenes directas y precisas, de que esta misma tarde tengas a tu más que posible asesino.
-Si es que por algo me gusta trabajar contigo, eres el mejor. Recuerdame que os debo una cena a ti y a tu mujer.
-Eso diselo a los jefes para un aumento de sueldo- contesto riendo a carcajadas. Lo de la cena está bien, pero lo haremos como siempre, después de cerrar el caso. Así lo celebraremos a lo grande, Noelia tiene ganas de veros.
-Rosa también tiene ganas de que nos juntemos, le diré que en cuanto esté el caso resuelto nos reuniremos los cuatro. Un abrazo amigo mio.
-Otro para ti “madero”- le dijo bromeando y colgó.
Salcedo estaba exultante de alegría, el caso estaba a un paso de cerrarse de manera positiva para su equipo, con el nombre y la detención del asesino. Una mención más para si ya exitosa carrera, aunque ese jubilo duró pocos minutos. Mientras ordenaba la mesa de su despacho atestada de informes, dio con la carpeta del caso Diana, ese podría ser un borrón en su trayectoria profesional. No tenían absolutamente nada importante sobre la investigación, solo una vaga descripción de la vestimenta de una persona que estaba con la chica la misma noche de la desaparición. Miraba la foto de Diana con gesto preocupado y preguntándole  para sus adentros-donde estas Diana, donde-.
A las cinco de la tarde Germán ya no aguantaba más en su casa, era como estar enjaulado a la espera de salir a dar el paseo diario. Guardo el móvil dentro de una bolsa de plástico y lo metió en el bolsillo de su pantalón y se fue a la calle, caminaba despacio en dirección a la casa de Carla, esperaría su llamada cerca del domicilio. Con su manera de caminar tenía tiempo de observar todo su alrededor, sobre todo si estaba siendo seguido por alguien. Se fijo que un vehículo de color gris pasaba cada cinco minutos en la misma dirección en la que caminaba, al principio no le dio demasiada importancia pero después de varias pasadas si logró llamar su atención. Decidió entonces alargar su paseo dando un rodeo mas largo, para cerciorarse de que estaba siendo vigilado por la persona que conducía ese vehículo  y en cualquier caso acababa encontrándoselo por la misma ruta que había tomado. En un intento por despistarlo se metió en un parque vallado, por allí era imposible que lo siguiera, además el recinto disponía de tres posibles salidas, con lo cual quizás lo perdería con relativa facilidad. Se dirigió a la salida que había más a su izquierda, una vez en la misma volvió a cambiar su rumbo hacia la salida central.  Cuando estaba ya fuera se quedo inmóvil, mirando a un lado y a otro de la calle en busca del vehículo perseguidor, esperando verle aparecer en cualquier momento, pero después de unos minutos no había ni rastro de el. Estaba satisfecho, había logrado dar esquinazo a su “escolta” particular. Llegaba ya al edificio donde vivían los padres de Diana, no había recibido todavía la llamada de Carla así que entro en un bar para tomarse un café mientras esperaba, sentado en una de las mesas que estaba junto a una de las cristaleras del local volvió aparecer el vehículo.  Se detuvo frente al portal y al bar donde se encontraba, estuvo allí parado durante algunos segundos, Germán se había quedado con la taza a medio camino entre la mesa y  su boca, observando perplejo el coche, ya tenia la prueba concluyente de que le seguían y de que sabían perfectamente a donde se dirigía. Soltó la taza en la mesa derramando un poco de  su contenido sobre la misma, corrió hacia el vehículo y justo cuando estaba apunto de alcanzar la ventanilla opaca del conductor, este acelero sin dar ninguna oportunidad a Germán.
El encargado de vigilar y seguir al posible sospechoso, informó por radio inmediatamente de lo que estaba pasando, había sido casi descubierto por Germán, que minutos antes logró despistarlo atravesando un parque. Las instrucciones para el conductor fueron claras-Regresa a comisaria, se acabó la vigilancia por unos días- Continuara……